Musa en la campaña de la manzana. Foto: Unió de Pagesos
Musa, nacido en Gambia, ofrece un buen testimonio de lo que significa ser temporero en el Estado español, pues lleva desde 1980 trabajando en diferentes campañas agrícolas en muchos lugares de Catalunya, «desde Blanes hasta Badalona, y toda Lleida; en la fruta, en las flores, en la poda o ayudando con las granjas de pollos y cerdos que muchos payeses también tienen; y un par de años manejando máquinas en una fábrica de compost». Hoy no ha podido ir a recoger manzanas como pensaba, porque por la noche ha granizado y el pagès ha dicho que «ya les diría algo». Tres o cuatro días sin trabajar, tres o cuatro días sin cobrar; «es legal, es así», dice Musa. «Este año estamos con Unió de Pagesos que nos pone en contacto con los payeses que nos necesitan, por doce, quince días. El payés nos da de alta en la seguridad social por esos días y cuando acaba nos paga, nos da el finiquito y vamos al INEM, nos damos de baja, y cuando volvemos a trabajar nos dan de alta. No cobramos del paro, pero cuando he estado un mes sin trabajar he cobrado 426 € por subsidio familiar. Trabajamos con un convenio que se paga a 6,06 €/h y con las retenciones nos quedan unos 5,60 €/h»
Pero Musa también explica que muchos compañeros suyos no están como él. «Muchos extranjeros, por las condiciones en las que llegan, se ven obligados, hablando mal, a bajarse los pantalones, y trabajan con las ETT, que les cobran por llevarlos a trabajar. Eso es explotación. Por llevarlos a los campos en furgoneta descuentan a cada trabajador entre uno y dos euros del precio/hora que marca el convenio. Nosotros decimos que, por mucha necesidad que haya, esto hay que pararlo, vale más ir a buscar chatarra, nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Hay unas leyes que hemos logrado, y debemos defenderlas y no podemos ser nosotros quienes las rompamos. Me acuerdo muy bien de cómo en el año 1980 no teníamos nada, ni permiso de residencia, ni seguridad social, y nos pagaba cada payés lo que quería. Estuve 10 años en situación ilegal y sin papeles. Ahora tenemos unos derechos y no podemos perderlos».
Musa ha visto que en otros lugares, como en Murcia, se fumiga mientras hay personas trabajando en los invernaderos, «aquí los payeses verdaderos sulfatan solo al anochecer, cuando ya hemos recogido para ir a casa. Al volver ya no nos perjudica, el líquido ya lo ha absorbido la planta».
La migración, dice Musa, es una necesidad. «No hemos salido de Gambia de vacaciones ni a conocer otra cultura, hemos salido por necesidad, involuntariamente. La migración, por un lado, perjudica a nuestros países de origen, los jóvenes fuertes que mueven el país han cogido la maleta; pero, por otro lado, también allí han cambiado las cosas, y la mayoría de los pueblos ya tienen tractores de segunda mano, yo les he ayudado a comprar tractores alguna vez. Ahora observo lo que pasa en Siria, en Libia y en Melilla, se juegan la vida en la patera o saltan la valla. Hemos de decir que, las cosas como son, ellos lo hacen porque están obligados. Europa y EE. UU. son el primer mundo, y como mucha gente quiere venir aquí, Europa hace para que no puedan venir. Europa debería ayudar más a nuestros países y así se frenaría todo esto. Pero hay muchos intereses».
Musa está satisfecho, con nacionalidad española, con pasaporte para volver a su país y va a ser abuelo de una niña. «Yo vivo aquí, hay trabajo y abundancia. Si llevo 36 años aquí es que me siento bien, que me han recibido bien. No puedo quejarme. Aunque ahora veo que venir es muy difícil, ahora aquí no hay trabajo y debería de regularse que la gente salga ya con un contrato bajo el brazo. Si no se puede venir legalmente, mejor intentar sobrevivir allí. Hace un par de años, yo compré una bomba de agua y la puse en mi pueblo y eso les ayuda a regar».
Como decíamos, hoy Musa no ha podido ir a trabajar, pero ha estado en su huerto, una tierra que le pidió a un pagès donde cultiva sus propias hortalizas y también cultiva ocra. «La yuca no puedo cultivarla porque no hay 8 meses de calor, tengo que comprarla porque cada tres por cuatro nos gusta comer nuestra comida de Gambia». Hablando de alimentos, Musa acaba compartiendo una observación que le preocupa: «En las tiendas de alimentación hay mucho género que viene de otros países y para los consumidores es una ventaja porque el precio es bajo porque interesa que haya mercado, competencia, pero a los que cultivan aquí les perjudica. Y a los payeses se les paga poco mientras que la maquinaria, los sulfatos y la mano de obra suben. Por eso ahora están dejando la fruta para poner maíz, que se paga bien y no requiere gente, y también nos perjudicará a nosotros».
Revista SABC