Congreso de mujeres para una solución democrática en Siria, 2016. Foto: WJAR
Estos últimos meses, mientras preparábamos este nuevo número de la revista que aborda el auge fascista en clave rural, hemos ido repitiendo un eslogan que nos parece afortunado: «ruralismo o barbarie», dando un giro a la conocida expresión de Rosa Luxemburgo «socialismo o barbarie».
Esta expresión aparece recogida en su documento La crisis de la socialdemocracia alemana, escrito en 1915 desde la prisión. Como ella explica, «o triunfa el imperialismo y provoca la destrucción de toda cultura y, como en la antigua Roma, la despoblación, desolación, degeneración, un inmenso cementerio; o triunfa el socialismo, es decir, la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo, sus métodos, sus guerras».
Han pasado más de cien años, ¿estamos viviendo el escenario de barbarie que Rosa Luxemburgo predijo? Podemos afirmar que ha triunfado el imperialismo del siglo xx, el capitalismo globalizado. Basta con pensar en la emergencia climática, en el aumento de la brecha entre personas ricas y pobres, en el crecimiento imparable del comercio de armas o en que los muros (literales y simbólicos) se han multiplicado. A la vez, observamos un aumento de la represión, del odio y el resurgir del fascismo en el Estado español. Un fascismo que, como veremos en este número, tampoco se fue nunca del campo ni de la alimentación. Como decía Bertolt Brecht, «¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada del capitalismo que lo origina?». En esta publicación llevamos casi diez años denunciando el capitalismo, por tanto, no podemos sino considerarnos un espacio antifascista.
Tras las elecciones del 10N, como siempre, sociólogos, politólogos y tertulianos analizan resultados, estrategias, posibilidades de gobierno y proyecciones de futuro. Todo un modelo económico, cultural, social y educativo construido alrededor de la democracia liberal representativa, que legitima a una clase política para que, solo ella, tome las decisiones. ¿Esta partidocracia tiene capacidad para resolver los problemas diarios de la gente? Desde aquí, cada vez tenemos más claro que más bien es al contrario y lo vemos, esperanzadas, en el aumento de las movilizaciones de calle y de las acciones de desobediencia civil pacífica. Reapropiémonos, desde abajo, de la palabra democracia y miremos al futuro desde la memoria, que es, en gran parte, rural. Inventemos nuevos paradigmas de gobernanza basados en ejercicios masivos, conscientes y cotidianos de democracia real. Así lo estamos haciendo ya con la economía, generando circuitos de proximidad, adaptados a los territorios, a escala humana, observando la naturaleza como hacían nuestras abuelas y repensando nuestras necesidades. Y queda mucho por avanzar, empezando por la necesaria autocrítica de nuestros movimientos: ¿estamos siendo capaces de transmitir propuestas realistas para hacer frente al despoblamiento y a los problemas del campesinado?
En este número y con este contexto bien presente, revisamos la naturaleza de la agroecología para resituarla y erigirla como una herramienta de lucha frente a la extrema derecha. Repasamos elementos del pasado que fueron importantes en la conformación de nuestro medio rural, los pueblos de colonización del franquismo, y también nos preguntamos cómo influyó la dictadura fascista en la consolidación de las multinacionales españolas de la alimentación. Como muestra del fascismo del siglo xxi, nos ha parecido significativo visitar Brasil por la estrecha relación de su gobierno con la agroindustria y la importancia del movimiento campesino e indígena. Mostramos algunas iniciativas del medio rural que utilizan de forma cotidiana la resistencia pacífica, la desobediencia y la incidencia política para denunciar la relación entre capitalismo y fascismo y mantenemos una conversación sosegada con tres jóvenes activistas, preguntándonos sobre el diálogo intercultural, la desafección política y la capacidad de transformación que tienen los pueblos. Acompañan este bloque otros contenidos como una visita a la realidad campesina del Valle del Jerte o el testimonio de una sanadora guatemalteca sobre la herida organizativa, comunitaria y espiritual que causan los monocultivos.
Con este número, pretendemos aportar materiales para reflexionar y fortalecer la conciencia crítica, principal antídoto contra el fascismo. Marina Garcés dice que «la credulidad, creer lo que nos cuentan es la base de toda dominación porque implica una delegación de la inteligencia y de la convicción». Cuenta que tenemos por delante la tarea de tejedoras insumisas, incrédulas y confiadas a la vez. «No os creemos, somos capaces de decir, mientras desde muchos lugares rehacemos los hilos del tiempo y del mundo con herramientas afinadas e inagotables».