Béatrice GOREZ
De Senegal a Togo, de Guinea-Bisáu a Mauritania, de Túnez a Ghana, las comunidades costeras que viven de la pesca muestran el mismo apego por el mar y enfrentan los mismos desafíos. Entre septiembre de 2014 y noviembre de 2015, la Red de Periodistas por unas Pesquerías Responsables del África Occidental (REJOPRAO), junto con la Confederación Africana de Organizaciones Profesionales de Pesca Artesanal (CAOPA), entrevistaron a hombres y mujeres que viven de la pesca, en los seis países mencionados. Inoussa Maiga, presidente de la REJOPRAO, afirma: «Queríamos describir la realidad honestamente». Las personas entrevistadas «comparten con el lector sus miedos y esperanzas por el futuro de su actividad».
Pesca en Cabo Verde / Todas las fotos del artículo son de Lonxanet
Durante esas visitas se gestó la publicación Voces de las pesquerías artesanales africanas. Estas voces son, desde el punto de vista de la CAOPA, una llamada a reformar las políticas pesqueras de los países africanos, de tal modo que la actividad de estas comunidades sea reconocida, protegida y promovida. Para conseguirlo, la reforma debería ser guiada por las directrices de la FAO sobre la pesca artesanal sostenible. Un Año Africano de las Pesquerías Artesanales, reclamado por la CAOPA en el ámbito de la Unión Africana, proporcionaría el impulso necesario para el cambio de política. Las muchas historias recogidas en Voces de las pesquerías artesanales africanas muestran, de hecho, por qué un cambio de políticas como este resulta crucial...
BANDERAS DE CONVENIENCIA PARA LA PESCA EXTRANJERA
En Senegal, con un incremento descontrolado en el número de pescadores y del esfuerzo pesquero, y una convivencia muchas veces conflictiva con los pesqueros industriales, la pesca artesanal no es más que una sombra de sí misma. Un asunto que se repite en muchas historias son las «sociétés mixtes» (sociedades mixtas). Bajo estos esquemas, la bandera senegalesa ondea en los grandes buques de origen extranjero; la mayoría, pesqueros de arrastre provenientes de Asia y Europa. Desde hace algunos años, ha habido numerosas denuncias por parte de la población senegalesa sobre la opacidad con la que estas compañías se instalan y operan, con la impresión extendida de que la mayoría no son más que empresas pantalla para agentes extranjeros. Los pesqueros de arrastre bajo estas empresas conjuntas son poderosos, y no respetan la ley; por ejemplo, escapan de la obligación de tener un observador a bordo, y tienen libertad para hacer prácticamente cualquier cosa con el mar. «La gente a veces nos dice que atacar a estas sociedades mixtas acabará con muchos empleos. Pero nadie menciona el hecho de que estas empresas están contribuyendo a la destrucción de nuestros recursos y que, cuando se acaben los peces, se marcharán y también habrá pérdida de empleo. En Senegal, no tenemos diamantes, ni oro. Dependemos de los recursos marinos para nuestras vidas», declara Abdou Karim Sall, un pescador artesanal veterano.
Mercado en Cabo Verde / Lonxanet
Pesca en Cabo Verde / Lonxanet
MAQUILAS DE LAS CONSERVAS
Lo que también llama la atención, tanto en Senegal como en su vecina Mauritania, es la expansión junto a los lugares de desembarco de unidades de procesamiento de pescado de propiedad extranjera, tanto de productos frescos como congelados, o harina de pescado. En Mauritania, en los últimos años, más de 20 fábricas de harina de pescado han brotado en torno al pueblo costero de Nouadhibou. En Senegal, más de diez plantas de procesamiento de pescado han sido instaladas por agentes chinos y coreanos. Los productos de estas fábricas son exportados a los mercados de China, Corea y la Unión Europea.
Estas fábricas se suministran a través del sector de la pesca artesanal. Como resultado, en Senegal, esta industria entra en competición con las mujeres procesadoras de pescado por el acceso a los suministros. En un contexto marcado por la disminución de las capturas de pescado, son las mujeres quienes están pagando el precio más alto, ya que su capacidad financiera frente al de las industrias no tiene comparación: «Las empresas operadoras industriales pueden pagar todo el pescado que quieran, y pueden ofrecer un precio dos o tres veces mayor al que las mujeres nos podemos permitir», confirma Mambou War, una mujer procesadora de pescado de Thiaroye-sur-Mer, en la parte oriental de Dakar. «Hoy en día, cuando una piragua desembarca su pescado y nosotras ofrecemos, por ejemplo, 100 000 francos CFA [150 €] para comprarlo, la industria puede llegar a ofrecer hasta un millón de francos CFA [1500 €] sobre la mesa para comprar el mismo pescado».
Comunidad pesquera de Bades, en Marruecos / Lonxanet
Sardineros en un puerto en Marruecos / Lonxanet
«LOS ARRASTREROS LOS QUEREMOS LEJOS»
En los seis países visitados, un asunto que siempre se repite son los problemas encontrados con los pesqueros de arrastre de origen extranjero, que vienen a pescar en las zonas de la pesca artesanal, o compiten por los mismos recursos que esta. Sin embargo, algunas batallas han sido ganadas, victorias de las que la población local está orgullosa de celebrar. Es el caso de la Feria Nacional del Pulpo en Mauritania, celebrada el 26 de julio. En ese día, en 2012, Mauritania firmó un acuerdo de pesca con la UE que impedía a las flotas europeas acceder a los pulpos, reconociendo que estos eran exclusivos de las pesquerías mauritanas, especialmente de las artesanales. Para estas, este ha sido el resultado más feliz en numerosos años de conflicto, y celebran cada año, en ese mismo día, la Feria Nacional del Pulpo. «Todo lo que pueda ser pescado por las pesquerías artesanales debería dejarse para ellas», explica Sid Ahmed Abeid, presidente de la Organización Mauritana de Pesca Artesanal, y de la CAOPA. «También es necesario mantener los buques industriales alejados de la costa, fuera de la zona de 20 metros de profundidad, y reservar esa área para la pesca artesanal. Cuanto más alejados de la costa mantengamos a los pesqueros de arrastre, mejor preservaremos nuestros recursos, y mejor podremos explotarlos nosotros de forma sostenible», continúa.
Esta es una aspiración, en particular, para las comunidades pesqueras de Guinea-Bisáu, donde se ha firmado un nuevo acuerdo de pesca, que permite a 40 buques europeos pescar en la Zona Económica Exclusiva de Guinea-Bisáu. Este acuerdo, sin embargo, está basado en datos de 2012, antes de la crisis política, y no tiene en cuenta que, desde 2012, más barcos asiáticos han empezado a pescar en las aguas guineanas. Existe también un acuerdo firmado entre Guinea-Bisáu y Rusia en 2013, cuyos términos nunca se llegaron a hacer públicos. La sostenibilidad medioambiental y las comunidades costeras están en peligro.
La sostenibilidad encabeza las reflexiones de las comunidades costeras. No obstante, en algunos casos, existen diferentes visiones sobre las herramientas utilizadas para alcanzarla. En Guinea-Bisáu, son numerosas las quejas de los pescadores artesanales sobre las Áreas Marinas Protegidas (MPA). «Causan problemas porque no están bien delimitadas», dice Abdoulaye Leni, un pescador local. «Hay pescadores que son arrestados simplemente por cruzar este límite invisible. Quienes la controlan, confiscan todo nuestro material: piragua, motor, red, etc. Y la multa es enorme, entre 500 000 CFA [762 €] y 700 000 CFA [1067 €]».
Pescado al sol en Angola / Lonxanet
Comunidad pesquera en África / Lonxanet
LA SITUACIÓN DE LAS MUJERES, MÁS GRAVE
Las comunidades pesqueras tunecinas también están pasando dificultades. Las consecuencias del estallido de libertad de la Revolución tunecina, que posteriormente desembocaría en la conocida como Primavera Árabe, han producido efectos ambivalentes en el sector pesquero. A lo largo de una costa de más de 3000 km, la pesca artesanal experimenta problemas que empeoraron tras la revolución y la subsiguiente pérdida de control de las actividades del sector.
En Zarrat, un pueblo costero en el sudeste de Túnez, a 30 kilómetros de Gabes, cientos de mujeres recogen almejas. Cada día, entre las cinco de la mañana y las tres de la tarde, bajo un sol abrasador, recorren largas distancias con la espalda doblada, sumergiéndose hasta las rodillas en la arcilla arenosa. Sus únicas herramientas son una vara de hierro dentada de 20 cm de largo y un pequeño cubo de plástico. Es un trabajo minucioso, solo las mujeres más experimentadas pueden pescar dos o tres kilos de almejas cada día, y ganan entre 12 y 15 dinares (unos cinco euros), mientras las almejas recogidas, exportadas a España e Italia mayormente, serán vendidas a un precio diez o quince veces superior...
Este precio tan bajo es debido, principalmente, a la proliferación de agentes intermediarios. De acuerdo con Zaabi Mosbah, presidente del grupo por la operación y desarrollo de la recogida de almejas, estos «beneficiaros» han proliferado tras la llegada de la revolución. Las mujeres tampoco tienen alternativa: sea cual sea el irrisorio precio que se les ofrezca, están obligadas a vender. «El día que trabajo, como. Si no trabajo, no como. Es tan simple como eso», dice Zeyna, que lleva recogiendo almejas 36 años.
Esta completa marginación de las trabajadoras de la pesca también se observa en Togo. El enclave de pesca artesanal en Lomé es un reducto de 45 metros de ancho, donde cientos de piraguas se apelotonan y un millar de pescaderas operan todos los días. Hace tres años, el gobierno togolés decidió completar, sin consultarlo con las comunidades pesqueras, la ampliación del Puerto Autónomo de Lomé, que recibe, mayormente, contenedores con coches de segunda mano provenientes de Bélgica, Alemania, España e Italia. Este espacio, de 450 metros de largo, estaba antes dedicado a las actividades de pesca artesanal.
LA CAPACIDAD DE RESISTIR
Si la situación descrita en Voces de las pesquerías artesanales africanas señala la marginación y la vulnerabilidad de las comunidades pesqueras, también muestra su capacidad de resiliencia y un verdadero espíritu de innovación, particularmente entre las mujeres. Resaltan los encuentros con personalidades inspiradoras, como Aba Mensa Komfo, de Ghana.
Aba Mensa tiene cuatro piraguas. Cada una tiene 37 miembros de tripulación. En total, 148 personas trabajan para ella. «Viví con mi marido en Abidjan unos cuantos años. Había problemas entre nosotros y nos separamos. Volví a Ghana. Pensé en qué podía hacer para empezar mi nueva vida sin un marido. Fue difícil. Tenía algo de experiencia en la pesca. Cogí mis ahorros y, con la ayuda de mis hermanos pequeños, fui a un bosque donde compré doce piraguas de madera a unos carpinteros. Traje las piraguas aquí. Vendí ocho de ellas y me quedé las otras cuatro. Usé el dinero que había ganado en la venta para equipar mis cuatro piraguas con redes y motores a bordo».
Con sus cuatro piraguas, Aba Mensa Komfo se asegura el acceso al pescado crudo, que ahúma durante la temporada de pesca. Ocho mujeres le ayudan a ahumar el pescado que, de esta forma, se puede guardar hasta seis meses, para venderse cuando los precios son buenos. Los problemas que se encuentra son, principalmente, las incursiones de los pesqueros de arrastre. «De hecho, no hay una delimitación entre las zonas de pesca industrial y la pesca artesanal. Cuando un buque industrial estropea nuestro trabajo, y nosotras hemos sido capaces de identificar el nombre del barco, vamos a la ciudad de Tema. Allí hay una oficina donde te puedes quejar. Si pueden identificar el nombre del barco en sus archivos, entonces pueden tratar de discutir con el dueño del buque para llegar a un consenso para compensar las pérdidas», explica Aba. Ella organiza su tripulación para asegurarse de que hay dos o tres personas a bordo que saben leer y escribir, que sean capaces de informar de lo que está pasando en el mar con sus piraguas. «En caso de un accidente con un pesquero industrial, toman el número y el nombre del pesquero, y eso nos hace posible seguirlo y negociar una compensación».
Aun así, lo primero y más importante, igual que muchos hombres y mujeres, de Túnez, Togo, Mauritania, Senegal, Guinea-Bisáu, Ghana... lo que ella desea es que el gobierno proteja mejor a los pescadores artesanales para que puedan pescar en paz.
Béatrice Gorez
Coordinadora de CFFA (Coalition for Fair Fisheries Arrangements)