Ilustración: Bitxo
¿Qué pasaría en ese complejo entramado que es la economía global actual si cada territorio situara la alimentación en el centro? Esto supondría hacerse cargo de ella colectivamente, reorganizando el sistema alimentario en función de las características de cada lugar, pero también responsabilizarse de la alimentación en lo individual de forma generalizada e incondicional: darle el valor que tiene para la vida, reaprender sus ciclos, disfrutar de sus procesos, apreciar y cuidar lo que la hace posible y sostener entre todas el motor de una nueva economía. No permitir que los alimentos sirvieran para enriquecer a unos pocos, minimizar sus viajes y los insumos externos para su producción, controlar la alimentación desde abajo, haría que los pilares de la economía capitalista se estremecieran y se agrietaran.
En este número nos hemos situado en ese escenario futuro y nos hemos preguntado qué ha hecho falta para llegar. No hemos podido hacer la lista completa, pero nos hemos aproximado a aspectos clave, como el papel fundamental de lo rural en este camino, la vuelta a la comunidad, la necesidad de políticas públicas valientes o la importancia de un cambio cultural profundamente ligado al cambio material. Muchas de estas acciones y procesos ya están sucediendo y puede que quienes leáis estas líneas estéis protagonizando estas transformaciones en vuestros territorios.
Partimos de una reflexión crítica de quienes dedican su vida a construir a contracorriente un sistema alimentario radical. ¿Nos ayudará el virus a organizarnos?, esa es la pregunta que trata de responder Livi: «nuestras propuestas deben replicarse, pero se encuentran en encrucijadas múltiples, todas ellas son acuciantes». Ser capaces de evaluar sin censura lo que hemos construido, de aprender de los errores, de incorporar nuevas miradas, puede ser un buen lugar desde donde comenzar.
Reunimos las voces de jóvenes que construyen comunidad defendiendo el medio rural, de quien lleva años estudiando las dinámicas de las aldeas, de expertas en agroecología, municipalismo y economía feminista, de activistas por los derechos laborales de las temporeras y de responsables de políticas públicas con experiencias interesantes que compartir. Pensamos que en sus reflexiones, y en las que seguro que provocarán, están los ingredientes necesarios para continuar un camino de transformación que ahora es más urgente que nunca.
En las visitas de campo nos aproximamos a la situación que vive el campesinado en África Oriental y en Colombia, donde la mayor preocupación no es la COVID-19, sino los conflictos armados, los monocultivos y las plagas que arrasan con las formas de subsistencia, todo ello íntimamente relacionado con el sistema alimentario industrial. Y también visitamos la cooperativa Barikamà, cerca de Roma, puesta en marcha por un grupo de extemporeros de origen africano y gracias a la cual han conseguido dignidad, autonomía y algo parecido a ser felices.
En los contenidos que venimos compartiendo en estos diez años de trayectoria, nos ha preocupado siempre la necesidad de complejizar los argumentos, de interpelarnos, de acabar con las verdades universales, con las recetas y con las dicotomías. Otro objetivo, quizá más reciente, es ser capaces de encontrar la calma desde donde cuestionar, decidir y actuar. Por eso, después de estos meses en que el equipo de la revista hemos vivido de primera mano los peores efectos de la crisis sanitaria, nos parece especialmente apropiada la portada que, nos consta, Bitxo disfrutó tanto haciendo. Encontremos esa calma en medio de tanto ruido.