Apuntes desde València
Alba Herrero Garcés y Natalia Castellanos Ayala
Desde el Pacto de Milán (2015) son cada vez más las ciudades que han elaborado su Estrategia Agroalimentaria Municipal (EAM), entre ellas València, que la aprobó en 2018. Compartimos algunas pinceladas de nuestro trabajo de investigación y revisión feminista de esta estrategia con ánimo de que estos avances en la transformación del sistema agroalimentario transformen también las desigualdades de género.
Los sistemas agroalimentarios son muy complejos, están compuestos por diferentes eslabones interconectados que se encuentran atravesados por importantes desigualdades de género (también de origen, racialización o edad). Nos parece importante profundizar en estas desigualdades, ya que no siempre han sido suficientemente atendidas en las EAM. Esto significa partir de la cuestión de quién, cómo y dónde produce los alimentos y quién, cómo y dónde asume el trabajo y la responsabilidad de alimentar.
Esquema de los ejes propuestos en el estudio
El vínculo alimentación-cuidados
El marco de la economía feminista y de democratización de los cuidados [1] nos ha permitido prestar atención al vínculo entre alimentación y cuidados. Mientras que el pensamiento económico dominante identifica el trabajo y lo económico con lo productivo, visible y remunerado, la economía feminista reivindica el trabajo invisible, absolutamente necesario para la vida, relacionado con los cuidados, y también visibiliza quién y cómo lo lleva a cabo, planteando propuestas de reconocimiento y redistribución.
Pero este planteamiento va un paso más allá y habla de socializar la responsabilidad en la provisión de cuidados, tanto en el interior de las familias o unidades de convivencia como a través del ámbito comunitario, de las administraciones públicas y del sector privado. En paralelo, plantea, como cuestión transversal, la necesidad de que la valoración social de los cuidados se entrelace con el reparto del trabajo y la responsabilidad individual, colectiva, pública y privada del cuidado.
Socializar los cuidados significa transferir su responsabilidad como algo exclusivo del ámbito intrafamiliar al ámbito suprafamiliar, sin perder de vista que debe ir de la mano de la corresponsabilidad, pero entendiendo que hay situaciones en las que esto no es posible o no es suficiente (como familias monomarentales o con cargas muy elevadas de cuidado y escasos recursos económicos). Implica también definir las medidas para alcanzar la socialización en diferentes ámbitos: comunitario, público, privado, social. Se trata, por tanto, de construir formas públicas de respuesta a las necesidades de cuidado, pero también de facilitar y favorecer la dimensión comunitaria, las redes afectivas y de apoyo mutuo.
Corresponsabilidad
A lo largo de la investigación, tanto en el análisis de los eslabones vinculados a la producción y distribución como en los de la alimentación, la división sexual del trabajo, el peso de la organización social de los cuidados y la falta de reparto de estos trabajos fueron una constante que aparecía con diferente énfasis en los discursos de mujeres de edades, clases, orígenes e ideologías diversas. En el caso de la alimentación, resulta especialmente relevante atender a estas cuestiones, teniendo en cuenta, sobre todo, que una alimentación más saludable y sostenible puede requerir más tiempo, recursos y conocimientos asociados a su práctica. Por tanto, conviene pensar no solo en la estrategia para lograr esta alimentación, sino en los mecanismos que facilitan la corresponsabilidad y la socialización de los cuidados en diferentes ámbitos, de forma que los tiempos y las responsabilidades de esta alimentación no los asuman, una vez más, las mujeres a expensas de su propio tiempo.
En el caso de la alimentación, es importante prestar atención a la influencia de los diferentes discursos sobre lo saludable. En este sentido, cabe remarcar que en las decisiones personales vinculadas al tipo de alimentación, no se pueden obviar las condiciones económicas y materiales, así como el acceso a determinados recursos alimentarios o el peso y el rol de la agroindustria. Entonces, la responsabilidad sobre la elección de las formas de alimentación no debería que recaer exclusivamente en las decisiones individuales. El papel de las políticas públicas alimentarias es decisivo para atender y visibilizar el cruce entre salud y nivel de renta, y para favorecer el acceso a una alimentación saludable y sostenible para todas las personas.
Otra cuestión que ha resultado clave en el estudio es la escasa valoración social y simbólica de los trabajos domésticos y de cuidados, que se vinculan socialmente a los afectos y el altruismo —elementos estructurales de los estereotipos de género—, invisibilizando la dureza del trabajo y la carga que suponen para quien los lleva a cabo. El contexto moral y político de la sociedad condiciona la manera en que las personas viven, practican y sienten el cuidado. Las emociones, mediadas culturalmente, conllevan para las mujeres, en relación con los cuidados, una fuerte presión social que se traduce en sentimientos de autoexigencia, sobrecarga y culpabilidad. La culpabilidad que han expresado las mujeres en relación con la alimentación se articula a través del vínculo alimentación-salud y la responsabilidad de las decisiones que hay detrás de las elecciones alimentarias, así como a través de las limitaciones, tanto temporales como económicas, que comportan prácticas menos saludables. En el caso de los hombres, este contexto moral y político, los permite vivir los cuidados y la alimentación desde la responsabilidad, pero no necesariamente desde la culpabilidad.
Medidas y acciones propuestas
El trabajo de análisis e investigación nos permitió proponer un marco estructural y propositivo estructurado en tres ejes: 1) La socialización y redistribución de la responsabilidad de alimentar, 2) El reconocimiento de la centralidad social y simbólica de la alimentación y 3) La representación y el empoderamiento social en torno a la cuestión alimentaria.
Las medidas y las acciones propuestas en cada uno de los ejes están enfocadas no solo a minimizar los efectos de las desigualdades, sino principalmente a atender a las causas que las generan y esto implica reestructurar el propio marco subyacente. Para ello es necesario trabajar en los tres ejes de manera conjunta y complementaria.
Socialización y redistribución de la responsabilidad de alimentar. Este eje pone el foco en la necesidad de distribuir, compartir y socializar las responsabilidades en torno a la provisión y el acceso a una alimentación saludable, sostenible y justa, dentro y fuera de los hogares. Entre otras, se definen acciones vinculadas a la corresponsabilidad y al acceso a esta alimentación más allá de los hogares, por ejemplo, a través de comedores escolares, sociales o proyectos comunitarios de provisión de alimentos. Desde esta perspectiva la administración debería ser capaz de impulsar propuestas, pero también de facilitar aquellas que tienen lugar de manera autónoma.
Reconocimiento de la centralidad social y simbólica de la alimentación. Este eje incide en la importancia de visibilizar y valorar socialmente todos los trabajos y procesos necesarios en el sistema agroalimentario local para alimentarnos de una manera saludable y sostenible, y garantizar que estos no se realizan a expensas de los derechos de otras personas ni reproducen estereotipos de género. En este ámbito, son esenciales los medios de comunicación, la educación, las propuestas de sensibilización y aquellas orientadas a la valorización tanto de la centralidad de los cuidados como de las profesiones del sector primario en sus diferentes facetas.
Representación y empoderamiento social en torno a la cuestión alimentaria. Este eje plantea acciones encaminadas, por un lado, a facilitar y equilibrar el acceso y la presencia de las mujeres en espacios de representación y toma de decisiones en todo el sistema agroalimentario. Por otro, responde a la importancia de promover el empoderamiento individual, relacional y colectivo de las personas alrededor de la cuestión alimentaria para que sean capaces de generar cambios significativos. Se trataría, por ejemplo, de impulsar espacios donde la alimentación esté discursivamente en el orden del día, para que las personas tengan los argumentos necesarios para decidir sobre su propia alimentación y demandar cambios.
Recientemente, se aprobó en el Pleno Municipal la propuesta de modificación de la EAMV que incorporaba el resultado de este trabajo. Para nosotras, este estudio ha significado la posibilidad de definir un marco de trabajo para el conjunto del sistema agroalimentario desde una perspectiva feminista, para dar respuesta a las diferentes desigualdades existentes a lo largo del sistema. Salta a la vista su complejidad y, por tanto, la necesidad de continuar profundizando y proyectando nuevas posibilidades para superar las desigualdades, incluso siendo conscientes de las limitaciones y dificultades del ámbito municipal. Pensamos que se trata de un marco de base con miras amplias, a partir del cual trabajar estas cuestiones, poco a poco y a diferentes escalas. Deseamos que pueda ser de utilidad para quienes también trabajan en el ámbito de las políticas públicas agroalimentarias.
[1] Ezquerra, Sandra i Mansilla, Elba, (2018), Economia de les cures i política municipal: cap a una democratització de la cura a la ciutat de Barcelona, Barcelona, Ajuntament de Barcelona, una referencia clave para revisar la EAMV.
Natalia Castellanos, arquitecta y técnica de dinamización local agroecológica
Alba Herrero Garcés, investigadora social y técnica de dinamización local agroecológica (Fundació Assut)
PARA SABER MÁS
El estudio completo Una aproximación a las políticas agroalimentarias locales desde la economía feminista. La revisión de la Estrategia Agroalimentaria Municipal de Valencia (EAMV), de la Fundació Assut, está disponible en consellalimentari.org