Ilustración de Ube Efe
Las condiciones laborales precarias, que conllevan menores salarios y menor poder adquisitivo, son las que permiten la existencia de alimentos baratos, que facilitan el acceso a la alimentación a muchas personas pero no a todas. Con las reglas del juego de la economía neoliberal, para que haya alimentos baratos tiene que haber explotación y precariedad. Esta es la espiral que hay que romper.
¿Cómo es posible que se vendan alimentos tan baratos? ¿Qué hay detrás de esos precios? A quienes habitualmente leéis esta revista seguro que os vienen a la cabeza decenas de respuestas conectadas. Es difícil que las personas implicadas en su producción hayan recibido un salario justo.
La precariedad laboral afecta a todos los ámbitos de la economía y de la vida y es una seña de identidad del momento en que vivimos. El objetivo de maximizar beneficios económicos se consigue a costa del proceso de acceso y extracción de los bienes naturales (agua, tierra, minerales…), de la producción de materias primas, su transporte, transformación y comercialización, explotando y precarizando todas las formas de vida de la cadena: ecosistemas, animales, plantas, culturas y, desde luego, personas... Son formas de explotación diferentes en función del género o del origen de las personas, y también de si ocurren en territorios del Norte o del Sur global; aunque los procesos migratorios y globalizadores hacen que haya sures en el norte y nortes en el sur.
Cuando hablamos de alimentos nos adentramos de alguna manera en un terreno perverso. Las condiciones laborales precarias, que conllevan menores salarios y menor poder adquisitivo, son las que permiten la existencia de alimentos baratos, que facilitan el acceso a la alimentación a muchas personas pero no a todas. Con las reglas del juego de la economía neoliberal, para que haya alimentos baratos tiene que haber explotación y precariedad. Esta es la espiral que hay que romper.
En este número analizamos el ejemplo concreto de la fresa, que utiliza la deslocalización geográfica y las condiciones específicas de vida de las mujeres de Rumanía y Marruecos, para conseguir fresas baratas, junto a un testimonio en primera persona de una de las trabajadoras de los almacenes de exportación de verduras en Almería, otro ejemplo clave para entender todo un modelo agrícola «de éxito» según los patrones de la economía.
Para intentar conseguir una panorámica de la situación laboral en la agroindustria del Estado español, entrevistamos al responsable del sector en el sindicato CC. OO. También difundimos el estudio de la organización alemana ALSO sobre las condiciones de producción de la carne barata que se vende en supermercados como Lidl o Aldi, para evidenciar que en Alemania las cosas no están mejor… Pero no hemos querido centrarnos solo en denunciar el sistema alimentario industrial. ¿Qué vemos si nos acercamos a las condiciones laborales en la agroecología? Incluimos tres reflexiones sobre este tema realizadas desde tres proyectos diferentes y muy relacionadas con la sostenibilidad económica, un tema en el que esperamos centrarnos pronto.
Por otro lado, desde el campo nos llegan desde hace meses preocupaciones relacionadas con la manera de abordar las enfermedades de cultivos y animales, que suponen un impacto muy negativo en las fincas y las granjas a pequeña escala. La sanidad vegetal y animal también es política porque todo el entramado sanitario y burocrático parece estar pensado para favorecer producción intensiva.
No queremos dejar de compartir que este ha sido un número más complicado de lo habitual. La situación de tensión e incertidumbre que se ha vivido estos meses en Catalunya ha afectado a las vidas personales y profesionales de muchas personas entre las que nos incluimos. Agradecemos la preocupación y los ánimos recibidos. Soberanía alimentaria, soberanía energética, soberanía económica… defendemos todas las soberanías, porque se trata del derecho de los pueblos a su autodeterminación y gobernanza.