José PASTOR GONZÁLEZ
Quién te cerrará los ojos, de Virginia Mendoza. Ed. Libros del K.O.
Quién te cerrará los ojos está dedicado a quienes se quedaron cuando todo el mundo se marchó. A quienes mantienen el fuego encendido, la casa abierta, la memoria viva, el pueblo —todavía— habitado. El libro recoge las historias de los hombres y las mujeres que resisten en pueblos olvidados; historias de resistencia, esperanza, amor, coraje; historias de arraigo y soledad en la España rural.
Es la historia de Primitiva y del fotógrafo estadounidense Eugene Smith en Deleitosa (Cáceres), una historia de posguerra, miedo, mentiras y memoria.
Es la historia de Generosa y su hijo Ángel Luis en Espierba (Huesca), el relato de quienes se niegan a abandonar el lugar donde nacieron. Una historia de pastores, de soledad, de resignación y protesta, de orgullo, del empeño de Ángel Luis por elaborar el primer diccionario de belsetán.
La historia de Antonio Carricosa que abandonó la ciudad y su trabajo de asesor fiscal, para ponerse manos a la obra y recuperar Los Rubios (Badajoz), para que el vecindario volviera, para que vuelva a ser un pueblo.
O la historia de amor de Sinforosa y Martín en La Estrella (Teruel), cincuenta y cinco años juntos, treinta y cinco ellos dos solos.
En este viaje de Virginia Mendoza también nos acompañan Miguel Delibes, Julio Llamazares, Camilo José Cela, Azorín, Avelino Hernández, Henry David Thoreau, Sergio del Molino... Escritores y libros que añaden otras miradas, otros ámbitos, otras épocas, otras voces.
La autora recorre estos pueblos abandonados y se sienta a hablar y a escuchar a estos últimos habitantes, testigos y centinelas de una cultura, de una forma de vivir y de entender la vida que está desapareciendo en silencio. Virginia Mendoza les deja y hace hablar, reír, recordar, dialogar, soñar, preguntar... Les da vida y voz para que sus historias no caigan en el olvido. La voz de la autora va tejiendo, va dando pinceladas para que miremos con otros ojos, para que entendamos la decisión de quedarse, para que comprendamos la importancia de una forma de vida basada en el arraigo a la tierra, para que entendamos el amor al lugar que nos vio nacer.
La mirada de Virginia Mendoza es acogedora, poética, diversa, afectiva, certera. Una mirada que se posa en objetos cotidianos: «Cuando en España solo la nobleza podía usar arma blanca, se inventó una versión reducida y plegable del cuchillo: la navaja. Este objeto, ideado en el siglo xvi y elaborado a base de yunque y martillo, se convirtió en un símbolo para el pueblo llano: no solo era su arma, era la herramienta que utilizaba para comer, para abrir cartas y para afilar lápices; un objeto personal que permanecía en el mismo bolsillo hasta la muerte de su portador y que algún familiar heredaba».
Una mirada que se posa en el polvo del camino: «El olor a polvo no tiene metáforas posibles. Así olían los encuentros con mi abuelo. Regresaba del campo con un revestimiento ocre sobre el mono azul que también rellenaba los surcos de una piel oscurecida por el sol. En los labios me quedaba el olor, el sabor que ahora reposa sobre mis hombros. Mi abuelo sabía a tierra seca».
Una mirada que se posa en el daño que causan los prejuicios y que acertadamente analizó Marc Badal en Vidas a la intemperie: «Sinforosa sabe que no la invitarán a los debates que escucha por la radio para contar cómo es la soledad, qué tiene el campo que no la deja marchar, cómo se vive un invierno aislado, qué se siente al no tener vecinos y qué problemas de seguridad plantea su forma de vida. Y, como lo sabe, que para eso ya están los de la ciudad, necesita aclarar lo que da por hecho que pensamos: que es tonta. Y se lo repite constantemente: “Soy tonta”. Y puede que hasta se lo crea».
Una mirada que se posa en el día a día: «El bar es un buen indicador para evaluar el riesgo de desaparición de un pueblo español. Pasar de siete a dos es, sin duda, alarmante. Casi mortal. Un trauma que solo supera la desaparición de un colegio, la verdadera sentencia de muerte de los pueblos. Cuando ya no quedan niños, el futuro muere un poco».
Una mirada que se posa en la necesidad de ser escuchado: «Martín no sonríe por cortesía: disfruta del contacto con la gente. Vive con la necesidad de compartir los secretos de las abejas, de los pájaros, de las trufas y de las cerezas».
Quién te cerrara los ojos, junto a Palabras mayores de Emilio Gancedo y Los últimos de Paco Cerdá, son libros necesarios. Son crónicas de un mundo rural que está desapareciendo en silencio, un mundo rural del que formamos parte. Son libros de viajes. Son literatura. Son memoria. Son historia. Son la voz, el eco, de un mundo olvidado que se resiste a morir.
José Pastor González
Autor de los libros de poesía Cuidado con el perro (Ediciones Raro, 2009), El ruido de los cuerpos al caer (Editorial Groenlandia, 2012), Alguien tiene que limpiar la mierda (RaRo, 2013), Cuadernos de veredas (Piedra Papel, 2016) y Cuando los trenes paraban en todas las estaciones (Versátiles, 2020).
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