María Sánchez
Foto: María Sánchez
Hay una frase del escritor portugués Lobo Antunes de la que siempre tiro y que, como solemos hacer a menudo quienes escribimos, he hecho muy mía: «Soy médico del mismo modo que los niños repiten: soy mayor». Cambio la palabra médico por veterinaria y me la digo a mí misma, muchas veces. Después del esfuerzo, las ganas, la ilusión, te toca. Y siempre que escribo esa palabra o la repito en voz alta me entra la misma ilusión y la misma fuerza de un niño que empieza a ser consciente del tiempo, de las responsabilidades, del tacto de la mano del abuelo siempre anticipando la posible caída. Cuando me preguntan por mi profesión siempre recalco, sí, veterinaria, pero de campo. Porque trabajo con quienes se manchan las manos de tierra, con quienes trabajan todos los días de la semana y no duermen en casa cuando en su granja comienzan las parideras. Para la sociedad no suelen tener nombres ni caras pero son quienes nos dan de comer. Porque aunque hoy en día se observa una tendencia a valorar el mundo rural, no veo tal acercamiento con las ganaderas y los agricultores, quienes de verdad trabajan y viven ahí todos los días. Sí es verdad que, por fin, la sociedad está empezando a pensar qué comer, pero pienso que queda mucho por hacer. Aun así, para mí el mundo rural es una ventana que quiero tener en mi vida siempre presente, abierta, llena de luz. Tengo la suerte de trabajar en una asociación con personas veterinarias y ganaderas que cuidan mucho de su trabajo y de sus animales, y en la que cada vez se apuntan más jóvenes que quieren trabajar en la ganadería. Y ese es el hilo del que tenemos que tirar para continuar y llegar al resto; para contagiar las ganas de seguir adelante a pesar de los problemas que tenemos en este sector y el sentido de unión, porque juntos, hacemos y conseguimos más.
Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es presumir de los quesos que hacen las ganaderas de mi asociación. Son artesanos, hechos en la misma granja, elaborados con leche cruda. Hay que contar el valor de ese producto y la tarea primordial que realiza esa persona a modo de unión entre el paisaje, las razas autóctonas y la sociedad. Y hoy más que nunca, tenemos muchas herramientas al alcance para hacerlo: redes sociales, blogs, revistas, foros, encuentros, campañas... Debemos aprovechar este momento en el que parece que la sociedad empieza a cuestionarse los modos de producción y las formas de consumo para dar impulso a nuestras razas autóctonas, a la ganadería extensiva y ecológica y, cómo no, a las iniciativas de soberanía alimentaria. Y para dar voz, más que nunca, a las que por fin están saliendo de la sombra y haciéndose oír: las mujeres del campo.
Recuerdo con mucha ternura la felicidad de mi abuelo (era veterinario de pueblo) cuando se enteró de que yo empezaba a estudiar veterinaria. También, la sonrisa de mi padre (también veterinario) diciéndome: «Hija mía, las cosas andan regular en el campo y en la profesión, ¿de verdad quieres estudiar veterinaria?». Y saber que lo tenía más claro que nunca. Como ellos. A pesar de las piedras en el camino, de los altibajos, de los baches. Cada día sé que merece la pena y que hay mucho camino por recorrer, porque, en el fondo, esto no ha hecho nada más que empezar.
María Sánchez
Veterinaria