Palabra de campo: Sara Velázquez
De la exposición Nuestras raíces unidas a la tierra. Foto: Nuria González
Lo que más me llamó la atención cuando conocí el movimiento de La Vía Campesina es que fuera algo tan universal, de tantos territorios, sin importar las diferentes situaciones o necesidades. Y que tuviera también sentido en aquellos lugares donde el campesinado parece extinto al no encajar con las estructuras capitalistas actuales pero que, a pesar de ello, se está recuperando por necesidad socioeconómica y emocional.
Estudié para proteger la naturaleza y la vida del medio rural. Me vine a vivir a la región de la que mis abuelos emigraron ante la falta de oportunidades. Aquí la opción para que los territorios se dinamicen de forma autónoma es la iniciativa productiva. En 6 años, he visto surgir en mi pueblo proyectos de elaboración de pan, queso y conservas, cultivo de setas, hortalizas y frutales, cría de gallinas, cosmética natural, hilado de la lana…, todo a base de recursos y conocimientos locales, tradición y dedicación por elaborar productos buenos para el entorno y para quien los consume. Pero es difícil mantenerlos a flote. Lo sé de primera mano. Hay muchas estructuras y espacios por recuperar y transformar. Y muchas redes que crear para que no se asfixien por el camino.
Mi aporte ha pasado por visibilizar la agroecología y su potencial para cambiar el modelo productivo predominante, que expulsa a la población e impide el retorno de sus descendientes, aportando también aprendizajes para que estos proyectos productivos puedan mantenerse en el tiempo a pesar de las limitaciones.
Con otra compañera de México, desarrollamos un curso de agroecología, basado en el aprendizaje cooperativo virtual a través del intercambio de experiencias y estrategias entre personas, colectivos y proyectos de toda Latinoamérica y del Estado español, de procedencia urbana y rural. Entre las personas participantes, hay técnicas del mundo rural que necesitan nuevas herramientas para entender y proponer; estudiantes y docentes de todos los ámbitos en que la agroecología ofrece alternativas esperanzadoras; y personas con proyectos productivos o de autosuficiencia con necesidad de aprender más técnicas para poner en práctica. Sorprende la cantidad de prejuicios y «verdades universales» adquiridas que se van rompiendo durante el curso. Y la capacidad para ilusionarnos al descubrir nuevas alternativas, más integradoras, respetuosas y posibles.
Para muchas personas, este tipo de espacios de encuentro son una herramienta de apoyo emocional, ya que tienen que luchar contra el aislamiento (físico o social) y la incomprensión de poner en marcha un proyecto con una forma de hacer y vivir diferente, con independencia de dónde residan.
Por eso existe una necesidad global de acompañamiento agroecológico, así como de generar espacios de intercambio y visibilizar la función socioambiental de todos los proyectos que están surgiendo. Todo ello pasa inevitablemente por una mejor organización a escala local, regional e internacional. La Vía Campesina es nuestro territorio común donde podemos aprender de muchas iniciativas de resistencia, adaptarlas y usarlas como fuente de inspiración y esperanza.
Sara Velázquez, retornada al campo
Asociación GeoAlternativa