Cúiper. Recolectando habas en la huerta de Foios. Foto: David Segarra
Vivimos en una sociedad que ha normalizado el individualismo, que cree que el ser humano está por encima del resto de seres vivos y que es capaz de controlar los procesos naturales. Esta particular forma de entender la vida ha hecho que nuestra mirada se reduzca cada vez más, que dejemos de percibir una enorme cantidad de interrelaciones y su valor. El ecofeminismo, que hemos tenido muy presente en todo el proceso de elaboración de este número, nos recuerda algo que debería ser obvio y no lo es: necesitamos de otras personas y de la naturaleza para poder vivir. Necesitamos ser cuidadas, cuidar y cuidarnos.
Pero ¿somos una sociedad cuidadora? Escribimos este editorial el primer día oficial de confinamiento por el estado de alarma decretado a causa de la epidemia de COVID-19 en el Estado español. Una situación excepcional como esta desvela en gran medida nuestra naturaleza. ¿Qué vemos a nuestro alrededor? ¿Nos preocupa el bien común? ¿Es ahora un buen momento para reflexionar sobre su significado?
Uno de los aspectos que destacan en varios contenidos de este número es que los cuidados en sentido amplio deben entenderse de forma contextualizada, a partir del territorio del que se es parte, que está inseparablemente unido a nuestras historias de vida, recuerdos, deseos y afectos. «Se trata de pensar desde lo pequeño, desde la peculiaridad de cada espacio, dando protagonismo a sus habitantes, atendiendo las carencias específicas y huyendo de las grandes planificaciones externas que tienen el poder de homogeneizar realidades muy diversas», afirma Uxi en su artículo «Cuidar la vida en el medio rural». Pequeño, peculiar, diverso... son adjetivos que chocan con los ritmos y las reglas de la economía de mercado predominante; una vez más nos encontramos frente a la necesidad urgente de cambiar radicalmente el sistema y nuestra mirada sobre la realidad.
Os ofrecemos unas páginas especialmente cargadas de ruralidad. Miramos con la lupa de los cuidados algunas actividades cotidianas que se desarrollan en pueblos y que tienen una forma particular de cuidar: los lavaderos públicos, las farmacias rurales, el profesorado y la iglesia de base, comprometida con la población frágil. Os traemos los aprendizajes que nos ofrece Tareixa y su larga trayectoria como terapeuta y facilitadora de procesos colectivos en organizaciones rurales. Y nos preguntamos sobre los cuidados de las personas más mayores y las iniciativas comunitarias que existen para un envejecimiento feliz.
Las secciones que completan este número, nos parece que enriquecen las reflexiones y siguen, a su manera, hablando de cuidados. Desmontamos al «paleto cómico», que tanto ha maltratado la imagen de los pueblos en general y de la actividad agraria y ganadera en particular, y lo combatimos con la alegría del festival Son Labreg@, en Galiza, que reconstruye el orgullo de ser campesina. Reconocemos las raíces árabes de la agricultura mediterránea para fortalecer los puentes con la cultura que una vez fue la nuestra y con sus gentes. Y también hemos conocido a dos activistas del joven movimiento Fridays for Future, a quienes teníamos ganas de preguntarles por su percepción sobre la ruralidad y la alimentación.
Vivimos momentos y situaciones que nos ofrecen una buena excusa para interpelarnos como sociedad, para seguir deconstruyéndonos en lo personal y en lo colectivo. Aquí os dejamos nuestra humilde aportación, como siempre sintiéndonos privilegiadas por estar tan bien acompañadas en cada número.