Aurora Soria Santos

En general, conocemos muy poco sobre Portugal, especialmente sobre su contexto agrario y rural y la situación en que se encuentra en este país la pequeña agricultura familiar y campesina. En la VII Conferencia Internacional de La Vía Campesina, pudimos conversar con José Miguel Pacheco de la Confederación Nacional de la Agricultura (CNA), sindicato agrario portugués miembro de La Vía Campesina, y conocer su lucha en defensa de la agricultura familiar.

 

En una mirada al ámbito agrario y rural actual del país vecino y a las tendencias que lo acompañan en las últimas décadas, se hace necesaria una pequeña reseña histórica correspondiente a la segunda mitad del siglo pasado. Hablamos del periodo entre 1950 y 1990, en el que tuvo lugar, a semejanza de lo que ocurrió en el Estado español, un proceso de modernización agraria que modificó toda la agricultura y la sociedad rural, desde la transformación tecnológica y sus consecuencias en la organización de trabajo, la ocupación y el uso del territorio, hasta la relación de la sociedad rural con la tierra. Un periodo de cuarenta años en que el capitalismo se adentró en el campo.

Agricultura tradicional campesina Miranda do DouroNordeste Transmontano Claudia Costa

Agricultura tradicional. Mirando do Douro. Nordeste transmontano. Foto: Cláudia Costa

Pastoreo en Miranda do Douro Nordeste Transmontano Claudia Costa

Pastoreo en Mirando do Douro. Nordeste transmontano. Foto: Cláudia Costa

 

ALGUNOS DATOS DEL CONTEXTO PORTUGUÉS

Los datos estadísticos evidencian un cambio importante: el porcentaje de personas que trabajaban en la agricultura en el conjunto de la población activa pasó, en ese periodo, de un 48 % a un 10 %, y la contribución de la agricultura a la producción del país bajó del 28 % al 5 %, lo que se tradujo en una pérdida de la importancia del papel de la agricultura en la economía y en la sociedad. Actualmente, con alrededor de 10,5 millones de habitantes, la población activa dedicada a la agricultura en Portugal es un 5 %, y la contribución de la agricultura al PIB es tan solo el 1,3 %.

La reducción de la población agraria activa ha ido a la par de la reducción de la Superficie Agraria Útil (SAU) registrada en el último censo agrario (2009): de 305.270 explotaciones agrícolas iniciales se ha producido una reducción del 25 % en un periodo de 10 años. Una reducción aún más drástica se ha dado en explotaciones con menos de 1 ha de SAU (41 %); y en las unidades productivas entre 1 a 5 hectáreas ha habido un abandono del 24 %. Si bien muchas de las pequeñas han desaparecido, ha aumentado un 6 % la cantidad de explotaciones mayores de 100 ha. Como explica José Miguel Pacheco, de la Dirección Nacional de la CNA y miembro del comité de la Coordinación Europea de La Vía Campesina, «tenemos un problema grave de concentración de tierra, en el que el 7 % de los propietarios tiene el 70 % de la tierra». El 97 % de las personas jurídicas responsables de las explotaciones agrícolas son productoras individuales, la mayoría autónomas, con mano de obra fundamentalmente familiar. Tan solo el 2 % de las explotaciones agrícolas (6.580 frente a 270.507) conforman la agricultura más empresarial, formada por sociedades agrícolas. No obstante, estas tienen el 27 % de la SAU, con una dimensión media 17 veces superior a la de las unidades productivas de productores/as individuales. Las cifras traducen bien la diferencia abismal entre estas dos realidades. La diferencia de dimensión en la caracterización del espacio agrario determina a su vez, a grandes rasgos, el sistema de cultivos: por un lado, un sistema extensivo asociado al monocultivo y a los campos de grandes dimensiones, regulares y abiertos como el olivar en el Alentejo; y por otro, en el centro y norte de Portugal nos encontramos con el policultivo (sobre todo en los sistemas más tradicionales) y campos de pequeña dimensión, irregulares o cerrados.

En el interior del país la agricultura asume un mayor peso social, en Trás-os-Montes representa el 36 % de la población residente y en Beira Interior, el 22 %; pero la falta de relevo generacional en la actividad agrícola supone una gran traba a su pervivencia. «En Europa somos de los que tienen un problema de envejecimiento del tejido agrícola más grande», asegura José Miguel. Efectivamente, la población ha ido envejeciendo considerablemente en el interior rural, con una media de edad de 52 años, en 2009, y un tercio de la población con 65 años o más. Los datos de 2011 muestran también una pérdida importante de población en los municipios del interior y una concentración en los del litoral, como parte de un proceso largo y persistente de despoblamiento que trae serios retos para el ordenamiento del territorio. Todos los veranos, cuando los incendios se multiplican y arrasan con decenas de miles de hectáreas del centro y norte de Portugal, se hace visible el impacto de la ausencia de gente en las labores de vigilancia y conservación de las zonas rurales menos pobladas.

Las mujeres representan un tercio de la población agraria, que en su mayoría está conformada por hombres, con un perfil medio de 63 años. Más de la mitad de las personas productoras dedican menos del 50 % del tiempo de trabajo a la explotación y casi un tercio ejerce otra actividad remunerada no relacionada con esta. Solamente el 6 % obtiene rendimiento exclusivo de la actividad agrícola; la pluriactividad es una característica habitual de la agricultura familiar pequeña y mediana en Portugal.

 

Lo que ocultan los censos agrarios

A la hora de interpretar los datos estadísticos es necesario considerar la realidad de la pequeña agricultura familiar y campesina. No todas las explotaciones agrícolas o ganaderas se tienen en cuenta en los censos agrarios, las más pequeñas quedan fuera. De hecho, la categoría de «productor agrícola» en las estadísticas oficiales, basada en la naturaleza jurídica de la actividad y en cálculos de productividad, no deja ver otras realidades.

A la pequeña agricultura no se le da la dimensión económica que tiene, dado que o bien no tiene mercado o este se crea de manera informal. No se visibiliza tampoco la importancia de la pequeña producción para el autoconsumo familiar cuando, en muchos casos, es el principal destino de la producción. Estamos hablando de una racionalidad campesina según la cual lo que se produce va destinado mayoritariamente a satisfacer las necesidades de alimentación de la familia y la comunidad, manteniendo formas económicas de reciprocidad e intercambio y una mayor autonomía frente a los mercados.

 

EN DEFENSA DE LA PEQUEÑA AGRICULTURA FAMILIAR

De las 4 confederaciones agrarias portuguesas, la Confederación Nacional de la Agricultura (CNA), que se compone de 70 organizaciones (asociaciones y federaciones de asociaciones), con diversos ámbitos geográficos (nacional y regional) y sectoriales (agrícola-ganaderos), es la que representa la defensa de la pequeña y mediana producción. Su defensa de la agricultura familiar se pone de manifiesto en la Carta de la Agricultura Familiar de esta organización, en la que se define como: «la base de la economía de millares de familias del interior del país, contrariando el éxodo rural», por lo que «su valorización debe estar en la primera línea de combate a la desertificación», además de poner en relieve su carácter multifuncional, que produce elementos de cohesión social, cultural y territorial. Estaríamos hablando de una agricultura familiar que contrasta con la agricultura empresarial en su sostenibilidad ambiental, su mayor autonomía y menor dependencia de insumos externos, donde la finca no es solo lugar de producción, sino también de reproducción social, integrada en un paisaje rural amplio.

Como expresa José Miguel, la CNA hace hincapié en la lucha por el «derecho a producir en nuestros campos», dada la encrucijada en la que se encuentra la pequeña agricultura familiar como consecuencia, fundamentalmente, de dos factores: las políticas agrarias comunes que han apoyado (y aún apoyan) un modelo de producción industrial, y la hegemonía de las superficies de distribución y sus políticas agresivas de precios.

En Portugal, el oligopolio de la gran distribución es bien visible; un pequeño puñado de empresas controlan la cadena alimentaria a través de una extensa red de supermercados e hipermercados presentes por todo el país. Concretamente, son 5 los mayores grupos de distribución alimentaria que concentran actualmente el 64 % de la cuota de mercado: el grupo Sonae (21 %, después de adquirir Carrefour) y el grupo Jerónimo Martins (16 %), como los dos principales, seguidos de Intermarché (11 %), Auchan (9 %) y Lidl (8 %). El efecto de la llegada de las grandes superficies de distribución, incluso en medios rurales aislados, es notorio y sumado a la desaparición del pequeño comercio y la escasez de ferias y mercados locales, se generan serias dificultades para la sostenibilidad económica de la agricultura familiar campesina.

 

Reivindicaciones y construcciones

El foco de intervención y lucha de la CNA recae principalmente sobre la PAC (Política Agraria Común), ya sea buscando que las «ayudas» lleguen también a la pequeña agricultura (reparto injusto que privilegia a los grandes propietarios) o reivindicando otras políticas públicas y mecanismos comunitarios de control de la producción y del mercado. En este sentido, algunas propuestas de la CNA, como la restauración colectiva o el apoyo público a los mercados locales y regionales de producciones familiares, van en la línea del rediseño y la relocalización del sistema alimentario. Sin embargo, es cierto que se pueden promover y explorar otras vías alternativas a la PAC y las políticas públicas, por ejemplo, los canales cortos de comercialización, que involucran también a las personas consumidoras como pieza clave en la construcción de sistemas alimentarios alternativos, o la agroecología, que aunque reconocida por la CNA como propuesta afín, no acaba de entrar en su ámbito de intervención.

Algunas de las organizaciones asociadas de la CNA se están empezando a movilizar a escala local y regional en torno a la sensibilización sobre canales cortos de comercialización, aunque más bien son las asociaciones de desarrollo local las que llevan años dinamizándolos; el proyecto PROVE (Proyecto de Cooperación Interterritorial ‘Promover y Vender’) es la experiencia más replicada de norte a sur del país.

Fuera del ámbito institucional, están surgiendo otras iniciativas de canales cortos de comercialización, como grupos de consumo, modelos AMAP/CSA (Agricultura Sostenida por la Comunidad) y redes de productoras y consumidoras, pero aún son muy pocas las experiencias que parten desde una acción social colectiva de base que cuestione el sistema agroalimentario; muchas se acaban reduciendo a una estrategia de venta más, a la que se suman personas consumidoras con motivaciones individuales. Cabría preguntarse entonces qué acciones más transformadoras se pueden plantear y construir colectivamente para que otras personas y formas de agricultura se vean incluidas, empezando por el mismo campesinado.

 

 

EL NUEVO CONTEXTO POLÍTICO

En 2014, el año que la ONU y la FAO declararon como Año Internacional de la Agricultura Familiar, la CNA aprueba en su 7º Congreso una propuesta de Estatuto de la Agricultura Familiar Portuguesa, a través de la cual se pretende crear un instrumento de transformación de las políticas agrarias, defendiendo y promoviendo la agricultura familiar, reconociendo su importancia en la cohesión territorial y manutención de un mundo rural vivo, en la preservación del medio ambiente y los recursos naturales, así como de los cultivos y saberes tradicionales asociados a la cultura popular. José Miguel explica que esta propuesta enlaza perfectamente con la lucha de La Vía Campesina por el reconocimiento de los derechos de los campesinos ante la ONU.

 
   A pesar de que todos los ojos están puestos en el nuevo contexto político portugués, si ampliamos la mirada a la tendencia en el sector agroalimentario en Portugal, realmente no se auguran nuevos vientos.   
 

El pasado mes de junio, la CNA organizó en Coimbra una conferencia nacional con el fin de enriquecer y seguir reclamando la propuesta del Estatuto, invitando a diferentes organizaciones y entidades. La iniciativa fue valorada por el ministro de agricultura, y se acaba de crear (agosto 2017) una Comisión Interministerial para preparar un documento a discutir con la CNA y otras entidades, por lo que podría estar ya cerca la consagración legal del Estatuto.

A pesar de que todos los ojos están puestos en el nuevo contexto político portugués (un gobierno de ruptura con las anteriores políticas de austeridad), si ampliamos la mirada a la tendencia en el sector agroalimentario en Portugal, realmente no se auguran nuevos vientos. Tan solo hay que ver lo que está pasando en el campo alentejano y su transformación (del secano al regadío y del extensivo al superintensivo) por parte de empresas del sector agroalimentario, desde los invernaderos del litoral hasta el embalse de Alqueva, el mayor de Europa occidental, ya en la frontera con el Estado español, cuyo perímetro de regadío sigue ampliándose. La expansión del área y el aumento de la producción de cultivos de regadío (como los olivares, las plantaciones de almendros y frutales o los pequeños frutos rojos), muy direccionada al mercado agroexportador, se contempla como un éxito de la agricultura empresarial portuguesa y como una gran contribución a la economía del país. En esta línea, y desde una visión productivista y cortoplacista, no sorprende escuchar que «Portugal y la zona del suroeste tienen todas las condiciones para ser, a muy corto plazo, la California de Europa», palabras del actual ministro de agricultura, Capoulas Santos.

Entre la diversidad compleja de grupos sociales, redes y plataformas de Portugal, con sus propias reivindicaciones (y también limitaciones), hay luchas que realmente se conectan con la defensa de una agricultura sostenible, familiar y campesina. Sin embargo, son luchas que parten de diferentes contextos, necesidades y propuestas. Se echa en falta un movimiento social que aglutine muchas de ellas, para sumar fuerzas en las resistencias agroalimentarias, quizás empezando por reivindicar y extender el concepto de soberanía alimentaria.

Aurora Soria Santos
Bióloga ambiental, máster en Agroecología

 

  PARA SABER MÁS

   Carta de la Agricultura Familiar Portuguesa (7.º Congreso de CNA, 2014) Disponible en PDF

   Aproximaciones a la agroecología en Portugal. De la pequeña agricultura familiar y tradicional a la agricultura ecológica, y de los canales cortos de comercialización a la soberanía alimentaria: prácticas, racionalidades y resistencias. Trabajo de Fin de Máster en Agroecología, 2016, UCO-UPO-UNIA. Disponible en PDF

 


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