Las zonas rurales y campesinas del Norte y del Sur global asumen los impactos de una transición energética que apuesta por los grandes proyectos y por el renacer minero
M.ª Ángeles Fernández y J. Marcos
Foto: Plataforma Eiquí Eólicos Non
Cinco siglos de explotación minera después, el yacimiento ha vuelto a vender ilusiones: «el litio es el nuevo potosí», dijeron. Pero la historia es tozuda y un potosí no vale lo que el dicho popular ni la minería presuponen. «Nosotros de la minería solo recibimos el castigo. Tenemos la violencia, la contaminación», narra el periodista Ander Izagirre en el libro Potosí, un nuevo viaje a la ciudad boliviana donde descubrió la cara menos contada de los manjares mineros.
La conflictividad social ha llegado a otros territorios donde también se han descubierto vetas de litio. «Vamos a incentivar la lucha para no decaer en el pesimismo y que la gente no se conforme con la idea de que no se puede hacer nada». Y el entrecomillado se puede dejar así, sin una boca concreta que lo enuncie porque, en realidad, puede ser dicho de formas muy similares desde demasiados rincones del planeta, principalmente zonas rurales y campesinas, da igual en qué latitud o longitud se encuentren, pues son las que asumen los impactos de una transición energética que apuesta por los grandes proyectos y por el renacer minero.
«La construcción de plantas solares fotovoltaicas y de parques eólicos, además de los vehículos eléctricos, requieren más minerales que sus homólogos basados en combustibles fósiles», condensa la Agencia Internacional de la Energía, en un informe reciente sobre las perspectivas de los minerales en las renovables. Y resulta que el litio es clave para las baterías. También lo son el níquel, el cobalto, el manganeso y el grafito. El cobre y el aluminio, por su parte, son básicos para las redes eléctricas.
En un mundo que camina hacia la descarbonización y la desfosilización de la economía para intentar sofocar la emergencia climática y afrontar el fin de los recursos fósiles, la búsqueda de alternativas energéticas que mantengan los niveles de consumo gira en torno a la producción eléctrica. Y en ese mismo rumbo, los grandes proyectos de energías renovables emergen desatados. Y también en ese mismo rumbo, los minerales necesarios para poner en marcha estas tecnologías han provocado un auge minero mundial. Da lo mismo dónde se ubique esta afirmación, pues la llamada transición energética incide en lo mismo: el extractivismo. En la jornada online Una visión crítica de la Transición Energética. La relación con la tierra, organizada por la Revista SABC el pasado mes de abril, Jessenia Villamil, de CENSAT - Agua Viva de Colombia, habla de ‘zonas de sacrificio’.
Tenemos que aprender de otras luchas, de las luchas campesinas, porque todos estos proyectos están en zonas rurales.
Las fases del sacrificio
Construcción. Para la construcción de muchos de esos aerogeneradores se usa madera de balsa, un árbol que crece en algunas selvas latinoamericanas. La tala ilegal e indiscriminada ha crecido en el último año en Ecuador, denunciaba la lideresa del pueblo sarayaku Patricia Gualinga, en la jornada mencionada anteriormente. «El año pasado se inundaron todas las cuencas de los ríos amazónicos por la tala indiscriminada en los cauces de los ríos; también destruyeron muchas islas de balsas en las que vivían muchos animales», explicaba.
Extracción. En la cita también se habló de la situación de Chile y de las actividades de extracción minera en el salar de Atacama. Al cobre, básico en la economía del país, se ha unido el litio. La lucha por ambos bienes está generando una disputa por los recursos hídricos en un salar ya mermado por la emergencia climática. «En la zona hay pueblos indígenas y culturas ancestrales con formas de vida asociadas a la agricultura y a la economía silvopastoral. Esta sobreexplotación merma la capacidad de adaptación de las comunidades al cambio climático y es una zona de estrés hídrico», apuntó la jurista Nancy Yánez.
La problemática es poliédrica. Cuando se habla de minerales y de producción energética tampoco se puede dejar de lado la situación en la República Democrática del Congo, en guerra desde hace décadas por el control de las materias primas. Además de la violencia y la destrucción de determinados entornos, algunos organismos han denunciado la explotación infantil. «Resulta imposible separar el cobalto que se ha excavado de una mina en la que los empleados tienen equipos de seguridad y salarios dignos de aquel que viene de un niño o campesino explotado», explica a La Vanguardia Siddhart Kara, experto en procesos de esclavitud moderna.
Megaproyectos. Impacto visual, impacto acústico, interferencias en la radio y la televisión, contaminación de acuíferos, afección al patrimonio arqueológico y por supuesto a la fauna y a la flora, cambios en los modos de vida, división en los pueblos… La conversación dibuja una retahíla de impactos claros y evidentes que han sacado a la gente a la calle para defender la riqueza del medio rural. El Bierzo Oeste es uno de tantos enclaves en los que se quiere construir grandes parques eólicos. Allí ha nacido hace unos pocos meses el colectivo Rural Sostenible, una plataforma ciudadana contra los megaproyectos anunciados. Susana Dávila es una de las portavoces y no para: recogida de firmas, organización de manifestaciones, redacción de alegaciones a los proyectos… Su relato de los impactos es extenso y, entre otras cuestiones, denuncia que los molinos se van a poner en crestas de montaña donde nacen los manantiales que abastecen a los pueblos, les dan de beber y riegan los cultivos; están situados a apenas 700 metros del Camino de Santiago, uno de los motores económicos de la zona. «Tenemos que aprender de otras luchas, de las luchas campesinas, porque todos estos proyectos están en zonas rurales», recuerda Dávila.
Habla en plural porque en el último año los megavatios renovables asociados a megaproyectos no paran de crecer en todo el Estado español. Un agricultor navarro, ante la proclama de un parque eólico en su tierra, ha escrito que la planta es incompatible con su actividad agrícola y que «el modelo de instalación de estos grandes parques fotovoltaicos en suelo rural no urbanizable conlleva daños irreversibles en el paisaje y la biodiversidad, destrozos en el entorno natural y el medio ambiente». Y añade: «Como agricultores y propietarios de terrenos agrícolas, nos oponemos firmemente a este proyecto porque es incompatible con nuestra actividad, que ha sido desde hace muchísimo tiempo nuestro medio de vida y trabajo». Otras voces denuncian la especulación sobre los terrenos agrícolas, por un lado, y la pérdida de valor de los territorios, por otro.
La recién nacida Alianza Energía y Territorio (Aliente) es una suma de plataformas que denuncia este boom, con la especulación y los impactos que acarrea: «El desarrollo actual de las renovables tendrá un efecto irreversible sobre la biodiversidad», asegura. Entre otros animales, están muriendo muchas aves, unos 700 buitres leonados al año, según algunas fuentes.
Funcionamiento. El crecimiento financiero y las nuevas oportunidades laborales son las dos bazas que manejan quienes apuestan por este rumbo. Las instalaciones que ya hay en funcionamiento sirven para valorar los supuestos beneficios. En el parque El Merengue, de Plasencia, un trabajador sufrió un golpe de calor el pasado verano. La resolución de la inspección de la Dirección General de Trabajo, a la que ha tenido acceso este medio, imputa una infracción grave en materia de seguridad y salud laboral e impone una multa a la empresa de más de 20.000 euros. «Graves deficiencias en materia de seguridad», «trabajo extremo», «a 43 °C» o «tarea altamente peligrosa» son descripciones que recoge el documento. Por cierto, esas personas fueron despedidas poco tiempo después de crear una sección sindical y de solicitar mejoras. Ni Siemens Gamesa, la compañía encargada del mantenimiento, ni la Junta de Extremadura han querido responder al respecto. Ambas justifican su silencio, ya saben, al entender que son decisiones «discrecionales».
Según ha explicado en el Senado el profesor de Geografía de la Universitat Rovira i Virgili Sergi Saladié, en realidad, el despliegue masivo renovable deja poco impacto económico en el territorio y su funcionamiento cotidiano tiene un nulo beneficio laboral. En su intervención, planteó la apuesta por la generación distribuida que traiga más reequilibrio territorial. Quizá, para que no suceda como en Catalunya con la inmensa mayoría de los parques eólicos, que, según confirma, están ‘plantados’ en poblaciones pequeñas y envejecidas.
Distribución. Una vez producida la energía en las zonas rurales hay que llevarla a los centros de consumo, hay que distribuirla. Un estudio pionero de la Universidad de Granada y la Universidad Complutense de Madrid ha analizado el impacto de una línea de alta tensión sobre un área de alto valor paisajístico, como es el Valle de Lecrín, en Granada. «Se trata de sacrificar una economía regional en aras de un progreso que poco aporta a la zona», recoge el estudio, que habla de un impacto económico incalculable y de daños infinitos. Además de la pérdida de valor de los inmuebles de la zona, la investigación acredita la división del entorno paisajístico, «generando un gran impacto visual y medioambiental».
El profesor de la UPV/EHU Álvaro Campos considera que las renovables requieren grandes extensiones de territorio y que España muestra una distribución demográfica muy particular, pues gran parte de la población se concentra cerca de las costas y en la capital: «La especialización territorial que se abre con la transición renovable trae consigo la industrialización de unas regiones para el abastecimiento energético de otras, lo que sin duda conlleva grandes impactos sobre la biodiversidad y en los modos de vida locales en estas nuevas zonas productivas».
Y uso. Vuelta al inicio, al litio. Imprescindible para las baterías, que almacenan la electricidad producida por las llamadas fuentes renovables. ¿Cómo se gestiona la electricidad producida que se lleva a las ciudades? El litio es la clave. Una mina de este mineral amenaza Cáceres, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y a la que pretenden convertir en la punta de lanza de las baterías para los vehículos eléctricos y otros dispositivos electrónicos. Santi Márquez, uno de los portavoces de la plataforma Salvemos la Montaña de Cáceres, critica: «Se empieza a plantear que la Extremadura saqueada va a volver a ser saqueada y va a convertirse en un expolio minero. Nosotros nos vamos a quedar con lo malo y el resto va a salir fuera». El precio real de un potosí.
No cambia nada, solo cambia la tecnología, pero se mantiene el esquema del consumo excesivo en las ciudades y zonas industriales a costa de afectar ecosistemas y comunidades en las zonas rurales.
La crítica situación del agua
Esclavitud infantil, muertes de aves, pérdida de biodiversidad, nuevas formas de colonialismo, especulación con el suelo agrícola, tala indiscriminada… El ejercicio de narrar los impactos de las energías renovables a gran escala puede ser interminable. Y el agua casi siempre aparece en la suma de perjuicios: «Esta sobreexplotación merma la capacidad de adaptación de las comunidades al cambio climático. La situación del agua es crítica», comenta Nancy Yánez.
«Muchos proyectos hidroeléctricos están pensados para satisfacer la demanda del sector minero», observa Juan Pablo Soler, también del CENSAT y vinculado al movimiento Ríos Vivos de Colombia. Y prosigue: «Los proyectos de energías renovables se venden como paquetes tecnológicos y van a producir impactos en la cultura y en los bienes comunes, como el agua, generando desplazamientos que son forzados».
Estas palabras de Sandra Rátiva Gaona, socióloga y activista de Oenergía Cooperativa, abren el documental La energía de los pueblos y condensan lo contado hasta aquí: «No cambia nada, solo cambia la tecnología, pero se mantiene el esquema del consumo excesivo en las ciudades y zonas industriales a costa de afectar ecosistemas y comunidades en las zonas rurales».
M.ª Ángeles Fernández y J. Marcos