Revista SABC
Cuando se analizan las consecuencias ambientales y sociales de la producción de carne, suele haber un elemento central que se queda fuera del mapa: los impactos de la alimentación de la ganadería industrial. Dos informes recientes de Ecologistas en Acción y de GRAIN investigan en detalle este eslabón de la cadena alimentaria.
Fuente y más información: Ecologistas en Acción
El debate sobre el impacto ambiental del consumo de carne sigue abriéndose paso en cada vez más sectores de la sociedad, incluyendo a la población más joven. Escuchamos hablar de ello en las tertulias de los medios de comunicación generalistas, pero también en la calle. Y es que, lejos de los beneficios ambientales y sociales que genera la ganadería extensiva, con el pastoreo como práctica central, la ganadería industrial o intensiva no solo maltrata a los animales y genera importantes problemas ambientales por contaminación de suelos, agua y aire, sino que requiere numerosos tratamientos sanitarios, como los antibióticos, con probadas repercusiones en la salud humana. No podemos olvidar, además, que el hacinamiento prolongado de animales está relacionado con la aparición de virus como la gripe aviar o la peste porcina, que pueden derivar en zoonosis y pandemias que afecten al ser humano a gran escala.
La producción española tiene una responsabilidad importante en el crecimiento de este sector y cada vez está más orientada a la exportación. En el año 2018 se produjeron aquí más de 7 millones de toneladas de carne, a pesar de que el consumo en los hogares solo fue de 2 millones. En el caso del porcino, España es el cuarto mayor exportador mundial y el primero a China. Los impactos sobre el territorio de la instalación de macrogranjas se han estudiado con mucho detalle y la ciudadanía cada vez está más informada y organizada, especialmente en el medio rural, donde las numerosas iniciativas contra su instalación han conformado la coordinadora estatal Stop Ganadería Industrial.
Sin embargo, el debate social en los países enriquecidos a menudo se queda en esta parte más visible y cercana, pero no profundiza en la complejidad de la cadena alimentaria y en sus impactos globales, dejando fuera del análisis un elemento central ¿Cómo se alimenta a esta enorme cantidad de animales? ¿De dónde viene ese alimento y qué impactos provoca a su vez? Y es que todas estas cifras descomunales dependen de ingentes cantidades de pienso con un componente determinante, la soja. ¿Quizás no prestamos atención porque los impactos de la soja están fuera de nuestros territorios?
La proteína más rentable
La expansión mundial de la soja se inició a mediados de los noventa, a partir de los avances en la ingeniería genética que hicieron posible la soja transgénica resistente al herbicida glifosato, patentada por la transnacional Monsanto (fusionada con Bayer desde 2018). La implantación de los transgénicos estuvo ligada a una fuerte resistencia campesina y ciudadana, que advertía de los problemas de estos cultivos para la biodiversidad y para las economías locales. El tiempo lo demostraría.
Hoy en día el cultivo de soja alcanza los 125 millones de hectáreas, una superficie que equivaldría a la suma de toda la península Ibérica y Francia; desiertos verdes que apenas necesitan mano de obra pues todo su ciclo, altamente dependiente de insumos y energía, está mecanizado. Esta expansión es responsable, entre otras cosas, de la deforestación, pero también ha supuesto una enorme pérdida de biodiversidad y de hábitats, además de provocar el desplazamiento de poblaciones rurales y originarias que son desposeídas de sus medios de vida tradicionales y se ven empujadas a la pobreza.
El 87 % de la soja importada por la UE está destinada a la fabricación de piensos para ganadería. Es un componente esencial de estos productos debido a su elevado contenido de proteína (38 % del haba, 48 % de la harina), con aminoácidos esenciales para el desarrollo de los animales. El auge de la ganadería industrial en el Estado español ha ido en paralelo también la fabricación de piensos para la alimentación industrial de aves y cerdos (recordemos que la mayor parte de la carne de caprino y ovino procede de la ganadería extensiva), hasta liderar el ranking de productores europeos, con 37,5 millones de toneladas producidas en 2018 según datos de la Federación Europea de Fabricantes de Alimentos Compuestos (FEFAC).
El desembarco de la soja
En la Unión Europea, la mayoría de soja utilizada en ganadería se importa del continente americano (Brasil, Argentina y EE. UU.) en forma de haba y de harina. En 2019, España importó 2,8 millones de toneladas de harina de soja (también llamada torta) que entran por diferentes puertos, entre los que destacan Barcelona, Tarragona y Huelva; en el caso del haba de soja, se importaron 3,3 millones de toneladas, concentradas en los puertos de Barcelona, Bilbao y Cartagena, donde se sitúan plantas molturadoras de las multinacionales Bunge y Cargill, que la transforman en harina y aceite. Finalmente, la harina de soja se distribuye por tierra mediante importantes sistemas logísticos (ferrocarril en su mayoría) con destino a las plantas elaboradoras de piensos, concentradas sobre todo en Catalunya, Aragón y Castilla y León, los territorios con mayor cabaña ganadera industrial.
El informe El papel de Catalunya y el Port de Barcelona en la construcción de un sistema alimentario (in)sostenible, recientemente publicado por GRAIN, analiza en detalle el papel del puerto de Barcelona en el negocio de la soja, pues es por esta estructura logística por la que entra el 44 % del total de habas de soja importadas por el Estado español. Es interesante aterrizar estos datos. Hablamos, en toneladas, de 1,5 millones, que en superficie de cultivo suponen medio millón de hectáreas dedicadas al monocultivo de soja. Respecto a su procedencia, la mitad viene de Brasil, donde el gobierno de Bolsonaro se ha caracterizado estos años por sus abiertas conexiones con el agronegocio de la soja, al que ha favorecido con sus políticas. Actualmente, la zona de mayor producción de soja en este país se encuentra en las tierras deforestadas de la zona septentrional del Cerrado (la sabana más grande del mundo, de una enorme riqueza ecológica), por lo que podemos decir que anualmente la entrada de soja por el Puerto de Barcelona procedente de Brasil es el equivalente a unas 230.000 hectáreas de deforestación, un 14 % de todos los bosques de Catalunya. El procesamiento de esta soja supone 900.000 toneladas de CO2 equivalente al año, un 2 % de las emisiones de gases de efecto invernadero de Cataluña. Es paradigmático que, con estos datos, Barcelona sea este año la capital mundial de la alimentación sostenible.
De soja a carne
La producción de piensos se enmarca en el modelo de «integración ganadera», en que una misma empresa cubre todo el proceso productivo, desde la fabricación de los insumos necesarios para la producción (incluidos los piensos), hasta la transformación y comercialización de los productos finales. En este complejo proceso participan numerosas granjas de personas particulares que, a modo de franquicia, firman un contrato con la empresa y reciben todo lo necesario para cumplir su delimitado papel, sin ninguna capacidad de decisión ni maniobra y asumiendo muchos riesgos.
El trabajo de investigación de Ecologistas en Acción, Los rostros de la soja, arroja luz sobre este sector económico y proporciona información sobre los principales fabricantes de piensos del Estado, clasificados en función de las diferentes fórmulas de integración empresarial existentes. Por un lado, los holdings empresariales, con actividad en otros sectores como la construcción, la energía o las finanzas; existen también las empresas integradoras, que suministran todos los insumos necesarios a las granjas “asociadas” a las que les compran toda su producción, que transforma y comercializa la misma empresa a través de otras filiales o marcas; y, por último, las grandes cooperativas, cuyo origen son cooperativas ganaderas que producían su propio pienso y que, con los años, fueron ampliando su control sobre los eslabones de la cadena e incorporando elementos del modelo de integración vertical (del funcionamiento cooperativo mantienen poco más que el nombre).
Vemos, entonces, que la producción de carne industrial aglutina diferentes cadenas de producción largas y monopolizadas por una pocas empresas en determinados puntos del proceso. Para analizar su impacto, se requiere una visión amplia. No puede dejarse de lado toda esta complejidad, que trasciende en mucho nuestro territorio en un ejemplo muy claro de mercado globalizado, con impactos ambientales, sociales, culturales y un poder creciente en manos de empresas con estrechos vínculos con el poder político. Este es el verdadero precio final de la carne y sus derivados, que parecen tan baratos en los supermercados.
Principales perfiles industriales productores de pienso en España
Fabricante de piensos | Producción anual de piensos (t) | Grupo empresarial | Relación con integradoras y otras empresas del grupo |
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Holdings empresariales |
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NANTA SA Principal empresa productora de pienso en España |
2.850.000 (2016) |
NUTRECO Empresa internacional líder en nutrición animal. Integrada a su vez en SHV Holdings (Makro, SHV Energía, etc.). |
Nutreco es propietaria del Grupo SADA, COPAGA e INGA FOOD, dedicadas a la producción y transformación industrial de carne. Comercializa marcas como CUK o PIMPOLLO. |
CEFUSA Empresa integradora productora de pienso y de carne de porcino y vacuno |
(No disponible) |
GRUPO FUERTES De origen español, tiene presencia internacional con marcas como El Pozo (gran proyección en Asia), AquaDeus, Profusa, Terra Natura, etc. |
CEFUSA facilita la mayor parte de las materias primas a la transformadora El Pozo, con una producción superior a las 450.000 t anuales solamente en su sede de Murcia. Grupo Fuertes es también propietario de Procavi, otra integradora cárnica. |
Empresas integradoras |
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VALL COMPANYS Producción de piensos para más de 2100 granjas asociadas al grupo. |
2.000.000 |
Integradora de porcino, vacuno y avícola con presencia en todo el Estado, con marcas como Agroturia, Frimancha, Fripor, etc. |
El Grupo produce en total más de 550.000 t de carne anuales, destacando la producción porcina. A través de filiales, como la integradora Agrocesa, vende sus productos a la marca Campofrío. |
PIENSOS COSTA AVISERRANO Producción de piensos para más de 1000 granjas asociadas al grupo. |
>1.000.000 |
COSTA FOOD GROUP Integradora de carne de porcino y aves. Sus exportaciones suponen más el 50 % de su facturación. |
Segundo productor de porcino estatal. Provisiona a grandes supermercados a través de marcas como Villar, Casademont o Costa Food Meat. Proveedor de carne de ave y derivados a Mercadona a través de Avinatur. |
Grandes cooperativas |
|||
BONÀREA COOPERATIVA Productora de pienso e integradora ganadera de porcino, avícola y vacuno. |
>1.000.000 |
BONÀREA AGRUPA Cuenta con más de 4.500 agricultores y ganaderos. Producción (2019): 36 millones de pollos, 800.000 cerdos de engorde, etc. |
Línea alimentaria principal que cubre de principio a fin la cadena alimentaria. Bonàrea comercializa sus productos a través de sus más de 500 tiendas propias repartidas por todo el territorio español. |
COREN AGROINDUSTRIAL Proveedor de insumos y servicios a integrantes del grupo: piensos, I+D, etc. |
>1.000.000 (2015) |
COREN Cooperativa de segundo grado con cerca de 5000 socios e integrados, en avícola, porcino y vacuno. Está entre las 100 cooperativas con mayor facturación a nivel mundial. |
La propia cooperativa transforma la carne en sus instalaciones a través de su propia marca (Coren), que distribuyen en grandes cadenas de supermercados y establecimientos propios. |
Fuente: Ecologistas en Acción a partir de datos de las empresas del año 2020
El monopolio de la exportación mundial de granos
En la conexión de la soja entre el Cono Sur de América y el Estado español, las empresas Cargill y Bunge juegan un papel fundamental. Su mecanismo monopólico de intermediario logístico global les da un poder enorme hacia ambos lados de la cadena de suministro. Pueden marcar los precios a los que pagan el grano y el precio al que lo venden. El caso de la soja es un buen ejemplo, pues estas empresas son las responsables de comprar las habas a los empresarios agrícolas locales, almacenarlas en sus silos, llevarlas al otro lado del océano, descargarlas y almacenarlas en destino, en ocasiones, procesarlas como harina en el puerto de desembarco y venderlas a las fábricas de piensos citadas en este artículo.
De hecho, aunque Cargill es la segunda empresa privada más grande de EE. UU., poco se conoce de ella. Su propaganda corporativa lo dice todo: «somos la harina de su pan, el trigo en sus fideos, el maíz en sus tortillas, el chocolate en tu postre, el aceite en tu ensalada, la carne de tu cena o el algodón en tu ropa». Actualmente, el 88 % de la propiedad de la empresa sigue en manos de la familia Cargill, catorce de cuyos miembros son multimillonarios. Actúa en 70 países y mueve cada año 200 millones de toneladas de maíz, soja o trigo. Pero sobre ella recaen muchas miradas de preocupación. En el caso de Brasil, Cargill y otras empresas aceptaron la moratoria de ampliación de cultivos de soja en la Amazonía, pero simplemente desplazaron geográficamente sus intereses. Sus mecanismos de compra se extendieron entonces hacia la región de El Cerrado, un ecosistema vital para toda la red fluvial del que solo en 2018 se perdieron 95.000 km2 a costa de cultivos de soja.
Para profundizar en este análisis, recomendamos lecturas como el informe de Greenpeace Cargill: the company feeding the world by helping destroy the planet.
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PARA SABER MÁS
Los rostros de la soja, de Ecologistas en Acción
La ruta de la soja: el papel del puerto de Barcelona, de GRAIN
Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo