David PALAU I ZAIDÍN
Catalunya es la principal zona de producción porcina del Estado español, con el 43 % del mercado y una población media de siete millones de cerdos. La comarca de Osona concentra gran parte de esta actividad, y representa un 52 % de su PIB, con cifras de 30.000 animales sacrificados cada día. Para conocer a fondo este negocio, dominado por no más de seis o siete grupos empresariales, hay que poner atención en los mataderos, un eslabón invisibilizado de la cadena alimentaria.
La Plana de Vic, que ocupa el centro de la comarca, es un territorio llano, ideal para la agricultura y donde es difícil saber si fue antes la pasión por el cerdo o la gran expansión del negocio de la carne que deriva de este. Porque una cosa es la práctica de una actividad ganadera que convive con su entorno, y otra, devorarla y convertirla en un macronegocio sin respeto alguno por el territorio ni por las personas que en él trabajan.
Acciones de reivindicación del sindicato COS / Dolors Peña Buxó
Hasta los años ochenta en Osona convivían multitud de granjas que engordaban una media de 52 cerdos cada una, en un modelo que podía considerarse de ganadería familiar. Hoy, este modelo ya solo representa un 25 % del total de granjas, siendo mayoritarias las que cuentan con una media de 1000 cabezas, e incluso algunas que superan las 10.000. Hablamos de auténticos complejos industriales con una serie de repercusiones muy graves en el territorio. Enumeramos algunas de ellas:
- En el caso de Osona, con unos 900.000 cerdos en engorde, la gestión de los purines es totalmente inasumible, contamina ríos y tierras de cultivo y, como denuncia la organización ecologista local Grup de Defensa del Ter, provoca que la mitad de las fuentes de agua de la comarca estén contaminadas.
- Como también denuncia este colectivo, buena parte de las zonas de vertido de los purines está a tocar de núcleos habitados y sus efluvios provocan que en algunas zonas de Osona el aire esté más contaminado que en Barcelona. De hecho, hoy en día más del 90 % de las emisiones con efecto invernadero de la comarca son responsabilidad del sector ganadero.
- Las condiciones de bienestar animal, aunque desde el 2013 se obliga a ciertas prácticas, son insuficientes cuando hablamos de industrias intensivas de estas dimensiones.
- Y no podemos olvidar que si bien una pequeña granja puede alimentar a sus animales con cereales de su propia cosecha, este modelo industrial funciona con una alimentación desconectada de su territorio. La ganadería industrial depende de piensos que además de maíz llevan soja transgénica proveniente de Argentina o Brasil, donde para cultivarla se están destruyendo bosques amazónicos y desplazando a miles de personas de sus medios de vida.
Hasta los años ochenta en Osona convivían multitud de granjas que engordaban una media de 52 cerdos cada una, en un modelo que podía considerarse de ganadería familiar.
LA ARISTOCARNIA
El sistema de integración vertical de la cadena productiva ganadera, es decir, el hecho de que una misma empresa controle los piensos, el engorde, los mataderos e incluso la distribución, ha roto por completo la anterior estructura productiva y de mercado que existía en la comarca, dando lugar a lo que se conoce como aristocarnia, término que acuñó Miquel Macià.
La aristocarnia —con los grupos Vall Companys, Tarradellas, Corporación Alimentaria Guissona y Baucells a la cabeza— controla un negocio inmenso que representa entre el 3 y el 3,5 % del PIB de Catalunya, y lo hace con el apoyo de todas las administraciones, tanto en forma de ayudas económicas como en permisividades, legales o no.
Como ejemplo, podemos citar las cifras de Vall Companys, uno de los holdings cárnicos más importantes de Europa. Vall Companys es capaz de producir 1,6 millones de toneladas de piensos, que vende entre las más de 2000 granjas a las que también lleva lechones para que las familias ganaderas, sin ninguna autonomía, los engorden para acabar más tarde en los mataderos de esta misma empresa, por donde pasan anualmente 4,3 millones de cerdos y 65 millones de aves. Un volumen de negocio de unos 1353 millones de euros.
LOS MACROMATADEROS
Una pieza fundamental para este engranaje son los mataderos industriales, integrados en estas grandes empresas, y donde se sacrifica a los animales y se procesa la carne para servirla a las grandes superficies o a las industrias de transformación. En el caso de la carne porcina, la mitad se exporta a países europeos y asiáticos, y la otra mitad, en forma de carne o embutidos; es la que encontramos en las estanterías de nuestros supermercados a precios muy baratos para estimular su consumo habitual. Casa Tarradellas, por ejemplo, tiene acuerdos de interproveedor con Mercadona.
Como ejemplo de lo que, en mayor o menor medida, pasa en muchos de estos mataderos industriales, nos situamos en el caso del matadero Esfosa (Escorxadors Frígorífics d’Osona SA), en Vic, la capital de Osona, a raíz de los últimos conflictos laborales denunciados.
Esfosa está en manos, cómo no, de las principales agrocárnicas mencionadas, como Casa Tarradellas, Càrniques Montronill o el Grup Baucells. El expediente de Esfosa cuenta con una denuncia por haber vertido al río entre 450.000 y 750.000 litros de purines, causa por la que asumió una multa de 1.800 euros, una cantidad tan irrisoria como simbólica que nos ayuda a entender un poco mejor las ayudas legales o no a las que nos referíamos arriba.
En las instalaciones de Esfosa, 149 personas —mayoritariamente personas inmigrantes— trabajan de forma fija y unas cuantas decenas lo hacen en régimen temporal o encuadradas en cooperativas; sacrifican y trocean 12.000 animales diarios, más de un tercio de los 30.000 que se matan en la comarca. «Si este es realmente el motor económico de la comarca, más motivo aún para que las personas que trabajamos en ello estemos bien», nos confesaba Montse Castañé, miembro de la COS (Coordinadora Obrera Sindical) y presidenta del comité de empresa en Esfosa. Desgraciadamente, nada más lejos de la realidad.
En este matadero, según nos confiesa Montse, «se han llegado a realizar jornadas laborales de catorce, dieciséis y hasta de veinte horas. El año pasado se pactaron jornadas de diez horas, pero aun así no hay rotación: hay gente que puede llegar a cortar 10.000 lenguas en un día, sin rotar nunca. En este tipo de trabajo, la no rotación es grave, porque causa lesiones como la tendinitis, que no está reconocida como lesión laboral... Así que te echan y listo».
Efectivamente, el Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV), elaboró un informe sobre las condiciones del trabajo en los mataderos corroborando que el trabajo repetitivo se vive a lo largo de todo el proceso y aunque la intención de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales es mejorar ese estado, según su autor, Pere Boix, la realidad siempre queda por debajo de las expectativas de trabajadores y prevencionistas.
Según explicó Manel Juan para el semanario independiente La Directa, también miembro de la COS, es habitual que los mataderos no contraten directamente al personal, sino que subcontraten a otras empresas que se presentan utilizando la figura jurídica de cooperativas, para obtener beneficios fiscales y rebajar las condiciones laborales. Pero, como también confirma Montse, son falsas cooperativas donde se generan muchas irregularidades. «Además de que se tiene que pagar una cuota mensual de 50 o 60 euros para ser parte de esta supuesta cooperativa, te hacen trabajar en régimen de autónomo pagando la cuota mensual de 267 € y aún así les echan a la calle de hoy para mañana. No se pueden poner enfermos, no tienen paro, cobran 600 € u 800 € como mucho...».
Se han llegado a realizar jornadas laborales de catorce, dieciséis y hasta de veinte horas.
DESDE LOS 11 AÑOS EN LAS CÁRNICAS DE OSONA
Foto: Ferran Doménech. La Directa
Montse nació en Balenyà, en la comarca de Osona, hace 54 años, «con un cuchillo y un cerdo en la mano», como dice ella. Es madre de dos hijas y abuela de tres nietos. Lleva desde los 11 años trabajando en las cárnicas, porque entonces «éramos 10 hermanas y hermanos y había que trabajar». Nos confiesa que este trabajo siempre se le ha dado muy bien, y nos explica su primer recuerdo en este mundo: «Empecé cortando, con 11 años, junto a unas mujeres mayores que escuchaban una telenovela mientras trabajábamos. Yo era muy rápida y llenaba fácilmente mis cajas, así que las mujeres me enviaban a buscar más cajas, y siempre que volvía mis cajas se habían vaciado. Ahora no me dejaría tomar el pelo así por nadie, pero entonces, ¿qué quieres? ¡Tenía 11 años!». Hoy en día Montse lidera el sindicato de personas trabajadoras de Esfosa, y se ha convertido en cara y grito de esta lucha, a pesar de que ella rehúye cualquier liderazgo. «Somos totalmente horizontales, y nuestro lema es claro: si nos tocan a una, nos tocan a todas».
LA DENUNCIA
Así, el pasado 23 de mayo de 2014, personas trabajadoras de Esfosa denunciaron en una rueda de prensa la creciente precariedad y explotación laboral en la empresa, y convocaron movilizaciones de protesta. Allí mismo, Juan denunció que se presentaría como cabeza de lista por la COS a las próximas elecciones del comité de empresa. Al día siguiente, fue despedido.
Ante tanta injusticia acumulada y al no haber avances, el comité de empresa del matadero Esfosa, representado por Montse Castañé, convocó una huelga de 48 horas los pasados 29 y 30 de marzo, respaldada únicamente por las organizaciones sindicales COS y CGT, y los partidos políticos CUP y Capgirem Vic. El silencio del resto de agrupaciones políticas y sindicales fue ensordecedor. Dos días y dos noches de lucha, protestas, manifestaciones y denuncias en la puerta del matadero, donde entremedio, superado por la situación, Josep Ramisa, director de Esfosa, salió a repartir empujones, amenazas e insultos racistas.
La presión social y la denuncia han sido lo suficientemente persistentes para alcanzar a un gigante como Tarradellas, que después de la huelga se desvinculó de Esfosa. Pero el poder de estas empresas es evidente. «Nos dijeron que la huelga fue ilegal, y desde entonces todo son represalias», nos cuenta Montse. De momento, el mes de junio, el matadero ya ha sancionado a 7 personas trabajadoras que participaron en la huelga con 6 meses de suspensión de sueldo y trabajo, ante lo que se ha respondido, desde el día 3 de junio, con una acampada sine die en la puerta de Esfosa, que se acompaña de nuevas huelgas y manifestaciones, dejando claro que la lucha continúa. Protestas y denuncias que ponen encima de la mesa una injusticia largamente silenciada que tenemos al alcance de nuestro tenedor.
EN MUCHOS OTROS MATADEROS
Sin salir de Catalunya la oscuridad de lo que ocurre en las salas de matanzas y despieces industriales es preocupante. El grupo Cañigueral, interproveedores de Mercadona, es el actual dueño de Frigoríficos Costa Brava, en Girona, el mayor matadero de España junto con las instalaciones de El Pozo en Murcia. Entre el personal de otros mataderos, a este se le conoce como «Guantánamo», como nos explicó Montse Castañé. En otro matadero, Le Porc Gourmet, del Grupo Jorge, en Santa Eugènia de Berga, se sacrifican unos 14.000 cerdos al día y todas las personas empleadas están contratadas bajo el falso régimen de cooperativistas. Las denuncias de que entre ellas se comercializan los puestos de trabajo, llegándose a pagar 500 euros por persona si quieres formar parte de las cuadrillas, son recurrentes.
MATADEROS EN EE. UU.
Las denuncias sobre las condiciones laborales en los mataderos son una realidad internacional. De hecho, la Regional Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores Agrícolas mantiene una campaña específica al respecto. También en EE. UU. informes del observatorio Human Rights Watch y de Food Empowerment Project llevan años explicando la situación en este sector. Allí, los mataderos y las plantas procesadoras de carne emplean a más de 500.000 personas, principalmente provenientes de grupos afroamericanos y latinoamericanos. Como los sistemas de contratación permiten que estas personas (muchas sin regularizar) sean fácilmente despedidas, se ven obligadas a aceptar condiciones de trabajo peligrosas y denigrantes si desean conservar sus puestos. Porque aunque en EE. UU. existe un cuerpo de leyes diseñado para garantizar un ambiente laboral seguro y saludable, en una industria en la que los márgenes de ganancia son escasos y el volumen lo es todo, el personal está sometido a una presión constante para matar el máximo de animales en la menor cantidad de tiempo. Así pues, la combinación de largas jornadas laborales y esfuerzo repetitivo acaban generando graves lesiones así como daños psicológicos derivados de trabajar en un matadero. También es común, explica Human Rights Watch, que «muchos trabajadores que intentan sindicalizarse y negociar colectivamente sean víctimas de espionaje, acoso, presión, amenazas, suspensión laboral, despido, deportación u otras formas de represión por ejercer su derecho a la libertad de asociación».
Es decir, por lo que podemos observar, las condiciones laborales en los mataderos de los EE. UU. son muy parecidas a las que aquí en Europa estamos denunciando. Si se aprobara el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) y su argumento de homogeneizar las normativas, las dificultades para conseguir condiciones justas en estos puestos de trabajo podrían ser todavía más difíciles.