Entrevista a Richard Intriago, dirigente del Movimiento Nacional Campesino de Ecuador
Revista SABC
Cuando comenzó la pandemia, las terribles imágenes del caos en Guayaquil llegaron a las pantallas de todo el mundo. Lo que pasó después, sin embargo, no tuvo trascendencia mediática a pesar de ser una de las respuestas más contundentes y eficaces a la COVID-19. El campesinado lideró una reacción popular sin precedentes en el país.
Trueque campesino. Foto: Movimiento Nacional Campesino
Centro de acopio. Foto: Movimiento Nacional Campesino
«Como ustedes sabrán, el COVID le dio muy fuerte a nuestro país»— comienza Richard— «y la ciudad de Guayaquil se convirtió en el terrible epicentro de la pandemia desde la primera semana. El golpe que recibimos fue devastador, realmente era de llorar lo que estaba ocurriendo». El líder campesino y doctor en Agroecología, que vive muy cerca de Guayaquil, comienza su relato recordando también la completa paralización de los políticos y funcionarios, «escondidos» durante aquellas semanas de marzo y abril en las que los hospitales se colapsaron, había muertos por las calles y el miedo lo invadía todo.
La gente del campo también se guardó al principio, asustada de lo que ocurría, pero a los quince días fue insoportable: «Como dirigentes sociales, ya no pudimos estar más en casa. Nos comunicamos entre todos los miembros del movimiento campesino en el país y tomamos la decisión de dejar las cuarentenas y poner nuestras vidas al frente de un proceso de lucha por la supervivencia». Sabían que sumar fuerzas era clave, así que hicieron un llamamiento a todas las organizaciones sociales del país y plantearon rápidamente, de forma telemática y sin recursos, una estrategia conjunta. «Cuando la tuvimos, llamamos al gobierno nacional a un acuerdo para enfrentar juntos la situación. Ni ellos ni ninguna administración pública tenían ni idea de qué hacer. No dieron nunca respuesta». Ahí nacen las brigadas campesinas, pero también una asamblea nacional popular que al cabo de unos meses reuniría más de 1500 organizaciones de todo tipo.
La prioridad fue mantener con alimentos suficientes a las familias para que pudieran hacer la cuarentena. «En los barrios más pobres de Guayaquil la gente cada día tiene que salir a ganarse el alimento porque no tiene ni un euro al día para vivir. Los camiones no querían entrar a los centros de acopio de las ciudades por miedo a contagiarse y el precio de los alimentos se había multiplicado por siete. Por otro lado, el campesinado sabía que en las zonas rurales se estaba pudriendo la comida. Lo lógico era hacer una conexión entre el campo y la ciudad para que los alimentos llegaran; conocemos a nuestro pueblo y el sistema alimentario y sabíamos que estábamos a punto de enfrentar una crisis alimentaria y el caos social». Richard recuerda que en esos días si salías a la calle te detenían y sitúa en esa desobediencia campesina el primer punto de quiebre de todo lo que sucedería.
Brigadas Campesinas por la Soberanía Alimentaria
«Mucha gente que vivía alrededor de los centros de acopio nos pidió que les diéramos trabajo a cambio de comida. Y fue muy lindo porque eso lo hizo posible la solidaridad campesina».
Las brigadas empezaron a trabajar con las asociaciones de transportistas, coordinando cien camiones que se movían permanentemente por todo el país hacia los centros de acopio campesinos de la Costa, la Sierra y la Amazonía, trabajando con los colectivos de barrio y distribuyendo alimentos a las familias más necesitadas. «Una primera enseñanza importante fue que una distribución campesina masiva en las ciudades también regula precios. Comenzamos a suplir el papel de las terminales de víveres y los supermercados; y eso, sumado a nuestra enorme acción en redes sociales, asustó a los monopolios que habían aprovechado la situación para especular. En Guayaquil la alcaldesa reabrió la terminal de víveres por miedo a que nos quedáramos con todo el mercado, sin embargo, lo que buscábamos era la bajada de precios y la reactivación de los canales de comercialización», recuerda Richard. Cuando consiguieron estos dos objetivos, abandonaron Guayaquil y enfrentaron el problema en Quito y en otros lugares, donde también los mercados estaban cerrados.
Es importante tener en cuenta que hablamos mayoritariamente de pequeño campesinado, de un sector que enfrentaba su propia crisis al no poder comercializar y que, en algunos casos, no tenía una finca diversificada que asegurara su alimentación. No tenía capacidad de ser cien por cien solidario. «Lo que creamos fue un sistema de comercialización directa, los productores tenían asegurada su remuneración para trabajar tranquilos. Sin embargo» —apunta Richard—, «hay un comportamiento intrínseco de los campesinos que es la solidaridad: cuando le decíamos a un compañero que necesitábamos 500 racimos de plátanos, él nos decía que nos mandaba 100 más por su cuenta, por si acaso. ¡Eso no ocurre en el comercio común!». Entonces, ese «por si acaso» lo podían destinar a donaciones directas a las fundaciones que trabajan con quien más lo necesita o a la gente que les estaba apoyando a cambio de algún recurso o de alimentos, porque «mucha gente que vivía alrededor de los centros de acopio nos pidió que les diéramos trabajo a cambio de comida. Y fue muy lindo porque eso lo hizo posible la solidaridad campesina», señala.
El Movimiento Campesino fue registrando y contabilizando todo lo que pasaba para poder publicarlo. Calculan que aquellos primeros meses manejaron unos 2 millones de dólares en alimentos, personal voluntario, transporte, etc., una cantidad de recursos que llegó a más de 100.000 familias. Richard recuerda un debate al que le invitaron, organizado por el diario El Universo, donde, entre otras personas, estaba la alcaldesa de Guayaquil. «Ella dijo que habían invertido más de 35 millones de dólares para 150.000 familias; yo le dije que en cambio nosotros no habíamos tenido plata para invertir, pero habíamos movilizado 2 millones de dólares y ayudado a 100.000 familias. ¡Imagínese con 35 millones lo que hubiéramos hecho! Probablemente hubiéramos resuelto los problemas de la mayoría de ecuatorianos». El líder campesino denuncia que mucho dinero en las instituciones se pierde en corrupción y que, además, muchos de esos lotes de comida fueron a gente que no los necesitaba. La participación de las dirigentes barriales en los repartos fue clave porque sabían a dónde tenía que llegar el alimento. «Si hay que enfrentar otra crisis, la lección aquí está clara, le dije a la alcaldesa de Guayaquil, hay que contar con la organización social, que está dispuesta a dar la vida por su país y además conoce específicamente dónde están los problemas y las prioridades».
La participación de las dirigentes barriales en los repartos fue clave porque sabían a dónde tenía que llegar el alimento.
Abastecer de alimentos y proteger derechos
Todo era nuevo y se iban identificando y atacando las dificultades sobre la marcha. La población campesina de Ecuador también tenía problemas alimentarios por culpa del monocultivo, así que el siguiente paso fue poner en marcha el trueque como medio para enfrentar la crisis alimentaria y económica. Quinientas familias campesinas de la Costa hicieron intercambio con quinientas familias de la Sierra, sin medir el valor monetario, pensando en una cantidad de alimentos variados que pudiera alimentar a 500 familias durante quince días. «En la Costa llenaron un camión con naranjas, plátanos, mandarinas, zapallos, arroz… y en la Sierra esperaban los indígenas del páramo con lechugas, zanahorias, coles, tomates… Además, de manera simbólica, intercambiamos un pato y un cui para visibilizar la magnitud de lo lindo que estaba pasando», recuerda Richard con cariño. «Todos pensaron que habían ganado, que se les devolvía más de lo que habían dado, porque los productos de cada zona son subestimados, siempre se paga poco. El cambio fue una maravilla. Los medios lo difundieron porque no tenía que ver con nuestras luchas sociales, que es lo que la prensa esconde, y entonces comenzaron a replicarse, especialmente de mano de las organizaciones de mujeres». En Guayaquil la práctica del trueque ha arraigado a partir de entonces con una organización de unas 25.000 personas que intercambian de todo, ya no solo alimentos.
En palabras de Richard, el aprendizaje no tiene precio «porque supone saber cómo funcionamos, dónde atacar, cómo organizarnos». Afirma con rotundidad que el campesinado sabe cosas que ni el gobierno sabe, pero que, sin duda, el mayor logro fue la imagen que quedó de la población campesina. «Se escuchaba por todo el Ecuador que los campesinos han salvado el país, que están en primera línea con los médicos. No hay más que ver que ahora todos los políticos hablan bien de nosotros, porque si no, serían abucheados por la población». Pero repite que no fue fácil, él mismo pasó el virus y estuvo enfermo durante semanas. Recuerda con tristeza que, al inicio, se abrazó con los compañeros, decididos a ir adelante pasara lo que pasara y «efectivamente algunos de ellos ya no están porque murieron de COVID, incluso algunos miembros de la dirigencia nacional, compañeros clave nuestros».
Estas nuevas posiciones políticas sienten que les dan autoridad y ventaja, y sus convocatorias tienen ahora mucha más respuesta. Están preparados para poner en marcha lo que han llamado «la brigada del pueblo», que será clave de ahora en adelante. «El proceso ha ido creciendo de forma autónoma y la sociedad ha ido reparándose sin apoyo del gobierno y esto es muy importante para la crisis que está por venir. Este proyecto lo hemos hecho no solo para abastecer de alimentos, también para proteger derechos». Saben que el gobierno seguirá poniendo resistencia porque les ve como una amenaza permanente y porque a los monopolios no les interesa esta fuerza campesina. Richard recuerda que durante el confinamiento paraban sus camiones y se llevaban presos a compañeros porque solo podían pasar los alimentos de la industria, no los alimentos campesinos. «Cuando pasaba esto, viralizábamos rápidamente esos vídeos en redes sociales y como muy tarde al día siguiente nos liberaban los camiones». En ese sentido, a pesar de la dificultad que han tenido para comunicar su trabajo en los medios de comunicación convencionales, resalta la importancia que han tenido los teléfonos móviles y las redes sociales digitales para hacer posible todo este proceso. «Hemos tenido compañeros comunicadores que han estado documentando cada movimiento con cámaras por todos lados. Ha sido una comunicación popular, con muy buen trabajo de edición, algunos con subtítulos en inglés para que llegara a más países. Todo esto no nos ha costado nada; si solo calculamos el precio de esto, ¿a cuánto ascendería?».
«Cuando estamos unidos, hay capacidad de acción»
Hay un enorme trabajo que hacer con la población urbana para enfrentarse a las lógicas creadas por la industria alimentaria que han conseguido que el alimento se vea como una mercancía.
Pero habría cosas que mejorar, la autocrítica es constante. Las relaciones internas en Ecuador son muy complejas. «Somos muchas nacionalidades diferentes, muchas cosmovisiones… No hay unidad. Con las organizaciones exclusivamente indígenas no pudimos llegar a acuerdos, encontramos complicado cooperar con ellos». También reconocen que hay un enorme trabajo que hacer con la población urbana para enfrentarse a las lógicas creadas por la industria alimentaria que han conseguido que el alimento se vea como una mercancía.
Actualmente están abasteciendo al campesinado de insumos orgánicos —por la salud y para bajar los costos de producción—, creando un banco de semillas y, lo más importante, abriendo pequeños puntos de acopio en las ciudades. «Se trata de más de 1000 puntos en casas de gente que se quedó sin trabajo, de madres solteras, etc., donde instalaremos negocios de abastecimiento directo. Lo hacemos sin apenas plata, quien trabaje ahí será a cambio de un pequeño recurso y de alimentos, pero en esta primera etapa tenemos 1000 familias que van a recuperar así su economía». Para la organización esto son trincheras que, en un momento determinado, pueden activar y usar como canales de abastecimiento de medicinas o alimentos, una estructura que el año pasado no tenían y echaron de menos. «Lo vamos a sacar adelante; de eso no hay duda y sabemos cómo hacerlo».
Las redes que mantienen, como la Vía Campesina y algunas alianzas con organizaciones europeas, les han ofrecido difusión y protagonismo en espacios de diálogo internacional. Este reconocimiento honra a quienes se quedaron en el camino y da más fuerza al Movimiento Campesino para seguir adelante. «No hay organización popular en el mundo que haya enfrentado así la crisis, así presentaron nuestra experiencia».
Boticas campesinas, medicina ancestral contra la COVID
«Las boticas se crean a partir de lo que vimos en las Brigadas, cosas muy tristes, pero reales. Aquí los ancianos no tenían ninguna asistencia, yo mismo vi ancianos solos, echados a morir, que me decían que tenían ese virus. A menudo, tenían solo gripe, se les había tapado la nariz; pero mucha gente murió así, por miedo, no por COVID. Nuestras farmacias estaban desabastecidas. Así que la siguiente decisión fue crear las brigadas de salud y las boticas en los barrios más pobres, boticas populares, sencillas, pero con lo más importante: simplemente una mesa y un pocotón de hierbas de la Sierra, de la Amazonía y la Costa, jengibre, eucalipto, ajo, miel de abeja en monodosis con limón, etc. De esta forma había algo que tomar para pensar en curarse, y además con nuestra medicina ancestral. Comenzó a funcionar y no solo porque cura, sino porque la gente sintió que tenía algo con lo que protegerse de la enfermedad».
Richard Intriago
Revista SABC
PARA SABER MÁS
Vídeos de las acciones:
1) Pandemia en Ecuador: Respuesta de las organizaciones sociales al mal manejo gubernamental https://youtu.be/oS6Jj0nV-L8
2) Trueque Nacional https://youtu.be/WcgQxSQbkN8
3) Brigada de Salud: Boticas Campesinas https://youtu.be/kUxUDGMR46Q
4) Campesinos entran a Guayaquil para acabar con los altos precios en los alimentos https://youtu.be/O7B6_A-OJHY
5) Reportaje sobre el trabajo de las Brigadas https://youtu.be/22V6sOnR_b4
Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo