Cómo ser pastor y no morir en el intento
Dirk Madriles Helm
Dirk con su rebaño. Foto: jordifoto.com
Cuando inicié mi proyecto de ganadería ecológica de ovejas de carne en 2007 rebosaba de energía, acumulaba experiencia y formación, tenía ansias de ponerme por mi cuenta y disponía de un plan de empresa detallado y fiable. Tenía 33 años.
Mi objetivo era desarrollar un proyecto de crecimiento personal y laboral, sacar adelante una propuesta alternativa y de transformación, y dar la vuelta a la agricultura industrial y gris que se llevaba a cabo en la finca a la que me había incorporado como joven agricultor y donde, sin proponérmelo, me convertí por «generación espontánea» en el relevo generacional que no había podido surgir hasta aquel momento.
El primer año fue el de poner en práctica el plan de empresa... y el de la novatada. Montar cercados de mallazo y eléctricos, acondicionar un viejo cobertizo agrícola como corral, empezar con las tareas del campo y, sobre todo, salir con las ovejas por el monte y los campos. La primera sorpresa fue que poner en práctica el plan de empresa ya ocupaba una jornada entera y el trabajo con las ovejas también. Pero contratar a alguien era imposible, ya me había fundido los ahorros y todavía no había podido vender muchos corderos. Para ello tiré de agenda... familia, amistades, amistades de mis amistades, que, con la misma energía y complicidad que me felicitaron y animaron para convertirme en pastor, también me echaron una mano y la otra para poner en marcha el proyecto, incluyendo comidas a base de cordero asado. Una ayuda impagable, exquisitamente ilegal, sin contraprestación, pero de una generosidad que hoy aún agradezco.
¡Ahhh!, por cierto, el primer año también fui padre por primera vez.
El segundo año conseguí ya ser casi maestro de mi oficio, no se me escaparía nada por desconocimiento: ya pagué la novatada, mejoré en el manejo del rebaño y los campos y era capaz de desarrollar las dos jornadas en un día, cambiar pañales y reencontrarme con mi pareja en casa. No obstante, aunque me hubiera ido bien una ayuda estable, seguía sin dinero.
El tercer año cobré, por fin, la subvención a la incorporación. Fantástico. Ya pude contratar a alguien para ayudarme a implantar, de una vez por todas, las medidas que contemplaba el plan de empresa. La segunda sorpresa en cuanto al tema laboral, es que cuando contratas a alguien no puedes ni debes suponer que podrá, como tú, desarrollar dos jornadas en un día. Por mucho que el proyecto lo valga, solamente es tu proyecto, no el suyo. Tercera sorpresa: la persona asalariada cobra igual o más que tú, trabaja menos, y además hace vacaciones. En mi caso duró 9 meses, de los cuales dos y medio estuvo de baja por sobreesfuerzo.
Al tercer año fui padre de un segundo hijo, también precioso. Y empecé a darme cuenta de que, aparte de emprendedor multitarea, pastor y agricultor, también era padre de familia, la pareja de mi mujer y trabajador por cuenta propia en un proyecto básicamente de autoempleo. ¡Y a mucha honra!
En los siguientes años pude desarrollar la perspicacia del autónomo práctico o, lo que es lo mismo, el ojo fino del pastor, que las ve venir, se adapta y sale airoso de cualquier contratiempo. Me di cuenta de que de maestro no tenía nada, y de que me llevaría décadas llegar a un nivel apreciable de maestría del campo. Del plan de empresa, solo lo prioritario e imprescindible, pero continuamente reescribiendo.
APRENDIZAJES DE LA CONTRATACIÓN EN NUESTRA COOPERATIVA
Uno de los mayores retos organizativos y económicos de L'Aresta ha sido, y es, sobrellevar la tensión entre el volumen de trabajo y la dimensión del equipo, con las consecuencias que esto implica para la sostenibilidad de las vidas de las cooperativistas del proyecto.
La necesidad de contratar a otras personas durante períodos temporales puntuales ha revelado la dificultad de hacer viable la actividad económica de la cooperativa en sus primeros años. Nosotras hemos llevado el grado de implicación casi al límite de nuestras posibilidades para sacar adelante el proyecto; en cambio, cuando hemos incorporado otras formas de trabajo como la contratación, el nivel de exigencia evidentemente ha sido otro. Así, hemos convivido con el hecho de que las personas contratadas tuvieran un sueldo muy superior al de las socias cooperativistas y asumieran menor volumen de trabajo y menos responsabilidades. Esta tensión nos ha hecho ver que el objetivo prioritario debe ser mejorar nuestras condiciones laborales y económicas como trabajadoras. Al mismo tiempo, el proceso de reflexión que nos ha abierto la contratación ha puesto en valor otras aportaciones materiales e inmateriales que ofrece la cooperativa, como la proyección de una estabilidad laboral a medio plazo y el desarrollo de un proyecto propio, colectivo y transformador.
L'Aresta. www.arestacooperativa.comLAS AYUDAS HAN VENIDO DE MUCHAS PARTES
En el trabajo he tenido estudiantes de prácticas en distintos formatos y siempre ha sido grato su apoyo. Aún me sorprende lo parlanchín que me vuelvo cuando tengo a alguien al lado que demuestra interés en el trabajo que hacemos, debe ser que aprovecho la presencia humana en un ámbito tan solitario. Cuarta sorpresa: he aprendido que la figura de agricultor-tutor debería ser remunerada.
Con los años, el proyecto de autoempleo se ha vuelto numeroso: ya somos cinco en casa. He podido superar la meta del mileurista, y un poco más. Pago las facturas puntualmente y hasta estoy empezando a reinvertir para mejorar. Mi siguiente meta es ahorrar, para cuando ya no pueda trabajar. No sé qué llegará antes.
Y con el tiempo las prioridades van cambiando. Cuando al autónomo le parece que una ayuda laboral sería valiosa para trabajar más aliviado, menos limitado, echa números y rápido encuentra la manera de conciliar el trabajo con la familia sin optar por la contratación, sino por la autogestión.
Mirando atrás y hasta el presente, me doy cuenta de que las ayudas más importantes para sostener el proyecto no son precisamente las de un apoyo en forma de persona asalariada o similar, sino que son de otra índole: son el trabajo bien hecho, entrar en la cocina de un nuevo cliente para explicarle por qué MI carne de cordero ecológica tiene el aspecto que tiene, sabe como sabe y tiene el precio que tiene. Los vínculos con otros proyectos, con el mundo de la cocina, con las escuelas que vienen a visitarnos, o con personas espontáneas que se acercan interesadas y libres de prejuicios, crean una verdadera red que excede el marco puramente económico.
Al plan de empresa ya solo me remito cuando se agudizan las dudas o impera el caos, y entonces reconozco, con satisfacción, el camino recorrido. En el andar está el gusto y todos esos anejos, estudios y ramas del proyecto están ahí, a punto de ser implantados en cualquier momento, si se da el caso, por cuenta propia o en cooperación.
Y, finalmente, como última sorpresa, he aprendido que el transcurso del tiempo es buen compañero del pastor y de los proyectos que cambian un cachito de mundo.
Dirk con su rebaño. Foto: jordifoto.com
Cuidando de la huerta. Hort de Carmen. Foto: Hort de Carmen
LAS REDES DE TRABAJO VOLUNTARIO DAN AIRE A LOS PROYECTOS AGROECOLÓGICOS
Des del principio, algo que estaba claro en L'Hort de Carmen era que había que llevar el proyecto adelante con infinitas horas de trabajo y recursos económicos derivados de otras actividades o de la actividad misma; todo se debía reinvertir en el proyecto. Creo que debe ser algo común en decenas de proyectos similares.
Por tener un planteamiento anarquista, teníamos clara la negativa a entrar en el juego de los préstamos bancarios y las subvenciones. Si el primer objetivo hubiera sido la viabilidad económica, no habríamos aguantado ni un día. Sin embargo, hemos conseguido una mínima estabilidad económica que nos permite ahorrar, reinvertir y repartir; hemos mejorado muchísimo nuestros canales de venta, la logística y la rentabilidad del campo.
Así que está claro que nunca hemos podido contratar a nadie, pero desde hace 18 años L’Hort de Carmen es un proyecto presente en muchas redes de WWOOF (World-Wide Opportunities on Organic Farms), que facilitan el intercambio de trabajo y hospitalidad.
Nuestra casa y nuestra huerta están abiertas a quien le apetezca disfrutar del campo, «jornaleras» urbanas, personas que pasan un día aquí o que viajan por el mundo y aterrizan en nuestra huerta y se quedan un mes o tres. La mayoría de las veces son personas con muy buena voluntad y trabajadoras, pero hay que enseñarles todo desde cero. Ayudan, sí; pero trabajan unas horas, sin un compromiso muy firme, levan a cabo tareas intensas en momentos en que hacen falta manos e incluso facilitan que tengamos algún día libre. ¿A cambio? Hortalizas y naturaleza. Consideramos estas vivencias muy enriquecedoras por la experiencia en sí, conocemos gente de todo el mundo que aporta conocimientos aprendidos en otros lugares, en otras fincas agroecológicas.
Francesca Kone, L'Hort de Carmen. www.hortdecarmen.es