Txema González Galán
Agricultor en Gaza / Mundubat
«La confiscación de tierra, órdenes de demolición, el muro de separación, los asentamientos, los distintos checkpoints, la prohibición de transitar por ciertas zonas... son prácticas habituales de la ocupación israelí para prohibir el acceso del pueblo palestino a sus tierras. La soberanía alimentaria es uno de los derechos humanos de los que se priva al pueblo palestino y afecta a la mayoría de las personas y a la situación socioeconómica de Palestina en general», afirman desde la La Vía Campesina en Palestina. Para denunciar los incumplimientos de los tratados internacionales por parte del Estado de Israel, vamos a prestar especial atención a la realidad agrícola analizando la cadena que va desde la producción hasta la comercialización.
Las relaciones económicas entre Palestina, Israel y el Estado español están configuradas dentro de las directrices generales de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea (UE) y específicamente englobadas en la conocida como «política de vecindad», que incluye a los países mediterráneos y de Oriente Próximo. Dentro de este marco, el Estado de Israel exporta productos de origen agrario a nuestros mercados basándose en acuerdos comerciales de obligado cumplimiento que son violados de forma flagrante, ya que gran parte de la producción agraria de Israel se desarrolla dentro de territorios ocupados ilegalmente, de los que ha sido despojada por la fuerza la población palestina originaria. De esta forma, los objetivos estructurales de la política exterior europea (el mantenimiento de la paz, la seguridad internacional, el fomento de la cooperación internacional, la consolidación de la democracia y el respeto de los derechos humanos) entran en grave contradicción.
EL ROBO DE LA TIERRA FÉRTIL
Empezando por la tenencia y el uso de la tierra, hay que denunciar que el 63 % de las tierras agrícolas de Cisjordania están ubicadas en la denominada zona C, una de las tres zonas reguladas por los Acuerdos Internacionales de Oslo, pero cuyo control civil y militar corresponde a Israel, por lo que la población palestina no puede realizar ninguna actividad sin el permiso de la Administración civil, una parte integral del ejército israelí. Es precisamente en esta zona fronteriza donde se ubican las zonas más fértiles, entre ellas el valle del Jordán, donde se ubican más de 36 asentamientos de colonos y está controlado en un 94 % por Israel. Respecto a Gaza, el asedio israelí ha destruido casi totalmente la agricultura y limitado la pesca a 6 millas de costa (en contra de las 20 que establecen los Acuerdos de Oslo), donde a pesar de todo se producen frecuentes arrestos y ataques armados a pescadores por parte de Israel.
La UE muestra una actitud excesivamente tolerante hacia la vulneración de los acuerdos por parte de Israel.
En la actualidad, y según datos de la Autoridad Nacional Palestina, solo el 15 % de la tierra está siendo cultivada por manos palestinas. Los mecanismos utilizados por las autoridades israelíes para apropiarse de estas tierras agrarias son:
• Apropiación de la tierra por motivos de seguridad y para usos militares. El 30 % de la tierra palestina situada en las zonas más fértiles para el cultivo tienen uso militar.
• Expropiaciones por motivos de necesidades públicas, como la construcción de infraestructuras para uso de la ciudadanía israelí.
• Apropiación de las tierras que se consideran abandonadas a través de la interpretación de la ley otomana, que permite apropiarse de ellas. Pero cabe decir que en muchas ocasiones las tierras se han dejado de cultivar porque los campesinos palestinos tienen serias dificultades para acceder físicamente a estas como consecuencia de las restricciones a la libre circulación de las personas a través de los denominados checkpoints, las limitaciones o la prohibición para transitar por algunas carreteras, el muro de separación de más de 800 kilómetros, etc.
Si miramos la agricultura en toda su globalidad, además de esta usurpación de tierra podemos identificar numerosas injusticias e incumplimientos de la legislación internacional:
• Condiciones laborales de explotación para los trabajadores y las trabajadoras palestinas, además del acoso al pequeño campesinado independiente.
• Israel controla y limita la utilización de fertilizantes, abonos y tecnología necesaria para el buen desempeño de las plantaciones en zonas áridas.
• Israel ejecuta numerosas demoliciones de infraestructuras de producción, así como la tala de plantaciones (especialmente de olivos, un cultivo con un enorme valor económico y simbólico para el pueblo palestino) o el robo de cosechas; además de la apropiación planificada de los acuíferos palestinos.
• En Gaza, los residuos de fósforo y casquillos de artillería de los ataques regulares de Israel causan grandes daños a la tierra agrícola y a las cosechas ocasionando un serio impacto sobre la salud.
• Las exportaciones de productos agrícolas palestinos son sumamente complicadas, Israel crea infinitos obstáculos para asegurar que se mantengan al mínimo. Las demoras y los procedimientos de inspección administrativos injustos en las terminales de exportación reducen la calidad y agregan costes.
• Los puestos de control impiden frecuentemente que los productos agrícolas lleguen a los mercados locales, aumentan los costes de transporte y, a menudo, el resultado es que los productos se pudren mientras dura el tránsito.
• Las compañías agrícolas israelíes inundan el mercado palestino con sus productos baratos, incluso en los momentos en que la producción local palestina está en su apogeo, contribuyendo más aún a la ruina de la agricultura.
«El impacto de la ocupación en las áreas del valle del Jordán y alrededores, con los checkpoints, provoca retrasos para alcanzar el mercado y a menudo supone la pérdida de los cultivos y muchos perjuicios para los agricultores. Las prácticas israelíes nos prohíben llegar a nuestras tierras; de 6 h a 18 h no se puede circular, también a veces cortan las fuentes de agua y esto nos supone pérdidas enormes en el sector agrícola», cuenta Sulieman Yousef Zbeidat, agricultor de Cisjordania.
Campesinos palestinos, fotos cedidas por La Vía Campesina de Palestina
«MADE IN ISRAEL»
Los productos agrícolas producidos por los colonos en territorios ocupados, principalmente verduras, cítricos, patatas y dátiles (cultivados en el valle del Jordán, una de las zonas más fértiles de Palestina) son empaquetados y preparados para ser exportados bajo el falso lema «Made in Israel», lo que, como hemos visto, esconde múltiples violaciones del derecho internacional. Los Acuerdos de Oslo establecieron claramente que la exportación de productos agrícolas por parte de empresas israelíes debe expresar claramente su procedencia. Pero es que, además, estos productos llegan a la UE aprovechando el Anexo agrícola del Acuerdo de Asociación que permite el ingreso de los productos originarios de Israel libre de aranceles.
En este aspecto se han producido ciertos avances en el seno de la UE. En noviembre de 2015, se aprobó un sistema de etiquetado específico para los productos que provienen de los territorios ocupados con el objetivo de poder distinguir entre los fabricados o cultivados dentro de la frontera de Israel internacionalmente aceptadas y los fabricados en zonas bajo ocupación desde la guerra de 1967. En respuesta a estas políticas, el Estado de Israel rompió sus relaciones diplomáticas con la UE durante tres meses, que fueron retomadas el 12 de febrero de 2016.
En definitiva, la UE, y en consecuencia el Estado español, deberían asumir posiciones menos tolerantes frente a las políticas agrícolas de Israel basadas en la ocupación, la expropiación y la desinformación. Estas políticas del Estado de Israel violan los derechos humanos de la población palestina, usurpando sus tierras y controlando al mismo tiempo su propia soberanía política y alimentaria, convirtiendo la agricultura israelí en un arma de guerra y ocupación en la que el campo de batalla es el medio rural palestino.
BDS, UNA HERRAMIENTA DE RESISTENCIA
Por BDS País Valencià
Ante la pasividad de la comunidad internacional, el avance de la colonización y tras un histórico llamamiento de una gran coalición de grupos palestinos, nace en 2005 la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) a Israel tomando como modelo la campaña que en los años ochenta logró tumbar el régimen de apartheid sudafricano.
La campaña, coordinada por la propia sociedad civil palestina a través del Comité Nacional de Boicot (BNC), y apoyada por la La Vía Campesina de Palestina, tiene por objetivo que Israel cumpla con el derecho internacional y los derechos humanos, es decir: fin de la ocupación y desmantelamiento del muro, reconocimiento del derecho al retorno de los refugiados palestinos y fin del apartheid.
En el ámbito agrícola la campaña de boicot se centra en las compañías exportadoras de productos agrícolas que se benefician de las políticas de apartheid y ocupación en los territorios ocupados. Barcos llenos de estos productos —básicamente frutos secos, como el dátil de las variedades medjoul, barhi y deglet nour (en gran parte cultivados en áreas ocupadas del valle del Jordán, en los Altos del Golán y en asentamientos coloniales ilegales)— llegan a los puertos de Barcelona y Valencia semanalmente a través de empresas como ZIM para luego ser distribuidos en el mercado (tanto convencional como ecológico) por Mehadrin, King Solomon, Jordan River o empresas locales. Se han vendido o se venden en El Corte Inglés, AhorraMas o Consum. Asimismo, empresas israelíes punteras en el riego por goteo como Netafim tienen su sede en nuestro territorio, en concreto, en el polígono industrial El Oliveral del municipio valenciano de Riba-roja. Netafim se ha creado históricamente a través de acuerdos con asentamientos coloniales (kibbutzim) establecidos por tropas que llevaron a cabo la limpieza étnica de Palestina. También trabaja para desarrollar zonas del desierto del Negev, donde en la actualidad se practica el desplazamiento forzoso de poblaciones beduinas.
Los boicots son un medio cívico para cambiar situaciones de injusticia y violencia institucional y avanzar hacia la justicia y la paz. Desde el BNC se nos propone que boicoteemos a estas compañías cómplices con el apartheid evitando comprar sus productos y pidiendo a comercios y empresas que no los distribuyan. Son fácilmente identificables, basta echar un vistazo a la etiqueta, marca «origen: Israel».
PARA SABER MÁS
Comercializando Injusticia. Las relaciones comerciales entre Israel, País Vasco y Navarra en el sector agroalimentario. Fundación Mundubat y Pausu Media. PDF disponible
Cultivando Injusticia. El comercio internacional con las compañías agrícolas israelíes y la destrucción de la agricultura palestina. Publicado por organizaciones agrícolas y de la sociedad civil palestina. PDF disponible