Zoe W. BRENT, Mads BARBESGAARD y Carsten PEDERSEN

discursos SilviaPerez

Manifestación contra la despoblación en Madrid, marzo de 2019. Foto: Silvia Pérez

Nuestro vínculo con el océano ha cambiado mucho a lo largo de los siglos. Para quienes se dedican a la pesca, es su base vital y para el comercio, el océano se considera simplemente una superficie para transportar bienes. A principios del siglo xx, se dio paso a otra época centrada en la extracción de recursos oceánicos del fondo marino y hoy se habla de la economía azul, que promete una victoria en los frentes ecológico, social y económico

 

El discurso en torno al crecimiento azul, la economía azul, la revolución azul y términos afines representa un cóctel muy sugerente basado en tres ingredientes principales: [1]

    • 1 componente de conservación: para calmar la sed de la sociedad a favor de la acción contra el cambio climático y atraer inversiones privadas hacia zonas marinas protegidas y turismo sostenible.
    • 1 componente de proteína: para satisfacer la creciente demanda mundial de proteína y nutrición saludable a través de la expansión de proyectos de acuicultura a gran escala que exigen una gran cantidad de capital, al tiempo que ignoran las consecuencias socioecológicas negativas de esta tecnología.
    • 1 componente de energía y extractivismo: para refrescar el paladar con un estallido de energía eólica y un toque de nuevos minerales submarinos, sin alterar el sabor familiar y persistente del petróleo y el gas.

Aunque cada uno de los tres ingredientes principales ya contaba con su propia historia y trayectoria mucho antes de que el término economía azul se pusiera de moda, lo que hace que este cóctel sea tan potente es la sinergia de los tres elementos, aglutinados bajo un elegante marco que persigue redefinir una política oceánica que pueda reunir el apoyo de muchas partes interesadas.

La promesa del crecimiento azul

 
   El discurso de la economía azul ha abierto un espacio para una coalición amplia de diversos agentes y agendas, desde los conservacionistas hasta las empresas mineras.   
 

En 2012, la Conferencia Río+20, dando seguimiento a la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro de 1992, promovió la idea del «crecimiento verde» como una manera de lograr un desarrollo sostenible y responder a las preocupaciones ecológicas y económicas de la sociedad. Organizaciones intergubernamentales, nacionales y conservacionistas empezaron a utilizar el término «crecimiento azul» para poner la problemática de los océanos encima de la mesa y, posteriormente, el concepto se extendió al panorama internacional a través de conferencias internacionales (la conferencia anual Our Ocean iniciada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos), innumerables informes, artículos, marcos de políticas intergubernamentales y estrategias nacionales y de la misma Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

El revuelo que ha causado el crecimiento azul, la economía azul, la revolución azul, los foros de inversión azul, el carbono azul, la minería azul e incluso la moda azul puede dar vértigo, y el consenso sobre su significado sigue lejos de alcanzarse. Sin embargo, esta falta de concreción reviste un valor estratégico. El discurso de la economía azul ha abierto un espacio para una coalición amplia de diversos agentes y agendas, desde los conservacionistas hasta las empresas mineras.

El componente de conservación

A pesar de que el cambio climático representa una preocupación creciente en las sociedades de todo el mundo, en la práctica, los compromisos presupuestarios reales de los gobiernos y los donantes no son suficientes para cumplir con los objetivos globales acordados en la Cumbre de la Tierra de 1992 y en Río+20 en 2012. Para responder a esta brecha en la financiación, el componente de conservación de la fórmula azul transforma la conservación de los océanos en una atractiva oportunidad de inversión.

Lo que algunos han llamado conservación con fines de lucro se basa en la idea de que la degradación ambiental y el cambio climático se consideran una deficiencia del mercado, ya que la naturaleza aún no está suficientemente integrada en el propio sistema de mercado. Además, «vender la naturaleza para salvarla» permite que la conservación se pague sola. Este método de supuesta protección ambiental lleva a que se dejen de priorizar las respuestas a las crisis ecológicas más urgentes, ya que podrían ser contrarias a los intereses de las grandes industrias.

Las zonas marinas protegidas (ZMP) se han presentado como una solución clave para este tipo de conservación y, desde 2006, alianzas entre Estados, bancos privados y el Banco Mundial, junto a ONG como National Geographic, The Pew Charitable Trusts y Conservación Internacional, han establecido 22 grandes ZMP en todo el mundo, algunas de las cuales superan los 100 000 kilómetros cuadrados. Se ve en el potencial turístico de su valor paisajístico una atractiva oportunidad de inversión.

Kiribati: minería en fondos marinos y ZMP en nombre de la sostenibilidad

Pese a que los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) se encuentran entre los más afectados por el cambio climático, también han sido el ejemplo de la expansión de la economía azul hacia las iniciativas de minería en fondo marino. En el mar de Kiribati se han aprobado concesiones para la extracción de elementos químicos conocidos como tierras raras, cuya demanda se ha incrementado en los últimos años para la fabricación de «tecnologías de energía verde» (por ejemplo, turbinas eólicas y baterías fotovoltaicas que dependen de estos minerales), por eso se enmarca como parte de la nueva economía azul basada en la energía limpia.

Según un exministro de Kiribati: «¡Qué ironía! Primero nos dicen que tenemos un problema porque los países occidentales queman demasiados combustibles fósiles no renovables, ¿y ahora los mismos países quieren tomar nuestros minerales no renovables para resolver el problema? […] Conservación aquí y minería justo al lado. Sinceramente, ¿qué credibilidad tienen tus intenciones políticas?».

Mientras, otros sectores, como la pesca a pequeña escala, no figuran como parte de la agenda de la economía azul del país.

 

El componente de proteína

Las proyecciones de la FAO y la OCDE indican que las capturas de especies silvestres a escala mundial se han estancado —en 90,9 millones de toneladas en 2016— y es improbable que aumenten en las próximas décadas. En cambio, en los últimos 30 años, la producción acuícola se ha disparado y ya supera el crecimiento de la pesca de captura, una tasa promedio del 8,6 % anual. La acuicultura representa la fuente de casi la mitad del pescado que comemos actualmente.

Frente a una creciente demanda mundial de proteína de pescado y una disminución de las poblaciones de peces silvestres, el componente de proteína de la fórmula azul resuelve este problema, situando la acuicultura a gran escala como el futuro de la pesca.

Es cierto que la acuicultura a gran escala ha proporcionado una gran cantidad de proteína animal durante las últimas tres décadas, pero a costa de una gran cantidad de energía y de volúmenes cada vez mayores de soja, colza, girasol y trigo para los piensos, además de volúmenes crecientes de peces de captura silvestres. Esto ocurre, sobre todo, en el caso de la producción de especies cuya alimentación depende de la harina y el aceite de pescado (como carpas, camarón marino, salmón, tilapia y otros peces de escama).

La transición hacia la acuicultura en Turquía

En Turquía, los cambios regulatorios en el país fomentaron la concentración dentro del sector acuícola, ya que no se aceptaban solicitudes para inversiones inferiores a las 250 toneladas. En consecuencia, el rápido crecimiento de la acuicultura ha hecho desaparecer del mercado la producción a pequeña escala.

Además, la acuicultura en Turquía depende de la anchoa para la producción de harina de pescado, lo que ha añadido aún mayor presión sobre las poblaciones de anchoa del mar Negro. En palabras de un pescador industrial y productor de harina de pescado turco, «esto genera su propia economía de pesca de captura e incrementa la presión sobre las poblaciones de peces silvestres en lugar de rebajarla. Por lo tanto, conduce a una paradoja entre la pesca de captura y la producción intensiva de acuicultura marina».

 

El componente de energía y extractivismo

El discurso de la economía azul a nivel mundial como respuesta a las preocupaciones del cambio climático, se centra principalmente en sectores emergentes como la energía eólica y mareomotriz alternativa y la extracción de minerales raros en aguas profundas. Pero en la práctica, los componentes que se priorizan porque generan las mayores ganancias son el petróleo y el gas, y el transporte marítimo y la minería. La industria del petróleo y el gas representa todavía un sistema en expansión. En 2010, el petróleo y el gas en altamar representaron casi el 34 % del valor total de las industrias marinas.

El impacto ecológico de la extracción de petróleo y gas en los océanos (sobre todo desde el derrame de la plataforma Deepwater Horizon en el golfo de México en 2010) y el efecto más general de los combustibles fósiles y las emisiones de carbono sobre el clima son innegables. Según Watts, la extensa red de pozos, oleoductos, barcos petroleros, etc., que conforman la ‘infraestructura petrolera’ del mundo es responsable de casi el 40 % de las emisiones globales de C02.

En su Escenario de Nuevas Políticas, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) proyecta que el ámbito de mayor crecimiento en la producción de petróleo y gas procederá de la exploración en aguas profundas y que, de 2016 a 2040, la producción de gas en el mar, en particular, se disparará un 69 % (un 2,2 % anual). En otras palabras: «Esta exigencia desplaza la frontera petrolera hasta los confines de la tierra, o más bien, la hunde en lo más profundo del mar. La exploración en aguas profundas es el nuevo mantra».

Países Bajos: energía eólica, la cara pública de la perforación mar adentro

El Gobierno de los Países Bajos, partidario de la Iniciativa de Crecimiento Azul de la FAO, ha elaborado su propio Documento de Política sobre el Mar del Norte, 2016-2021 que pone un gran acento en la «transición energética en el mar» y el emergente sector de la energía eólica como prueba del valor concedido a la sostenibilidad.

Pero la letra pequeña demuestra muy claramente que esta apuesta por la energía alternativa no limitará ni interrumpirá de ningún modo la expansión del petróleo y el gas. El documento también admite que puede que surjan intereses opuestos y ofrece directrices para evaluar a quién se deben otorgar los permisos. Prioriza «actividades de interés nacional: transporte marítimo, extracción de petróleo y gas, almacenamiento de CO2, generación de energía (eólica) sostenible, extracción y reposición de arena y defensa».

Es decir, la propuesta no entraña, en absoluto, una transición territorial de un régimen energético a otro. De hecho, en caso de situación crítica, el Gobierno neerlandés deja claro que se priorizarán el petróleo y el gas.

 

Conclusiones

El crecimiento azul es un concepto amplio y ambiguo que alberga muchas visiones e ideologías y es en esa misma amplitud donde persisten contradicciones ecológicas y sociales irreparables.

Los espacios de los que dependen los pescadores y las pescadoras para generar medios de vida se están convirtiendo rápidamente en planes para nuevos puertos, instalaciones turísticas, rutas marítimas, nuevas zonas de conservación y minería y nuevos estanques acuícolas. Y aunque logren defender una zona de pesca en concreto, los efectos combinados de la construcción, la contaminación y el cambio climático implicarán la disminución de peces.

Aquí se halla el secreto más inquietante de la agenda del crecimiento azul: la sed de petróleo, gas, minerales, proteínas y conservación que alimenta y define la agenda es fundamentalmente insostenible. La fórmula de tres componentes —conservación, proteína y energía/extracción— que se ha planteado hasta ahora no aborda la raíz de la degradación ambiental, incluido el cambio climático, y condena a los pueblos pescadores a pequeña escala a un futuro cada vez más desesperado de lucha por un espacio y unas poblaciones de peces en declive.

[1]El término que se usa originalmente en inglés, fix, se inspira en el trabajo de David Harvey sobre el concepto de spatial fix, 'solución espacial': «el impulso insaciable del capitalismo, que resuelve las crisis internas mediante la expansión espacial y la reestructuración geográfica» (Espacios del capital: hacia una geografía crítica, Akal: 2007). En inglés,fix tiene varios significados, tres de ellos especialmente pertinentes en estas páginas: por una parte, la solución a un problema, un arreglo o incluso un parche. Por otro, transmite la idea de fijar o mantener algo firme. Y, por último, alude a una dosis de algo que se desea mucho, en especial una droga; algo parecido a ‘un chute’. Para este informe, en español hemos optado por el término ‘fórmula’.

Zoe W. Brent, Mads Barbesgaard y Carsten Pedersen

TNI

  PARA SABER MÁS

   Zoe W. Brent, Mads Barbesgaard y Carsten Pedersen. 2018. La fórmula azul: La política que impulsa la promesa del crecimiento azul al descubierto. Amsterdam: Transnational Institute (TNI). Ver PDF

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