El tema central de este número es complejo y subjetivo y necesitábamos que nos ayudarais a construirlo. ¿Qué es para vosotras la identidad rural? Es la pregunta que os hicimos y aquí dialogan todas vuestras respuestas.
Segundo pastoreando su rebaño de oveja xalda en los prados de Caldevilla de Rengos, Asturias. Foto: Biela y Tierra
La identitat rural pot ser una eina per a lluitar contra l’eix de desigualtat que marca les relacions entre la ciutat i el rural. L’estem parint ara mateix, aquesta identitat, i de nosaltres depén que nasca i cresca valenta, inclusiva i solidària.Félix A. Rivas, etnógrafo aragonés
En nuestro recorrido por cientos de municipios e iniciativas enclavadas en el entorno rural, hemos aprendido que, al igual que no existe una única identidad urbana, tampoco existe una única identidad rural y muy poco tiene que ver Jerez de la Frontera con Molinos o Barcelona con Santander. Sí existe, en nuestros pueblos, una manera común de ser y estar, en la que la vida está íntimamente ligada a la naturaleza y a sus ciclos porque están presentes de manera ineludible en el día a día. Una identidad que se construye sabiendo que cada persona cuenta, con nombre y apellidos, para lo bueno y para lo no tan bueno. Pareciera, recorriendo territorios tan diversos, que, mientras las ciudades continúan buscando soluciones en la tecnología, el aumento de la productividad y la dependencia de los servicios, en el entorno rural la población conserva la capacidad de cubrir sus necesidades básicas, se siente más responsable del devenir de sus vidas y es más consciente de posibilitar la vida de otras personas y seres vivos. Lo relevante sería preguntarnos: ¿para cuándo el reconocimiento de estos principios como elementos culturales predominantes?
Biela y Tierra
bielaytierra.com
Creo que todo movimiento y toda comunidad necesitan de partes identitarias. Son vitales el reconocimiento, las voces, las historias y experiencias propias, el sentirse acompañada y reconocida, saber que tu voz y tu experiencia también cuenta. Por fin, se está rompiendo el relato plano que reducía a prejuicios y estereotipos simples y dolorosos a nuestros pueblos, territorios y habitantes. Nuestras aldeas y medios rurales son infinitos y diversos. Y pienso en ese lazo con la tierra no como una raíz inmóvil y atada en un solo lugar, la imagino desenvolviéndose en múltiples y diversas raíces aéreas que originan nuevas vecindades y posibilitan otros mañanas. También de ellas estamos hechas, también gracias a ellas somos raíces para otros. Gracias a ellas, cada mañana el mundo sigue. Vendrán días en los que nos tocará aprender y ver como los lugares en los que vivimos cambian. Necesitamos narrarnos, saber de dónde venimos para saber hacia dónde queremos ir. Imaginar nuevos futuros rurales, entrelazar entre todas una nueva conciencia en nuestra relación no solo con la tierra, sino con las personas, seres, medios, recursos con los que compartimos territorio. Formar parte de un nuevo relato escrito desde abajo y por nosotras que nos cobije a todas para alcanzar un medio rural feminista, diverso y vivo.
María Sánchez, veterinaria y escritora andaluza
Vivir en un pueblo es, muchas veces, sentir que estás rodeada de puertas cerradas que quizás no vuelvan a abrirse nunca. Es habitar entre las ruinas de un mundo que se desmorona y que está a punto de desaparecer o ya desapareció. Es como vivir sobre un gran yacimiento arqueológico, ya medio saqueado, en el que quedan algunos restos y unos pocos visitantes remolones haciéndose fotos.
Es el campo de batalla, aún lleno de minas, entre la modernidad y la tradición.
Es un desván polvoriento donde se almacenan los recuerdos de infancia de varias generaciones. Aquí se guardan los juguetes rotos, las bicicletas del verano, las fiestas de agosto, las interminables tardes a la fresca, los baños en el río y los tomates del huerto..., pero también todo aquello que los que se fueron quisieron enterrar o esconder.
Es habitar en el recuerdo y, a la vez, en el olvido. Habitamos este lugar que otros dejaron atrás. Nadamos a contracorriente y resistimos aquí aunque llegue el invierno, echando raíces como podemos, para que no nos arrastre la riada que se llevó a las demás.
Estamos lejos y nos sentimos más lejos aún. A veces tan lejos que parece que esto es otro planeta, otro universo. Nuestros horizontes se dibujan de otra manera. Nuestros ritmos y nuestros tiempos son otros. Nuestras preocupaciones, otras. Nos hacemos otras preguntas usando otras palabras. Y tenemos, a menudo, otras respuestas.
No es fácil vivir sabiendo que estamos a punto de perder el gran tesoro que encierran estas puertas, estos muros, estos campos. Por eso, urge recoger y coleccionar los saberes que aún quedan y guardar la memoria de quienes nos los cuentan, tanto con las palabras como con las manos. Urge reaprender todo ese conocimiento y compartirlo, remendando los vínculos vecinales y comunitarios. Urge abrir surcos, puertas y ventanas. Y no tener miedo a las ruinas y construir sobre ellas, esperando que sean cimientos.
@adventicia, Sierra Norte de Madrid
Vaig a poar aigua a la font.
Arregle les gallines i arreplegue els ous.
He transplantat el llorer.
Amb la cistella gran anem al bancal erm de baix a collir pomes.
Amb quatre tomaques faig el dinar.
Des de ma casa veig el fumeral. Sí, el meu veí ha encés el forn. Prepare un bescuit de poma i mentres es cou jugue amb Llum, la filla dels meus veïns.
Sa mare aprofita per preparar una classe de valencià que farà online.
I mirant Llum, pense:
Les xiquetes que es crien al camp tenen les mans grans, el cos lliure i als peus, arrels.
Filosofia de bancal. Identitat rural.
Marta Feliu, cocinera agroecológica. Vall de Perputxent (País Valencià)
Animal humana terrestre: mamífera pensante omnívora con habilidades manuales para el uso de herramientas para la producción y procesado de alimentos, pensamiento complejo fluctuante entre apocalíptico y utópico, dificultad para asentar certezas y alta capacidad para trabajo físico. Poco permeable ante opiniones de sus semejantes, biorritmo solar y cuatriestacional, tendencia a la ensoñación y a la contemplación del entorno natural.
La piel a la intemperie, corteza de roble, huellas de oso en el barro, restos de erizos de castaño, primero mojados y luego secos. Como uniforme y protección frente al medio, sombrero de paja para el sol, traje de agua para el otoño y la primavera, sandalias polvorientas o katiuskas pesadas con kilos de tierra pegajosa.
Y dentro de esa piel curtida, bajo el traje de campesina, de todas esas capas, la labor. Y aparejado a las labores va el agotamiento físico, y a veces emocional, una vez al mes asegurada la indefensión, la incomprensión, el abismo entre mi mundo pequeño y ese otro tan grande y desconocido, la soledad, los inviernos largos con sus largas noches, la sencillez de las cosas sencillas, como una patata cocida o una acelga salteada o los niños jugando con un palo, el asombro de nuevo ante cada primavera y el brillo transparente de las hojas tiernas de las hayas, e intentar compartir toda esa belleza…
Laura Ibarra, agricultora y autora del libro Diario de una campesina. Zureda (Asturias)
¿Qué ye pa mi la identidad rural? No figurarte vivindo pa cutio en otro puesto que no siga un lugar, un pueblo. Pue’ estar en lo que has crecíu u cualisquier otro, pero un lugar. Lo silencio, lo cielo cuando se fa nuey, poqueta chen y conocerse’n todos. Cosetas que itas a faltar cuando t’en has a ir. No porque quereses irte’n, sino porque a ormino te fan marchar. Pero tornas, porque lo has a menester. Porque no quies otra vida, anque esta que has eslixíu no la fagan pon fácil.
—Chica, qué de pueblo eres.
—Y a muita honra.
Carmen Garate Marín, veterinaria. Echo (Huesca)
En un mundo en el que cada vez es más importante la identidad digital, el apego al territorio se hace aún más necesario. En el medio rural una parte principal de ese apego, de esa identidad que en parte nos define, es la herencia y la tradición. Siento pena al pensar que tuve la oportunidad de aprovechar esa transmisión y no lo hice. Mi abuela, originaria de San Pedro Romeral (Valles Pasiegos), era renovera (vendedora ambulante de productos de la huerta). En casa nunca habló en cántabru, pero estoy seguro de que para ella era la forma natural de hacerlo.
Con la independencia económica lo primero que hice fue comprar una cabaña pasiega en San Roque de Riomiera. Pareciera que esa identidad rural estaba ahí cual micelio esperando una buena combinación de lluvia y sol.
Tras todos estos años, noto como se va rellenando ese pequeño hueco que tenía, me siento más capaz de percibir y comprender el entorno en el que vivo. Veo todo lo que se ha hecho en él para crear uno de los territorios en los que mejor conviven personas y naturaleza, y me parece absurdo que con las herramientas que tenemos hoy en día pensemos que no somos capaces de cuidar de ello, de revitalizarlo. Hay un pequeño halo de derrota en la identidad rural, pero en estos valles se celebra el Urgullu pasiego y yo quiero en el futuro pensar que soy parte de eso.
Aitor Lobato Rubio, San Roque de Riomiera (Cantabria)
Amar el territorio como a tu propio cuerpo, aceptando todos sus defectos.
Abrazar el legado de nuestros ancestros.
Ser pueblo siendo de un pueblo, de entre tantos como hay.
Pertenecer a la tierra y al agua que nos da vida. Cuidar la fuente y el manantial.
Gozar de las abundancias y soportar las carencias.
Permanecer, resistir, pese a tener todo en contra.
Empeñarse, insistir, mientras todo se derrumba.
Reconocer la belleza en lo más imperceptible.
Habitar este rincón olvidado de la historia y de los grandes acontecimientos.
Abrirse a viejos aromas que invaden nuestros sentidos. Recuperar el sentido de nuestro existir, cultura del convivir. Ser memoria viva, colectiva, de raíz.
Honrar los pasos pasados que nos trajeron aquí. Ese caldo de verduras, que cada día cocía en el fuego del hogar. Esa cuchara gastada por la constancia del gesto, cotidiano, invariable, de mi abuela y de mi abuelo.
Sergio Sánchez, desertor del asfalto. Lugar de Poedo, Concello de Baños de Molgas (Ourense)
Comunitar
Un ictus paralitza el cos i la vida de ma mare, Merce. Hui, fa el seu primer pas i fila nyores amb una mà. El procés és difícil i emocionalment intens: el nostre no és un sistema cuidador. Som sostingudes per veïnes i amigues. Els seus afectes són horitzó proper i orgullós.
Maeva, la veïna, li pinta les ungles; Mariano ens convoca al bingo comunitari; Carmen i Juanjo porten gínjols de la Pila. Des del balcó, compartim lluna i alegria amb Sílvia, Marina i Cris. Les figues del Carxe. A la fresca, amb Antonia, Luisa i Juanita. El formatge de Mariola i les històries de Reme. La nit de ball i rifa amb Angeli i les companyes de Creu Roja.
L’abraçada d’Isa quan el cos tremola. Ana ens regala carabasses. La centenària Torre del Rellotge toca el present. Les rialles per telèfon amb la tia Consue. Inma ens fa la plaça. El refugi del Pi de la Tomatuja, en bici. Els rituals de Sandra. Les pel·lis de Dani. Les mans de Jose, el fuster. Mari, la perruquera, li talla els cabells a casa. Els fartets i els canyissars del Prado.
Som terra, memòria i vincles.
Lorena Escandell Carbonell, periodista social. El Pinós (País Valencià)
Soy:
La semilla primitiva que custodiaron mis ancestros. La comunidad reunida, azada en mano. Niebla otoñal. Los pies embarrados. La tierra labrada, la convicción sembrada y la espalda cansada. Un desayuno junto al fuego con mis paisanas. La lluvia en la cara. Silencio. El ciervo berreando y la luna en mi cama. Silencio.
El sol saliendo por la Comassa. Eth país cubierto de nieve. Los brazos de J, casi centenarios, abriendo paso. El duro hielo. Los dos paleando, mientras F pasa con su bastón. Su pausa y su ayuda. El vaho que escapa de nuestras risas. El golpe de hacha, el tronco partido y las ampollas en las manos. Las chimeneas de todos respirando. Calcetines de lana, un caldo caliente. La tempestad sacudiendo los contravientos. Silencio. Una llama en la oscuridad. Silencio.
El canto de los pájaros y el grito de mis camaradas. Los caballos fuera del cercado. Rebelión. ¡Qué verde está mi valle! El tilo empujando la vida. Las puertas de las casas siempre abiertas. D matando un pollo, V desplumándolo y S cocinándolo. Una mesa al aire libre. El vecindario conviviendo mientras pasan los turistas. Acordeones y cantos colectivos. Los caballos dentro del cercado. El olor a hierba seca en el pajar. Silencio. Dos lechuzas conversando. Silencio.
El mercado del mes. Yo hago esto y tú eso mientras ellas acaban aquello. La plaza viva. La desconexión de internet. Un campo de trigo. La decepción de los tallos sin espiga. Solo paja, caras largas y ratones felices. La guadaña de mi abuelo segando a ras de suelo. Un pueblo en pie, aún sin pan. Una celebración. A pesar de todo, el río sigue adelante. Este año no, pero el siguiente sí. Querer beber de nuestra fuente. Querer comer nuestro propio pan. Silencio. Las semillas preparadas. La esperanza del mañana. Silencio.
Todo esto soy.
Alidé Sans, cantante de la Vall d’Aran
Fisuras
(fragmento)
Dispós as pezas do horizonte con certo estrañamento, obviando que é unha ollada allea quen pautou como o miras todo. Pérdeste nun temporal de nomes e rostros. Pertences a este lugar e non pertences a ningún lugar
Procuras reconstruír as palabras. Entender que onde dixeron baleiro había vida.
Onde dixeron que conviña a fuga había desesperanza e carencia.
Onde dixeron que había progreso houbo resistencia e suor
Ti marchas e volves. Miras e apartas os ollos. Intentas entender. Un día deteste:
Ata cando vas ignorar a dirección dos teus pasos?
Ata cando vas obviar a inutilidade da inacción?
Non é certo que desde fóra, desde o alto, se mire mellor. Ao lonxe pérdese a verdade da materia e dos corpos.
Alá abaixo, onde risca o vento, onde cada cousa recibe un nome e ocupa o seu lugar, aí é onde acontece todo. Onde se tece e destece todo o que ti es, o que nos posibilita.
Un lugar sen espellos, no que as fisuras braman a chamar por nós para que as pechemos cos dedos
Lara Dopazo Ruibal, poeta gallega
Me cuesta pensar en una supuesta identidad de lo rural. Intento en primer lugar buscar cuál sea esa linde, física o no, que delimite de forma inequívoca lo rural de lo urbano. Enseguida me vienen las sugestivas y estimulantes diferencias que socavan cualquier identidad que se pretenda pura: el inevitable devenir apunta a procesos de mestizaje que hablan de complejas y agrietadas fronteras, en donde desmarcarte del otro no es relevante, y sí ofrecerle hospitalidad incondicional. La identidad da paso a las identidades, más inspiradoras para la transformación, porque ya son transformación, poco propensas a agotarse en ese vano querer permanecer idénticas a sí mismas en el gran torbellino de la vida.
Una de esas identidades o características que nos sonasen a rural podría ser la de los trabajos en común y por lo común, el pensar y hacer cosas juntas mientras nos hacemos y crecemos juntas. No obstante, cuesta ya encontrarlo en nuestros pueblos, mientras que en algunas barriadas de las grandes ciudades, aquellas que nacieron hace décadas con gente llegada de los pueblos, surgen, por ejemplo, en forma de huertos urbanos o espacios comunitarios.
Quizás lo rural no sea solo una cuestión vinculada a una organización territorial en la que queda subyugado frente a lo urbano. Quizás lo rural sea también otra forma de hacer y estar en el mundo, que podemos pensar y en la que podemos confluir independientemente de donde vivamos.
Enrique González, Tierra de Campos (Palencia) y barrio de Lavapiés (Madrid)
Ser rural, de naixement o d’acollida, és sovint caminar per les arestes del sentit. Abocar-se constantment a la certesa d’un món en flames, que no suporta més el pes del progrés. Però també és fer-se conscient de les escletxes que les arrels, tossudes i pacients, van obrint en el sòl compactat per anys de ceguera. I amb aquesta percussió suau i constant, ens espongen silenciosament el camí. Ens sembla agosarat parlar d’alliberament, i romàntic associar-lo al rural. I ens castiguem per pensar-ho i bastim murs de derrotes futures. Mentre elles, les arrels, tracen el sender de la possibilitat. Obren via, criden vida. Escoltem-les.
Carla Roca, Les Garrigues (Catalunya)