Begoña Lozano, socia de trabajo de ACTYVA Cooperativa, en pleno sorteo de la lana del rebaño mancomunado Merineando, durante la fiesta de la esquila de Cáceres en mayo de 2018. Foto: BBBFarming
Al visitar granjas de ovejas es frecuente encontrar unos sacos enormes, llenos de lana, acumulados en los corrales. A la pregunta «¿qué hace con esa lana?» le sigue «la tiramos, no tiene valor»; en el mejor de los casos, «las personas que vienen a esquilar se la llevan para evitar que se nos acumule», una respuesta que muchas personas de otro lugar y de otro tiempo no creerían.
Y así es, hoy en día la lana no encuentra un precio rentable en el mercado y su venta no cubre ni siquiera los gastos del esquilado. Sin embargo, la palabra valor no solo tiene una dimensión económica: la lana natural no ha dejado de tener las características por las cuales históricamente ha sido valorada y ampliamente utilizada, y no solo como tejido, sino como aislante en construcciones, relleno de colchones, almohadas, alfombras...
PETRÓLEO EN NUESTRAS ROPAS
¿Cómo se ha llegado a este punto? La lana fue sustituida progresivamente cuando, en 1950, el tejido acrílico entró con fuerza en el mundo textil de la mano de la multinacional estadounidense DuPont, muy vinculada a la industria militar desde sus inicios y más tarde también a los agroquímicos y las semillas. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los tejidos procedentes del petróleo como la poliamida, la viscosa, el elastán o el poliéster suponen actualmente alrededor de la mitad de la demanda mundial de tejidos, debido principalmente a su bajo coste. Al impacto del acrílico se ha sumado también el efecto de la internacionalización de las empresas textiles, que se llevan sus talleres a países donde la mano de obra es mucho más barata (la organización Setem ha investigado ampliamente sobre los impactos sociales de esta industria).
LA MAYOR ECONOMÍA DE EXPORTACIÓN DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
La oveja fue de las primeras especies en ser domesticada hace unos 10 000 años en la antigua Mesopotamia. Posteriormente entre los años 3000 y 1000 a. C. los persas, los griegos y los romanos las extendieron por toda Europa, mientras las razas seguían mejorándose (ver cuadro 1) en sus producciones principales: carne, leche y lana. Fue en la península ibérica donde se generó la raza con mejor lana: la raza merina, que entre los siglos XVIII y XIX dio origen a las mayores poblaciones de ganado lanar en Australia, Nueva Zelanda, Argentina... El tronco merino, hoy por hoy, es el que más efectivos suma de todas las razas del mundo.
Los tratadistas romanos Marcial (V, 37,3; VIII, 28,5; IX, 61,3; XII, 98,2), Plinio (NH VIII, 191) y Columela (VII, 2,4) cuentan que a la llegada de las primeras legiones a la Península se criaban excelentes razas de ganado ovino que proporcionaban lana de gran calidad, especialmente la producida por las ovejas de la Bética, de «color oscuro». Se trataba de la oveja merina (variedad negra) criada originalmente por vetones, lusitanos y turdetanos, y mayoritaria hasta hace un par de siglos (hasta 1870 en Portugal) en la zona de la dehesa española o el montado portugués. Sin embargo, a pesar de ser de mayor calidad, la devaluación de su lana por no poderse teñir, hizo que la variedad blanca la fuera sustituyendo hasta el extremo que en la década de 1990 apenas quedaban unos cientos de ejemplares dispersos en pequeños rebaños extremeños.
La preservación de las razas ganaderas autóctonas forma parte de la Convención de la Diversidad Biológica, y la política de defensa de dichas razas está integrada en la Estrategia Española de Conservación y Uso Sostenible de la Diversidad Biológica, aprobada en diciembre de 1998 en aplicación de la citada Convención, regulada en España por el Real Decreto 2129/2008, de 26 de diciembre, por el que se establece el «programa nacional de conservación, mejora y fomento de las razas ganaderas».
Las merinas, junto a otras razas trashumantes como la cabra retinta, las vacas de lidia, avileñas-negras ibéricas, la blanca cacereña, la morucha, etc., han conformado el paisaje del oeste peninsular en su migración sur-norte y valle-montaña para la búsqueda de los pastos de verano, los agostaderos, para volver a pasar el invierno y la primavera a la dehesa, los invernaderos. Este movimiento de animales y familias enteras, ha vertebrado culturalmente la península ibérica desde tiempos protohistóricos y es responsable de la mayor red de vías pecuarias de Europa. Un patrimonio cultural que ha merecido el reconocimiento de la UNESCO, que lo valora como Patrimonio de la Humanidad, y del Consejo de Europa, como Itinerario Natural y Cultural Europeo.
El auge del urbanismo y de otros exportadores de lanas finas (fruto del fin del monopolio ibérico en el siglo XIX) desplazaron el interés de la oveja merina por la calidad de su lana hacia la producción de corderos, demandados en las ciudades. Aun así, en la década de 1960, en Extremadura era mayor el valor del vellón que el cordero de una oveja merina, mientras que hace unos años apenas llegaba a cubrir el coste de la esquila. Con esta devaluación del producto, se desplazó también una enorme cantidad de oficios y saberes relacionados con los trabajos de la lana: mayorales, pastores, zagales, esquiladores, arrimadores, sorteadores, lavanderas, hilanderas, tejedoras... Esta es probablemente la pérdida más difícil de revertir que no acaba en el hilo, sino también en toda la industria textil que poblaba los pueblos ibéricos de hilaturas, talleres textiles, batanes..., para producir los paños que nos han vestido por generaciones y generar la mayor economía de exportación conocida en la península ibérica.
No pretendemos idealizar el pasado, pues también esconde lacras como el enorme sesgo de género en las tareas (nótense en la relación anterior de oficios los masculinos y femeninos), las duras condiciones laborales en los talleres y el expolio a las poblaciones locales, ya que con esta actividad las divisas acababan en núcleos de poder alejados de los lugares de producción y transformación de la lana.
EXPERIENCIAS DE RECUPERACIÓN
Recuperar el valor económico y social de la lana supondría incorporar un elemento dinamizador de la economía rural muy importante. Por un lado, al dejar de ser un subproducto o un residuo y venderse a un precio razonable, mejoraría la renta de las granjas ganaderas. Por otro lado, motivaría la apertura de pequeñas industrias textiles, donde se pudiera lavar, acondicionar, escarmenar, cardar o peinar, hilar o afieltrar, revitalizando así un sector que, de la misma manera que muchas razas de oveja, está en peligro de extinción en muchos territorios. Además, recuperar la lana supondría disminuir el uso de fibras derivadas del petróleo y pasar a vestirnos con una fibra natural, resistente al fuego, biodegradable (forma parte del ciclo natural del carbono), renovable, reciclable, de durabilidad prolongada, aislante natural y resistente a los males olores. Es momento ahora de poner todas estas características otra vez en el centro y revalorarlas, resaltando su vertiente medioambiental, social y económica a pequeña escala, y particularmente sobre nuestras zonas rurales cada día más despobladas.
Recuperar el valor económico y social de la lana supondría incorporar un elemento dinamizador de la economía rural muy importante.
Por suerte, hay muchas iniciativas en todo el mundo que intentan revertir esta situación. Existe desde 2010 una campaña global llamada «Campaign for Wool» cuyo empeño es revalorar la lana a través de acciones educativas y de sensibilización, trabajando con asociaciones de cría de ovejas, el mundo del diseño, la industria textil, la artesanía, las tiendas, etc., para devolver a esta fibra natural el valor que el acrílico le ha ido robando con el tiempo.
En el País Valencià hemos puesto en marcha el proyecto Esquellana, gracias al cual hemos impulsado un micromecenazgo para comprar y procesar lana de oveja guirra. La guirra es la única raza autóctona local, y se encuentra en peligro de extinción. Además, la idea a largo plazo de este proyecto es que revierta en el mantenimiento de los rebaños extensivos, que mantienen nuestro medio rural vivo, y ayudar a recuperar el sector textil valenciano y sensibilizar a la población sobre el origen de la ropa y la importancia de la ganadería extensiva. Esquellana se inspiró en el Obrador Xisqueta del pirineo catalán que lleva ya unos años poniendo en valor la lana de la oveja xisqueta, autóctona de aquella zona.
En diciembre de 2017 tuvo lugar la II Hèsta dera Lan en Vielha donde se dieron cita todos o la mayoría de los proyectos e iniciativas que a cada lado de los pirineos trabajan por recuperar la lana. Allí se puso sobre la mesa la realidad y dificultades a las que se enfrenta cada colectivo en el procesado de la lana; la principal es el cierre de las pequeñas industrias textiles, uno de los mayores inconvenientes a los que debemos hacer frente.
Este encuentro estuvo organizado y coordinado de forma protagonista por dos mujeres, grandes amantes de la lana: Isabel Madrigal, impulsora de la recuperación de la lana de la oveja de raza Ansotana y Marie-Thérèse Chaupin, coordinadora de Atelier Laines d’Europe (Association Textile Européenne de Liaison, d'Innovation, d'Échange et de Recherche ) que aglutina a personas productoras, esquiladoras, hiladoras, tejedoras, investigadoras, artesanas, pequeñas industrias, y artistas que trabajan por situar a esta fibra natural como una rama de estudio más. A Isabel y Marie-Thérèse se las considera las guardianas y valedoras del mundo de la lana en el sur de Europa. Pero a Vielha también acudieron muchas apasionadas artesanas de la lana que son sin duda uno de los puntos clave en los trabajos relacionados con esta fibra.
RECUPERAR EL PROCESADO
La hilatura de Niaux es una referencia entre las iniciativas europeas, ya que aborda todo el procesado de la lana: desde el lavado hasta el producto final en forma de ovillos. Esta pequeña hilatura es el lugar de encuentro de todos los pequeños proyectos del Pirineo francés y también de iniciativas que no encontraban dónde procesar pequeñas cantidades de lana. En Niaux se aceptan pedidos a partir de 150 kg de lana y esto lo convierte en un aliado perfecto de los proyectos que manejan pequeñas cantidades. Para la gran industria textil, que trabaja con toneladas, procesar pequeñas cantidades no es rentable.
En la península ibérica quedan solo seis lavaderos de lana y aún menos talleres artesanales donde procesarla a pequeña escala, como es el caso del pueblo leonés de Val de San Lorenzo en León o la zona de Guarda y Covilha en Portugal.
En la península ibérica quedan solo seis lavaderos de lana y aún menos talleres artesanales donde procesarla a pequeña escala.
Desde que Esquellana pasó de la teoría a la práctica, nos hemos encontrado sorteando todas estas dificultades. Hemos conseguido acortar al máximo las distancias a los lugares de procesado, de manera que el lavado de la lana se hará en Mota del Cuervo (Cuenca), y será la misma empresa la que haga el cardado, hilado y ovillos en su sede de Crevillent (Alacant). Tratándose de un proyecto implantado en una zona eminentemente textil como Alcoi y la Vall d’Albaida, esperamos poder realizar todo el procesado cerca de casa en un futuro, ya que estamos convencidas de que recuperar el valor de lana y sus usos implica una enorme capacidad de generar empleo en pequeñas industrias textiles locales, bien reivindicando las que ya existían o bien iniciando nuevas. Así podremos hablar de soberanía textil.
Almudena Sánchez, cofundadora de DehesaLana, durante un taller en Casar de Cáceres. Foto: BBBFarming
De manera análoga, DehesaLana tuvo que externalizar parte del procesado por falta de un tejido artesano lanar en Extremadura. Sí que lo encontramos en la vertiente portuguesa de la zona natural de la merina. Entre Guarda y Covilha aún persiste cierta industria familiar donde es posible realizar todo el procesado, desde el lavado hasta el hilado, compaginando técnicas tradicionales con las más modernas fórmulas de lavado que han optimizado el consumo de agua y han reducido a prácticamente a cero los residuos. Con el hilo y la lana cardada, se están creando las condiciones de divulgación y formación para que los oficios de la lana vuelvan al territorio de la que otrora fue la mejor lana del mundo.