José Luis FERNÁNDEZ CASADEVANTE, KOIS
La ciudad comestible, de Pilar Sampietro, Ignacio Somovilla, Jabier Herreros y Jorge Bayo. Ed. WALRUS
En contraposición a los grandes relatos, hay textos que buscan rastrear y compartir escenas de la vida cotidiana; descubrir las historias que se esconden delante de nuestros ojos; elaborar un muestrario de los gestos invisibles que hacen habitables las ciudades, ya sea mediante acciones individuales o colectivas. Indudablemente, este libro se encuentra entre ellos.
La ciudad comestible es una narración coral de algunas de las visitas a jardines, huertos y zonas verdes singulares realizadas en el programa de radio Vida Verde de RNE4, dirigido por Pilar Sampietro. El libro está organizado como un calendario con un capítulo por mes, que además se liga a un árbol o planta concreta. Cada capítulo está compuesto por una descripción de la iniciativa que se visita y una entrevista, una receta, la fórmula para preparar una crema, poción o infusión, y unas fotografías y acuarelas. En definitiva, se trata de una obra coral escrita por un equipo de personas, donde cada cual realiza unos aportes singulares. Una obra muy cuidada estéticamente, que reivindica el papel del libro como objeto más allá de las palabras e imágenes que contenga.
Estos programas de radio caminados son la crónica de las visitas a pequeños lugares, que hacen grande una ciudad como Barcelona. Recorridos que nos llevan a un barrio donde la gente se organiza para la recolección colectiva de las naranjas amargas de los árboles del barrio, organizando una fiesta donde se celebra la convivencia y se reparte la mermelada elaborada; un agricultor periurbano que lleva décadas cultivando una finca en la periferia de la ciudad; el centro social Can Masdéu en la sierra de Collserola, que ha convertido una antigua leprosería abandonada en un laboratorio de agroecología urbana; las colmenas ubicadas en el Museo de Ciencias Naturales y sus reivindicaciones a favor de una apicultura urbana, hoy prohibida en las ordenanzas municipales al ser considerada actividad ganadera; jardines en azoteas en el centro histórico; alcorques cuidados como jardines en miniatura por vecinas anónimas; árboles singulares; espacios protegidos por la ciudadanía, ubicados en un antiguo convento y salvados de ser demolidos, como el Jardín del Silencio; pequeños bosques urbanos, donde se invita a la gente a descalzarse y reconectar con la naturaleza.
Es un libro que muestra y conecta la diversidad de tipologías de espacios que son susceptibles de conformar la infraestructura verde de una ciudad. Piezas singulares y que parecen anecdóticas, pero que anticipan los rasgos que deben combinarse para dar forma al rompecabezas de la inaplazable renaturalización urbana. El imprescindible cambio de valores, imaginarios y prácticas que requiere la transición ecológica demanda otra inteligencia, pero también otras emociones surgidas de nuestra relación con la naturaleza, en espacios como los descritos por este libro.
En tiempos recientes, se han descubierto los mecanismos por los que los árboles cooperan entre sí; gracias a una red subterránea de hongos, intercambian azúcares incluso con otras especies. La naturaleza tiene mecanismos de solidaridad y complicidad invisibles, parecidos a los que llevan a que una reseña como esta sea escrita desde Madrid. Desde la distancia, vemos que introducir un mapa con las ubicaciones de las iniciativas hubiera convertido este libro en una sencilla guía urbana alternativa al mapa turístico de la ciudad, desde la que poder organizar paseos y visitas a algunos de los rincones verdes más singulares de Barcelona.
Un elogio de la jardinería y la agricultura, una apología de las pequeñas historias que dan vida y alimentan a las comunidades locales.
José Luis FERNÁNDEZ CASADEVANTE, KOIS
Sociólogo. Cooperativa Garúa