Testimonios
Revista SABC
Cuando la ganadería es tu mejor ayuda
Rafael García y Begoña Barragán. Fuenteheridos (Huelva)
La explotación de Rafa y Begoña tiene 40 madres y cría 50-60 borregos anuales. «La cría es totalmente ecológica», nos cuenta Rafa, «es más, no les echo nada de comer, están todo el día moviéndose de finca en finca y no me gasto nada en pienso. Vendo cada canal entre 90-100 euros».
Rafa afirma que las ovejas no son su principal fuente de ingresos, les proporcionan unos 7.000 euros anuales. Si bien no se consideran productores de carne, defienden el modelo de producción existente en una zona donde todo el mundo tiene ganado como actividad complementaria a otras producciones. «Es la única manera de sacar adelante de forma rentable una explotación. Las ovejas hacen un gran trabajo en los campos, necesitan muy poca dedicación y es cuestión de defender un ecosistema, con producción diversificada y ganadería en extensivo, que permita la permanencia del campesinado».
No reciben dinero de la PAC ni tienen interés en gestionarlo porque las ovejas no les dan trabajo. Sin embargo, comentan que el nuevo cálculo de coeficiente de admisibilidad de pastos ha generado muchas dificultades al colectivo ganadero de la zona. Ahora tienen el mismo número de ovejas pero con menos pasto admitido, con lo cual se ven en la obligación de alquilar pastos para poder mantener sus ovejas, y no todo el mundo tiene medios para hacerlo.
Consideran que su forma de gestión es sui generis, puesto que no quieren que los animales les aten. Están intentando tener una finca integral, holística, donde esté todo incorporado. «Están en extensivo y el control es fácil porque en la zona todo está vallado. Las ovejas también pastan en fincas vecinas, en olivares...; de hecho, nos piden que las metamos en sus fincas para mantener limpios los campos». Acaban afirmando: «Nos encantaría no tener las 60 ovejas y que no nos cedieran el acceso a sus campos, pues significaría que en esa finca estarían volviendo a lo que un día fueron, con sus 8 ovejas para la gestión del territorio... y, además, ¡tendríamos vecinos!».
La clave es no depender de la Bolsa de Chicago, disponer de tierras
Aitor Solozaba. Elorrio (Bizkaia)
Yo no soy de caserío, soy del primero izquierda, vivía en un barrio obrero, pero quería ser aldeano, lo que ahora ya soy gracias a una hectárea de monte que mi madre obtuvo de una herencia. Primero transformé ese terreno en pradera y luego compré una vaca. La vaca Fermina. De ahí alquilé más tierras, compré más vacas y desde hace 24 años todo lo que produzco lo vendo yo directamente. La prueba más clara de que el proyecto es bonito y digno es que ya tengo relevo generacional: mi hijo, que ha estudiado ganadería, es decir, que ya sabe lo que no tiene que hacer. Ahora tenemos 30 vacas madres y para que salgan dos salarios tenemos que llegar a 40. ¿Pocas? Sí, muy pocas comparado con los modelos clásicos, pero son suficientes.
El problema principal para el sector es disponer de tierras, todas son medio urbanizables, medio industriales y cada vez quedan menos y sobre todo se especula con ellas. En nuestro caso, gestionamos 16 ha de praderas y mandamos a pastar a las vacas con piolet porque hacen silvopastoreo. Tenemos al alcance 500 ha de montes privados de pinares y a sus dueños les parecen bien nuestras vacas okupas porque hacen un trabajo fino de limpieza. De esta forma, desde hace un año no les damos pienso. ¡Ya no dependo de la Bolsa de Chicago!, y puedo presumir de un producto diferente, saludable y de mucha calidad, que es lo que valoran mis clientes.
Respecto a la comercialización, quedan muy pocas carnicerías que compren ganado y a quienes les importe de dónde lo traen y así, a la ganadería local, se nos van cerrando puertas. Pero claro, es cierto que la venta directa significa acabar tú de hacer el engorde, ir al matadero a seguir todo el proceso para asegurarte el producto que quieres (justo ahora que ya no tenemos más que dos o tres macromataderos centralizados) y luego todo el trabajo de venta a redes como la nuestra, más de 130 familias actualmente. No podemos valer para todo.
El verdadero animal en peligro de extinción es el pastor
Gabriel Errandone. Cooperativa Trigo Limpio, Bera (Navarra)
Gabriel empieza su discurso de firma contundente. «El tema del campo se nos va al garete, y en particular, el sector ganadero está realmente mal. La prueba es que no hay relevo, salvo un porcentaje muy pequeño que es vocacional. Al menos aquí en Navarra, tengo la sensación de que la gente se queda en el campo porque no tiene otras opciones». Cuenta que gestiona 5 o 6 veces más ganado que su padre y al final termina siendo un mileurista, mientras que antes se vivía muy bien. Afirma que la calidad de vida ha caído sustancialmente. «Los precios se han hundido y los costes se han disparado. La administración no hace nada. Los ganaderos en convencional están mucho peor que quienes estamos en ecológico, están endeudados y con muchas dependencias y lo mismo ocurre con los cebaderos de 100 terneros o así, por aquí los están cerrando».
Ya hace varios años que, con la situación del sector y por convicción, 4 fincas ganaderas pusieron en marcha la Cooperativa Trigo Limpio. Cada finca gestiona sus animales (ovejas, vacas, yeguas) y comercializan en conjunto a partir de una sala de despiece propia. «Para conseguir nuestra sala de despiece nos exigieron muchísimos trámites», cuenta Gabriel, «hay que tener toda la documentación del convencional, más la de ecológico. Allí lo despiezamos y lo ponemos al vacío y de ahí va a tiendas, restaurantes, particulares... y ahora también estamos trabajando con colegios, gracias a la presión de los padres». Con esta forma de funcionamiento, Gabriel cuenta que pueden ajustar mucho los precios para que no haya mucha diferencia con los de la ternera convencional. Todas las semanas elaboran carne de ternera; cada 20 días, de potro; y les gustaría también, estacionalmente (en Navidad), elaborar carne de cordero.
Pero, en general, han comprobado que muy poca gente está dispuesta a pagar por la calidad. Observan que hay muchas familias preocupadas por las alergias infantiles y cambian a productos ecológicos, pero empiezan por las verduras, luego el pan, la pasta... y muy pocas llegan a la carne. «En la época de las vacas locas triplicamos las ventas, pero era por miedo. Ojalá se acercaran a nuestro producto no por miedo ni únicamente por motivos de salud, sino por convencimiento. Tenemos una clientela muy fiel, eso sí, pero el crecimiento es muy lento».
Las carnicerías son una pieza fundamental
Carnicería García Rives. Olite (Navarra)
Adelaida y José Miguel regentan una carnicería con más de cien años de historia en Olite, Navarra. Siempre ofrecen producto local y desde hace 15 años, más de un 90 % de la carne fresca y un 80 % de otros productos como la charcutería, son ecológicos.
«A las carnicerías hay que darles un papel protagonista si queremos potenciar el comercio local, con todo lo que supone», nos cuenta José Miguel. «En tiempos de un consumo que pasa mayoritariamente por las grandes superficies, una gran parte de las personas consumidoras siguen buscando carnicerías locales a la hora de comprar carne. Este vínculo se ha roto con muchos comercios, pero la confianza que nosotros podemos ofrecer se mantiene como algo importante. Debemos ser muy conscientes de esto, de la importancia de la concienciación de quien vende. La confianza es insustituible y es la gran diferencia con las grandes superficies o las cadenas que se están poniendo de moda y donde se vende carne industrial, de origen desconocido».
Carnicerías como la de Adelaida y José Miguel son el único intermediario entre la finca de producción y la persona consumidora. Compran directamente los animales que requieren y la persona productora se los sirve después de llevarlos a los mataderos. El despiece lo hacen en la carnicería, «algo que ya no es tan habitual pero que además de asegurarnos la calidad del producto nos permite tener precios competitivos, sobre todo en ternera», explica José Miguel. «Pagamos a los ganaderos mejor que lo que les pagan en otros modelos de comercialización, pero para que este modelo sea replicable hay que denunciar que en 20 años han desaparecido casi todos los mataderos; antes cada pueblo tenía un matadero y aquí en Navarra apenas quedan tres o cuatro. Deberíamos reivindicar los mataderos locales o incluso, en el caso del ovino, que se pudiera matar en la propia finca como ya se hace en algunos países de Europa».
Adelaida y José Miguel son conscientes de que, en general, hay que reducir el consumo de carne, «de hecho a nuestros clientes les recomendamos que coman más legumbres, por ejemplo, pero también es cierto que nos preocupa la forma en la que cada vez más gente se acerca a los alimentos. Existe una radicalidad o una mirada muy preocupada en cuestiones de alergias, gluten, intolerancias...; pero el público está muy confundido (a veces nos piden carne sin gluten). Nos parece que en esto los profesionales de la medicina y la dietética tienen parte de responsabilidad».
La experiencia de la gestión comunal de pastos en Orozko
Zigor Gorostiaga. Orozko (Bizkaia)
itxinapekookela.blogspot.com.es
Itxinapeko Okela es una explotación situada en Orozko, formada por 40 madres de las razas autóctonas pirenaica y terreña, que pastan de mayo a noviembre en los pastos comunales de las faldas del macizo de Itxina, en el Parque Natural de Gorbeia. Se cierra el ciclo de la producción con la venta directa.
Zigor empezó de la mano de su padre con 20 vacas, por afición, y estuvo trabajando como veterinario en ganadería intensiva hasta el momento en que, por vocación, decidió dejarlo y dedicarse a ser ganadero. Dice que con 40 vacas se puede vivir apostando por la venta directa, siendo coherente y cambiando el modelo de explotación, disminuyendo los gastos y aprovechando las 40 ha de pastos comunales a las que tiene acceso.
Una de sus principales preocupaciones ha sido la alimentación del ganado. Actualmente, está basada en pastos, forrajes y en la fase última del engorde la complementa con la compra de grano (cebada, maíz, haba y guisante). Ha seguido un proceso en el que ha ido eliminando la soja y el aceite de palma. Zigor intenta comprar lo mínimo y usar recursos propios, como la leche de las madres, y aprovechar más el pasto en verano. Una parte de los forrajes la compra en fincas cercanas.
En su municipio la ganadería persiste gracias a la defensa de los pastos comunales, que ha impedido que se hayan sustituido por masa forestal y plantaciones de pino. Ahora uno de los retos es adaptar las ordenanzas del municipio que los regulan. «Hasta ahora solo por ser vecino del pueblo puedes echar los animales al monte, pero sería necesario dar más importancia a una gestión de pastos basada en 3 pilares: el social (por ejemplo, facilitar el acceso a jóvenes), el medioambiental (diversidad de especies, manejo sostenible de los pastos y lucha contra la intensificación) y el económico (priorizar el acceso a quienes viven de la ganadería). La ordenanza debe ser una herramienta dinámica que active el uso sostenible de los pastizales».
El Ayuntamiento es propietario de unas 1.100 ha calificadas como pastos y la Asociación de Ganaderos se encarga de su gestión. Con la nueva ordenanza, se ha creado una comisión de seguimiento cuyo objetivo es regular el acceso al pasto público con criterios consensuados y priorizar el tipo de explotación más sostenible. «Todo apunta a un debate sobre a qué modelo y tamaño de explotación se le debe facilitar el acceso a los pastos. Por ejemplo, si se calcula que 80 vacas es un tamaño de explotación que permite vivir de la ganadería, a las explotaciones con 200 vacas solo se les permitiría el acceso de 80 de ellas».
La principal amenaza para los pastos es la cultura heredada de la producción industrial y que la gente tiene la ganadería como un complemento a otra actividad económica e incluso como afición, con lo que se pierde la actividad productiva de los pastizales. Pero una de las preocupaciones más importantes es la ruptura generacional. «La media de edad de los ganaderos es de más de 60 años y en el pueblo hay pocos jóvenes. No quieren dedicarse a esto puesto que durante años se ha menospreciado la actividad ganadera e incluso se ha perdido la cultura asociada a ella. Es necesario abrir la normativa y facilitar el acceso de los pastos a jóvenes de municipios vecinos y defender un determinado modelo y dimensión de explotación. Pero el que venga que se quede y se asiente en el pueblo. La esperanza actual es que existe la alternativa del modelo agroecológico».