Diez años promoviendo la soberanía alimentaria desde el barrio
Red Agroecológica de Lavapiés (RAL)
El barrio de Lavapiés, situado en el centro histórico de Madrid, se caracteriza por su condición popular y multicultural. El patrimonio específico de este barrio, marcado por la proliferación de movimientos sociales críticos, es el valor que le ha convertido en uno de los más emblemáticos y conocidos de Madrid. Vinculados a esta politización, desde el año 2000 han ido surgiendo grupos de consumo; actualmente hay más de una veintena en un barrio de alrededor de 50.000 habitantes.
La Red Agroecológica de Lavapiés (RAL) surge como un espacio dinámico y abierto a la participación de todas aquellas personas y colectivos interesados en la soberanía alimentaria y la agroecología.
Está formada por cooperativas mixtas de producción y consumo, como Surco a Surco y Bajo el Asfalto está la Huerta-BAH y grupos de consumo, entre otros Karakoleka, Dinameco, Hybridxs, Lluviasmil o Manojo de Junio. Participan además productoras y otros agentes vinculados a un consumo responsable y de proximidad, que tienen como espacio de referencia el barrio de Lavapiés y alrededores. Es este ámbito concreto de articulación, el de barrio, lo que hace de la RAL una experiencia particular.
Jornadas Agroecológicas de Lavapiés. Foto: RAL
Grafiti de Eduardo Relero en la puerta de una gran superficie en Lavapiés. Foto: RAL
SEMBRANDO EN EL BARRIO
Desde la RAL promovemos la revalorización de la agricultura campesina como un sector clave de una economía que pone en el centro la vida y las personas. Para ello organizamos regularmente una serie de actividades que contribuyen a la dinamización del barrio, entre las que destaca, en el mes de mayo, las Jornadas Agroecológicas de Lavapiés, un espacio de encuentro en torno a la agroecología y la soberanía alimentaria.
La RAL es este simpático puente humano entre nosotrxs, que queremos introducir el cambio en nuestra forma de consumir, es el apoyo mutuo desde el cariño y el cuidado.
Charlotte, de Raíces
Durante las jornadas se programan documentales, mesas redondas, comidas populares, talleres de formación de nuevas cooperativas y grupos de consumo, etc. Una de las principales actividades es la feria de productoras, concebida para posibilitar la proximidad física con quienes nos alimentan durante todo el año, algo que entendemos prioritario, y que no siempre es fácil que ocurra en las dinámicas cotidianas de las cooperativas y grupos de consumo.
En un plano más práctico, uno de los hitos relevantes de la RAL ha sido el lanzamiento de Mercapiés, un grupo de coordinación para organizar pedidos conjuntos, una potente herramienta para afianzar los vínculos entre las cooperativas y grupos de consumo. La Red mantiene un blog actualizado y presencia en redes sociales con informaciones relacionadas con la soberanía alimentaria y con los movimientos alimentarios en general. En los últimos tiempos, además, se ha dado un paso para fortalecer las redes alimentarias más allá del barrio, participando activamente desde su creación en la plataforma Madrid Agroecológico, proponiendo actividades para la Semana de la Lucha Campesina o asistiendo al Foro por un Mundo Rural Vivo, organizado por Plataforma Rural.
DAR VIDA AL CAMPO, DAR VIDA AL BARRIO
Potenciar la vida en el campo fomentando la corresponsabilidad entre las gentes de aquellos territorios en los que se producen los alimentos y aquellos en los que se consumen es nuestra principal aportación a la vida en los pueblos desde el barrio de Lavapiés. Pero, al mismo tiempo, resulta una poderosa forma de recuperar la esquilmada vida comunitaria de barrio, minada por el creciente individualismo, una de cuyas expresiones más paradigmáticas es la compra solitaria en establecimientos de la gran distribución, posible ya sin necesidad de hablar con nadie.
Los retos actuales pasan por una mayor coordinación con otros barrios y continuar realizando difusión de la soberanía alimentaria.David, de Karakolas
En este sentido, la principal contribución al ecosistema social lavapiesino es la práctica cotidiana de quienes forman parte de las cooperativas y grupos de consumo, auténticos viveros de producción de comunidad donde se tejen relaciones de vecindad y entre los diferentes movimientos sociales del barrio.
La puesta en práctica de la autogestión exige pensar y decidir qué recursos nos procuramos y cómo nos organizamos en las tareas cotidianas necesarias. Este proceso requiere un tiempo que, no damos por perdido, sino que desde muchos puntos de vista, enriquece la vida social del barrio y la de quienes participamos en este tipo de organizaciones. Se generan así oportunidades de encuentro con gente que crea y apoya formas de vida alternativas que son ya posibles, y se materializan reparto tras reparto, resistiendo la tendencia a la individualización y despolitización características del capitalismo global que marcan el rumbo hacia el consumo en grandes superficies.
Las dificultades de las cooperativas y los grupos de consumo para encontrar lugares donde repartir las cestas de alimentos han llevado a hacer uso de las propias calles, pero también a conectar con otros espacios alternativos propios del barrio como Eskalera Karakola, Tabacalera, Casablanca, Templo del Sol, la Biblio, locales como Fe 10, La Dinamo, librerías como La Marabunta, bares como el Loukanikos o en el propio Mercado de San Fernando. Se trata de una geografía del barrio marcada también por el singular tráfago de peatones portando carros de compra y de ciclistas con mochilas de donde sobresalen frescos y coloridos tallos y hojas de verduras, y que puede apreciarse especialmente las tardes y noches de los martes y jueves, los dos días fuertes de reparto en Lavapiés.
PLANTAR HOTELES EN HUERTOS
La RAL, a su vez, ha demostrado ser en todo este tiempo una efectiva red que teje relaciones entre sus miembros y estableciendo interesantes contactos con el exterior.Obrador Panàdarío
Mientras nuestros movimientos impulsan la vida comunitaria, nos encontramos con nuevas dificultades en la dinámica de nuestro barrio. Por un lado, se está acusando una creciente turistificación similar a la que antes tuvieron barrios como Chueca o Malasaña. Lavapiés, primero objeto de cuestionables planes urbanísticos de rehabilitación, es desde hace un par de años víctima del boom de los pisos turísticos que se ofertan en internet. Este proceso está repercutiendo en el encarecimiento tanto de alquileres como de productos y servicios, así como en la expulsión de la población con menos recursos, como personas migrantes que han desarrollado un proyecto de vida en este barrio y vecinas de toda la vida, que son las más vinculadas al tejido asociativo tan característico de Lavapiés. Un ejemplo significativo de esta transformación lo estamos viendo junto a la plaza de Lavapiés, donde actualmente se construye un hotel, precisamente en un espacio para el que se reivindicaba un uso social, y que, entre otras actividades, llegó a albergar un huerto urbano. El cambio se ve también en la aparición de nuevos supermercados pequeños, llamados Express, a los que se puede acudir cualquier día de la semana y con precios especialmente diseñados para turistas y personas con mayor nivel económico. En la misma plaza contamos ya con uno de los poquísimos supermercados de grandes dimensiones de toda España abierto las 24 horas de los siete días de la semana. Sabiendo que el vecindario está cambiando de manera visible, estas grandes cadenas se han adelantado y de paso tratan de asfixiar, más si cabe, a las pequeñas tiendas y los mercados de abastos del barrio, San Fernando y Antón Martín, que a su vez están viviendo una transformación importante hacia espacios de ocio y restauración, desvirtuando su esencia de espacio público dedicado a la alimentación.
Por otro lado, se ha producido un importante aumento de la oferta de comercialización ecológica y local en nuevas tiendas pequeñas y también en los supermercados. A ellos se une la aparición de una nueva fórmula para el consumo ecológico, las llamadas colmenas, derivadas de los grupos de consumo, pero gestionadas por personas o proyectos empresariales con ánimo de lucro y que dejan de lado todo lo relacionado con la parte transformadora, participativa y colectiva.
En último lugar, el propio éxito del movimiento de cooperativas y grupos de consumo de Lavapiés de hace años, parece que le está pasando factura ahora. La entrada de personas menos interesadas por los procesos participativos y asamblearios ha generado en algunos grupos y cooperativas ciertos problemas relacionados con el cumplimiento de los compromisos mínimos, las tomas de decisiones, etc. Es entendible que a los grupos de consumo se nos haga difícil competir con tiendas o plataformas que no suponen ningún compromiso ni exigencia para la consumidora. De esta forma, a la vez que surgen nuevos grupos que no están en red, otros más comprometidos desaparecen o se debilitan al perder miembros verdaderamente implicados, muchos forzados a abandonar el barrio debido a la gentrificación.
LUZ PARA SEGUIR ARRAIGANDO
Mientras nuestros movimientos impulsan la vida comunitaria, nos encontramos con nuevas dificultades en la dinámica de nuestro barrio como la creciente turistificación.
Afortunadamente, a pesar de la maquinaria que todo lo absorbe, son muchas los proyectos que resisten al huracán y deben ser acicates para crear otros nuevos. Un ejemplo es el interesante experimento que se está dando en el mercado de San Fernando en cuyo vestíbulo central, ante la menguada disponibilidad de espacios en el barrio, diversas cooperativas y grupos de consumo llevan a cabo sus repartos semanales, a la vez que aprovechan el momento para completar su cesta de la compra en los puestos. Se trata de una elegante y sencilla forma de revitalizar el formato original de los mercados de abastos, rompiendo la idea de competencia entre pequeño comercio local y este tipo de organizaciones, y visibilizando la necesidad de alianzas.
Respecto al mencionado aumento de la oferta de comercialización ecológica, algunas fórmulas podrían ser complementarias y adaptarse mejor a las circunstancias de las consumidoras, redundando en definitiva en mayores posibilidades de desarrollo de la agroecología. Otras son claramente oportunistas y ven en ello una posibilidad más de acumular capital. El hecho de que, debido a su creciente demanda, los productos ecológicos se encuentren en los lineales de los supermercados puede generar oportunidades interesantes para dar el paso al consumo agroecológico. Queda por hacer mucha pedagogía para transmitir la profunda diferencia entre procurarse alimentos meramente ecológicos y hacerlo en el marco de la agroecología.
Estamos en un periodo de intensa transformación, con fuertes envites del mercado para capitalizar la creciente demanda de alimentación ecológica, lo que obliga a redefinir las estrategias junto al resto de actores de los movimientos alimentarios. Desde el consumo tenemos que seguir buscando alianzas con plataformas como Madrid Agroecológico y con AUPA (Asociación Unificada de Productoras Agroecológicas); con la Red de Huertos Urbanos, que es un interesante ejemplo de cómo los procesos colectivos de participación ciudadana crean movimiento y determinan el modelo de ciudad que queremos tener y vivir; con la plataforma de Red Solidaria de Economía de Barrio, que recientemente ha puesto en marcha el proyecto de compras colectivas de Lavapiés como otra forma de potenciar los canales cortos de comercialización; y con otros movimientos sociales, para dar mayor relevancia a la cuestión alimentaria aprovechando su transversalidad, especialmente en un barrio con gran presencia de migrantes, en muchos casos procedentes de territorios desestructurados por la agroindustria. Pero también debemos aprovechar las oportunidades surgidas de la nueva coyuntura política municipal, como los compromisos adquiridos en torno al Pacto de Milán, el proyecto MARES (Sector Alimentación) o la cesión de espacios municipales cuyo destino será el fomento del consumo responsable.
Nuestra red es, en definitiva, un ejemplo de como la voluntad de cambio puede concretarse en lo local y en el día a día, siguiendo la mítica máxima de «sola no puedes, con amigas sí». Con esta fuerza colectiva, tenemos la capacidad de cambiar las cosas, aportar algún grano de arena para que este mundo sea más justo, más equilibrado.
Red Agroecológica de Lavapiés
Potencial transformador del modelo de la RAL
Entre las virtudes del modelo de las cooperativas y los grupos de consumo para el despliegue de las propuestas de la soberanía alimentaria en lo local, destacan:
La facilidad para ponerlo en marcha desde la autogestión
La potencia como vector de creación de comunidad, generando espacios de crecimiento personal y colectivo
El apoyo directo a pequeñas productoras, especialmente en los momentos duros de los inicios
La sencillez para replicarlo en cualquier territorio.