Jaume FRANQUESA
Cooperativa de queso y yogur en Derick (Rojava). Foto: WJAR
Un fantasma recorre Europa, pero no es aquel que vislumbrara Marx. Se trata del auge y la extensión de partidos y movimientos de extrema derecha, prestos a aplicar políticas excluyentes y antidemocráticas, encumbrar liderazgos autoritarios y promover una visión jerárquica del orden social. En la Europa de los últimos años, la lista de partidos de ultraderecha, con sus respectivos líderes con ínfulas autoritarias —de Salvini a los hermanos Kaczynski y de Viktor Orbán a Nigel Farage—, no ha hecho más que crecer; de hecho, hoy en día acumulan de media alrededor del veinte por cierto de los sufragios. De esta tendencia no se salvan ni aquellos países que hasta hace poco se suponían inmunes al «contagio» —véase el caso español— ni los estados del bienestar más consolidados, como atestigua el auge del partido ultranacionalista y antiinmigración Demócratas de Suecia, asentado como tercera fuerza parlamentaria y cuya base de votantes se encuentra en el mundo rural.
Pero esta última observación no nos debe llevar a equívoco: el presunto carácter mayoritariamente rural de este fantasma, sugerido con veleidades exculpatorias por no pocas voces del progresismo urbano, debe ser negado sin ambages. Más allá de ciertas especificidades nacionales, la extrema derecha gana apoyos tanto en contextos rurales como urbanos. Pero como fenómeno que también es rural, la renovada crecida del fantasma requiere que quienes desean construir un mundo rural más abierto, próspero y vivo le presten atención y lo combatan.
Esta última era la premisa de partida del congreso «Populismo autoritario y mundo rural», auspiciado por una serie de organizaciones progresistas, tanto de carácter académico como activistas, incluida La Vía Campesina, al que asistí en la ciudad neerlandesa de La Haya en marzo de 2018. El congreso combinó conferencias y mesas redondas —donde diversos testimonios daban cuenta de la extensión de las políticas reaccionarias en el mundo rural, desde Estados Unidos hasta Turquía y desde Alemania hasta Brasil— con sesiones de más pequeño formato, proclives a generar oportunidades de discusión y reflexión. El congreso constituyó el evento inaugural de la Iniciativa para una Política Rural Emancipatoria (ERPI, por sus siglas en inglés), un proyecto que busca generar complicidades y debate entre la diversidad de agentes vinculados al mundo rural preocupados por el renacer de corrientes políticas autoritarias y excluyentes.
En este sentido, el objetivo de ERPI es triple: comprender las razones que explican la creciente penetración de la extrema derecha, analizar las consecuencias de este proceso y, por último, detectar y ayudar a desarrollar formas de resistencia y alternativas al fenómeno. Con este horizonte en mente, a partir del congreso, se fueron creando grupos o comisiones geográficamente circunscritos. Así, junto con otros investigadores como Natalia Mamonova (Instituto Sueco de Asuntos Internacionales) o Giulio Iocco (Universidad de Calabria) he colaborado en la puesta en marcha de ERPI-Europa.
En su año aproximado de vida, desde ERPI-Europa hemos puesto en movimiento varias iniciativas, tales como mesas de debate o una página de Facebook donde se comparten noticias y propuestas para luchar contra el auge de la extrema derecha en el campo europeo. Asimismo, estamos preparando un número monográfico para la revista Sociologia Ruralis, que cuenta con una gran variedad de estudios de caso, tales como, entre otros, las políticas rurales (y xenófobas) de Orbán en Hungría, el porqué del respaldo mayoritario al Brexit en la Inglaterra rural o el creciente apoyo a la Lega de Salvini entre los agricultores de la Italia meridional. En su introducción, los coordinadores de este número destacamos algunas de las ideas que hemos aprendido durante estos meses de reflexión y puesta en común. Destacaré dos que me parecen especialmente importantes:
La primera, que debemos buscar el origen del auge de la extrema derecha en décadas de políticas agrícolas neoliberales que han precarizado y empobrecido a los habitantes del mundo rural europeo, socavando su autoestima y alimentado el sentimiento de abandono, y todo ello en un contexto general de erosión de las soberanías populares.
La segunda, que la construcción de alternativas tiene que forjarse a partir de iniciativas localizadas pero capaces de crear conexiones, tanto en el ámbito regional, nacional y transnacional, como también, y quizás especialmente, entre el campo y la ciudad. Para citar solo dos ejemplos bien distintos, podemos referirnos a Fuorimercato —una organización autogestionaria, creada a partir de la alianza entre una fábrica recuperada en el norte de Italia y una asociación de defensa de las condiciones laborales de los migrantes del enclave agrícola sureño de Rosarno— y al Village Action Movement de Suecia, un movimiento que agrupa más de 4000 municipios y que tiene por objetivo promover iniciativas económicas, reforzar redes solidarias y mejorar las condiciones de vida en el entorno rural. Ambos movimientos se desarrollan en contextos golpeados por la crisis, donde la extrema derecha gana apoyos explotando la frustración existente y proponiendo respuestas facilonas. Pero, con su acción, estos y otros movimientos hermanos demuestran que es posible responder al sentimiento de abandono y la demanda de dignidad del mundo rural desde posiciones emancipadoras, comprometidas con el entramado social local y su medio ambiente, posiciones que, hoy más que nunca, son y deben ser decididamente antifascistas.
https://www.facebook.com/TheERPI/
Jaume Franquesa
Profesor titular de Antropología en la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo