Reseña de Yo voy soñando caminos (Nórdica Libros), selección de poemas de Antonio Machado
Violeta Aguado Delgado
«¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas?», se preguntaba Machado en 1913 a través de un poema en el que recordaba a su mujer, Leonor, enterrada un año antes en el cementerio del Espino de Soria. A pocos kilómetros de allí, casi un siglo después, los vecinos y las vecinas del pequeño pueblo de Aldealseñor parecían evocar a Machado cuando, reunidos en el centro de la plaza, como cada tarde, rememoraron el día en que murió aquel olmo centenario que les había dado cobijo y primaveras. En los recovecos del árbol yacían las ausencias de un lugar donde aparentemente nunca sucedía nada, pero sus raíces, aún clavadas fuertemente en el suelo, guardaban las memorias de quienes habitaron esas tierras sorianas, antes y después de que Machado pasase por ellas.
Me acerco a Machado como quien se tumba por primera vez en un campo de verde hierba. Ya he leído a Machado antes, pero esta vez leo al poeta desde la tierra, desde este paisaje que nunca había sentido mío y al que ahora siento que pertenezco. Como las hojas nuevas de aquel árbol, regreso a Machado en plena primavera, y aunque también he visto las flores antes, nunca había sido consciente del proceso: de cómo las ramas secas y frágiles dejan de lado al invierno cuando crecen los primeros tallos y se abren los primeros pétalos. Es entonces cuando, desde sus poemas, comprendo que no es lo mismo mirar las flores que ver florecer la primavera.
En sus líneas, Machado habla de recuerdos que no vivió, pero que le visitan en sueños como si de otras vidas se trataran. Leer ahora al poeta es un proceso similar, en sus versos podemos recordar paisajes de nuestra propia vida que quizá no hemos vivido nunca. Por eso, el título de esta antología ilustrada es certero. «Yo voy soñando caminos» no es solo uno de los versos más conocidos del artista, sino que es una premisa que te invita a pasar las páginas para hacer ese ejercicio entre el vivir y el soñar que nos deja la poesía de Machado.
La acertada selección de poemas y los apuntes bibliográficos que Antonio Rodríguez Almodóvar nos deja en esta obra nos hacen recorrer los caminos del poeta en las diversas geografías que habitó de una España que hoy en día nos resulta lejana pero conocida. En ese caminar, Machado impregnó gran parte de su obra con los paisajes de Castilla, una tierra que habitó durante veinte años. Para quienes sentimos el desarraigo de estas tierras castellanas a las que nadie nos enseñó a amar, regresar a Machado es como volver a casa, pero para sentirla como un hogar por vez primera. Porque mirar los campos castellanos desde los versos del poeta es aprender a mirar, como si nunca antes nos hubiéramos percatado de la claridad de los días, de la cigüeña del campanario o de los altos chopos junto al camino.
Las ilustraciones de Leticia Ruifernández son las gafas que nos regalan este proceso de reeducar la mirada para admirar lo que ya estaba ahí. En sus trazos, difuminados, se mezclan las borrosas memorias de mi infancia en Castilla con los dibujos que mi imaginación recrea cuando contemplo las palabras que Machado dedicó a otros lugares en los que jamás he estado. La falta de precisión y perfilado de las ilustraciones me recuerda a nuestra incapacidad de irnos o de volver del todo, de ese limbo en el que vivimos muchos, por querer vivir haciendo caminos. También me recuerdan a mi infancia, cuando en mi casa, en el pueblo, aún se utilizaban las palabras que Machado empleaba en sus poemas: pedregal, labores, patio, grillos, espiga… Me pregunto si los niños y las niñas del futuro tendrán que buscar esas palabras en el diccionario cuando lean a Machado y me descubro afortunada de haber sido partícipe de una cultura que parece estar en vías de extinción, como si Machado hubiera vivido en otro planeta con otros lenguajes y costumbres, cuando, en realidad, el poeta nos habla de este mismo lugar, de esta Castilla miserable, de ese viejo olmo en torno al que se reúnen las vecinas. Es este lugar donde se han perdido las palabras que definían las cosas que nos hermanaban con la tierra y con todo aquello que estaba profundamente vivo, porque, como decía, Machado «la verdadera poesía la hace el pueblo». Por ese motivo, quizá es ahora más importante que nunca volver a leer sus poemas, aprender a mirar de nuevo, descubrir los procesos y andar los caminos.
La nueva antología que nos propone Nórdica Libros es una edición donde el orden cronológico de los poemas dibuja el recorrido que el propio Machado realizó abriéndonos la puerta a entender las capas de su obra y de sus pensamientos, que siempre se encuentran condicionados por el contexto del autor. La cuidada edición genera un nuevo atractivo ante un poemario clásico y apuesta por el cuidado visual de sus ilustraciones, tipografías y espacios, permite atraer la mirada de viejos y nuevos lectores habitantes de un mundo plagado de imágenes digitales y distracciones. Es maravilloso que un libro nos invite a parar, a disfrutar de nuevo del papel y dejar de lado las pantallas para admirar los paisajes, los que surgen entre las páginas, los que construye nuestra imaginación y los que están ahí, al levantar la mirada.
Violeta Aguado Delgado