Jèssica MARZAL
En julio es habitual ver niños y niñas en la tira de comptar. Foto: José Luis Iniesta, del libro La tira de comptar. Els actors de l’agricultura de proximitat
La «tira de comptar», situada en la central logística de Mercavalència, es un mercado muy singular. Es de estos espacios que sorprenden cuando los ves por primera vez. Cuando la gente aún duerme, la tira lleva horas funcionando. Y es que en este espacio, colindante con la nave de mayoristas, cada madrugada, cientos de pequeños agricultores y agricultoras de la huerta valenciana venden directamente sus productos frescos y recién cosechados.
Son las tres de la madrugada en la ciudad de València y Salut se prepara para su jornada de trabajo en la «tira de comptar»: cuenta el género, ordena las cajas y organiza el producto para poder venderlo durante toda la mañana. Allí se encuentra a otros paradistas y agricultores, en su mayoría hombres, que vienen a hacer lo mismo que ella: vender aquello que han cosechado con sus propias manos. Más tarde, a las ocho de la mañana, se encargará junto con su marido de recogerlo todo, subir el género que no han vendido a la furgoneta y volver a casa. Su jornada no acaba ahí, seguramente luego irá al campo a cosechar las patatas que ya estén listas y a sembrar sus otros campos, a preparar la comida para su familia, barrer y fregar la casa, ir al supermercado y quién sabe cuántas cosas más.
La jornada de Salut, excepto la parte de las tareas del hogar, puede ser un ejemplo de la cotidianidad que viven las más de 250 personas que forman la tira de comptar, una institución única en el mundo. Su origen se remonta al siglo XII y se podría traducir como el derecho que tienen las personas agricultoras de la huerta valenciana a vender directamente sus productos. Es una figura muy peculiar, ya que a pesar de todos los cambios sucedidos sigue funcionando en diferentes mercados de la ciudad de València. Esta figura se materializa en un espacio reservado en los mercados de distrito de la ciudad para que las personas agricultoras puedan vender sus propios productos. En la actualidad, encontramos dos tiras de comptar establecidas en mercados municipales (el Cabanyal y Mossén Sorell) donde pequeños agricultores y agricultoras de la ciudad se reúnen unos días concretos de la semana y otra en Mercavalència, que difiere en el funcionamiento. Cada madrugada, de 3:45 a 8:00 de la mañana, reúne a una gran cantidad de personas agricultoras (varía cada día, pero las cifras giran alrededor de 250-300 diarias) y sus compradores potenciales son los detallistas de la ciudad. La tira de comptar es, por tanto, el canal más corto y directo de comercialización de productos hortofrutícolas de València: al día siguiente de su recolección, las frutas y verduras de la huerta están disponibles en los pequeños comercios y mercados municipales de la ciudad en el caso de la de Mercavalència, o directamente en la propia tira en el caso de los mercados del Cabanyal o de Mossén Sorell.
PARTICULARIDADES DE LA «TIRA DE COMPTAR» DE MERCAVALÈNCIA
Entre los aspectos que más me impresionan de este mercado, destacaría la capacidad de adaptación a los cambios que han ido ocurriendo a lo largo de los años y, más concretamente, en la última década. Cuando las tiendas de barrio cierran, los mercados locales siguen a la baja, la agricultura y las personas que viven de ella van desapareciendo por la entrada de otros intereses, la tira sigue reconociendo nuevas estrategias para su supervivencia. Si bien es cierto que es un mercado que poco a poco se apaga y se requiere mucho trabajo para reanimarlo, la tira, al menos de momento, resiste.
Las protagonistas de este espacio son, sin duda alguna, las personas agricultoras. Personas que como Salut trabajan día a día, con multitud de incertidumbres, muchas de ellas relacionadas con la venta de su producción, con la justa retribución por su trabajo o con el futuro relevo de su puesto de venta, ya que como en su caso, sus hijos e hijas han optado por otro tipo de trabajos. Aunque sus perfiles son diversos, generalmente se trata de hombres de edad avanzada, siendo por tanto un sector envejecido y masculinizado. La gran mayoría posee terrenos agrícolas en la comarca de l’Horta de València, aunque también en otras zonas cercanas. La única condición para vender en este mercado es que la materia prima de los productos sea de cosecha propia, lo que proporciona una gran variedad de productos frescos de temporada (en pocos casos producidos con criterios agroecológicos), así como miel, aceitunas en salmuera, aceite de oliva o preparados de puchero.
Otra de las cosas que me parecen muy interesantes de la tira de comptar es que una buena parte de las personas productoras, sobre todo las más mayores, expresan su relación con este mercado como una forma de vida: dejar de ir a la tira supondría abandonar la actividad agrícola, ya que para muchas de ellas la tira implica mucho más que vender su producción, implica una autonomía importante. De alguna manera, les da cierta capacidad de incidir y de luchar por los precios de venta, siempre asumiendo la lógica del mercado, ya que su localización tan cercana a la nave de mayoristas influye a la hora de establecer los precios. Los mayoristas actúan como intermediarios entre productores foráneos y locales (muchas veces de la misma tira de comptar) y minoristas, presionando a los productores para obtener un mayor beneficio final. Esto influye en el precio de venta del mercado de la tira de comptar, ya que las personas agricultoras adaptan sus precios para poder competir con los mayoristas.
Por otro lado, al estar limitada a la venta de productos de cosecha propia, supone la no intervención de grandes actores. Los compradores potenciales de la tira de comptar son los detallistas del pequeño comercio local, principalmente de mercados municipales, pequeños comercios tradicionales de frutas y verduras y comercios étnicos regentados por el colectivo indo-pakistaní, siendo estos últimos los comercios más comunes de venta de producto fresco en la ciudad. Cada tipo de detallista tiene sus propias particularidades y maneras de hacer frente a su principal competencia, los grandes supermercados, cuyo auge asociado a la desaparición del pequeño comercio ha ido afectando de manera progresiva al funcionamiento del mercado. Y es que la tira depende completamente de los pequeños comercios: si estos desaparecen, la tira también.
Pequeño comercio indo-pakistaní de fruta y verdura
En la ciudad de València este es el tipo de comercio hortofrutícola más abundante. Se encuentra disperso por toda la urbe, por diferentes barrios, de las clases más altas a las más populares. Son los mayores compradores de Mercavalència en cuanto a pequeño comercio de fruta y verdura se refiere, tanto de la nave de mayoristas como de la tira de comptar. Y, por tanto, las estrategias que han ido adoptando en sus comercios se han trasladado al mercado.
A pesar de la diversidad de opiniones sobre la introducción de este colectivo, sobre todo por las presiones que ejerce en los precios de compra, cabe destacar su importante contribución para que el pequeño comercio de barrio resista y siga funcionando y que mucha gente opte por estos en lugar de los supermercados. De alguna manera, ofrecen productos locales y foráneos a todo tipo de población. Aun así, hay que ser conscientes de que para poder competir con los supermercados y vender estos productos a precios tan reducidos, se requieren unas condiciones laborales precarias y con bajos márgenes de ganancia, que se traducen en una explotación del colectivo.
¡CUIDADO CON LOS CUIDADOS!
Uno de los aspectos comunes entre los actores que forman parte de este mercado, especialmente de personas productoras y detallistas, es la larga jornada laboral que realizan para poder tener un sueldo mínimamente digno. Su horario empieza alrededor de las 3 de la mañana y a menudo termina por la noche; sin dejar lugar a sus propios cuidados, especialmente en el caso de las mujeres. Seguramente, sin estas jornadas laborales este trabajo sería imposible, ya que los sueldos no alcanzan para contratar a más personas y fraccionar la jornada. Esta precariedad laboral es común, prácticamente, a todos los actores pequeños que forman la cadena alimentaria, pero las formas de explotación difieren en función del género o el origen. La explotación en el colectivo indo-pakistaní es diferente a la de los detallistas de los mercados municipales, pero ambas derivan de un sistema y una sociedad que ha olvidado la relevancia de estos actores en el sustento de nuestras vidas.
Ningún espacio puede ser clave para construir un sistema alimentario sostenible en la ciudad si se sustenta sobre la precariedad de las personas que lo hacen posible.
¿DÓNDE ESTÁN LAS MUJERES?
Una de las preguntas que me surgen cuando accedo a este mercado es dónde están las mujeres. Observo muchos hombres por todas partes (sobre todo mayores): en las paradas y comprando (sobre todo hombres del colectivo indo-pakistaní). La masculinización de la tira me hace reflexionar sobre su funcionamiento. Encontramos mujeres, sí, pero pocas y muy mayores. Las mujeres del mercado suelen gestionar las cajas de venta, al lado de sus maridos o hijos; a menudo son de edad muy avanzada. Dicen que antes su presencia era más notoria y que, entre otros motivos, esta situación se debe al cambio en el tipo de organización de la agricultura familiar: antes toda la familia trabajaba en el campo y ahora el hombre contrata a otros trabajadores para las labores agrícolas mientras él vende en el mercado. Por su parte, las mujeres han optado por otro tipo de trabajos.
Al estar limitada a la venta de productos de cosecha propia, supone la no intervención de grandes actores. Los compradores potenciales de la tira de comptar son los detallistas del pequeño comercio local, principalmente de mercados municipales, pequeños comercios tradicionales de frutas y verduras y comercios étnicos regentados por el colectivo indo-pakistaní, siendo estos últimos los comercios más comunes de venta de producto fresco en la ciudad.
LA TIRA DE COMPTAR: ¿PUENTE PARA TRANSITAR HACIA LA SOBERANÍA ALIMENTARIA?
A pesar de su importancia histórica y su papel dinamizador entre huerta y ciudadanía, las acciones dirigidas a visibilizar y potenciar la tira de comptar han sido poco frecuentes a lo largo de los años, lo que también ha repercutido negativamente en su funcionamiento. Con la nueva coyuntura política municipal, se han desarrollado algunas mejoras en la nave de la tira de comptar, así como acciones para potenciar e identificar los productos provenientes de este mercado. Aun así, se requiere un trabajo continuo para reanimarlo.
A pesar de las dificultades que atraviesa, la tira de comptar tiene muchas potencialidades para ser clave de sistemas alimentarios alternativos en la ciudad y transitar hacia la soberanía alimentaria de las personas que viven en ella. En València y alrededores conforma una red extensa de distribución al margen de los supermercados, dando lugar a un espacio de encuentro entre personas productoras y detallistas a pequeña escala. Esto puede ser clave a la hora de abastecer de productos frescos, de temporada y locales a toda la población, de las clases altas a las populares y de perfiles con más o menos conciencia sobre la alimentación.
Sin embargo, existen diversos aspectos que limitan este potencial: el envejecimiento de los productores y su masculinización; las extensas jornadas laborales; las presiones en los precios y, especialmente, el reto de adaptarse a la producción agroecológica.
Actuar sobre estas y otras limitaciones es fundamental para construir nuevas formas de alimentarnos y relacionarnos con nuestro entorno, con las personas que hoy lo hacen posible, con aquello que comemos y con nosotras mismas. Por ello, para que este potencial no se disipe y este mercado histórico pueda seguir adaptándose como lo ha hecho durante siglos, formando parte de la construcción de sistemas alimentarios agroecológicos, habrá que poner en marcha acciones y estrategias en las que la administración pública tenga un papel facilitador, pero siempre y cuando estén guiadas y encabezadas por el movimiento agroecológico.