Cuando cerramos los ojos y pensamos en el despoblamiento rural, ¿qué vemos? ¿Son imágenes del presente?, ¿son imágenes de una ruralidad cercana o lejana? Y, sobre todo, ¿podemos percibir desde dónde pensamos? Aunque muchas de nosotras no estemos en una ciudad, es muy probable que estemos visualizando desde lo urbano. La ciudad, y todo lo que representa, ocupa y coloniza mucho más que el territorio. Sin embargo, y por suerte, también hay hueco para lo rural en las ciudades.
Con este número, queremos tratar de enriquecer y complejizar esos imaginarios. Mientras Eva corrige los últimos textos y Raúl empieza a maquetar, la imagen del despoblamiento rural que vemos se parece a una extensión inmensa, sumamente diversa y que, con su extrema sensibilidad, se moldea reflejando la sociedad de cada tiempo. Mujeres que se van, jóvenes que vuelven, campos que se abandonan, polígonos que nunca se utilizaron, viejas casas de labranza que se restauran o aglomeraciones estacionales. Las dinámicas de cada lugar hablan un idioma propio, pero todas ellas reaccionan a la presencia o ausencia de colegios o servicios sanitarios o a la inversión de fondos europeos, y en estas páginas hemos querido plasmar algunas de esas respuestas. ¿De qué manera pueden condicionar los flujos de población? ¿Existen recetas para mantener los pueblos vivos?
Pasando una página, nos vamos a Colombia para saber en qué quedó su proceso de paz y cómo afecta a la gente del campo. Y después, las compañeras de Surcos Urbanos comparten su estudio sobre la capacidad transformadora de iniciativas como los grupos de consumo o los huertos comunitarios, esos puentes entre lo rural y lo urbano. En las visitas de campo paseamos por la sierra de Ávila, mientras quienes la habitan y la cuidan cuentan que la tierra que pisamos tiene un valor monetario del que una empresa minera quiere apropiarse, y que se han movilizado para evitarlo; y nos acercamos al mundo del vino desde tres experiencias que se abren paso a contracorriente en un sector particular, en el que se presume de la palabra viticultor en tarjetas de visita de diseño.
Puede que tras leer este número tengamos la sensación de que los pueblos no van a desaparecer, que nos quedemos con su poder de resistencia a lo largo de los tiempos y con todas las iniciativas que trabajan en cada rincón por devolverles la vida. Como decía John Berger, «la esperanza no es una garantía, es un tipo de energía, y muchas veces esa energía es más fuerte en las circunstancias más oscuras».
La esperanza no es una garantía, es un tipo de energía, y muchas veces esa energía es más fuerte en las circunstancias más oscuras.
John Berger
CASAS CUERPO
Estas casas están hechas con la carne del planeta
con tierra.
Son tierra y son Tierra.
Son carne
a veces sonrosada y a veces roja.
Para construirlas
primero
hay que arrancar la carne a la Tierra.
Después
en carne viva
se coloca con cuidado sobre los huesos.
Por último
se abre una puerta para que entre (y salga) el aliento.
En el dintel hay que poner un molinillo de café
cuatro o seis cerezas siamesas
una niña con gafas verdes
y después
contar hasta mil
tres veces.
Para destruirlas
no hay que hacer nada
nada.
Héctor Castrillejo
Poema incluido en el disco Código de barros (2014) de El Naán