Patricia DOPAZO

conversatorio integro

REVISTA: ¿Por qué habéis venido?

LETI: A mí me apetecía escucharlas después de verlas en los vídeos.

ÁNGELES:Yo estaba muy contenta pensando que éramos cuatro y había sido elegida (risas) y además somos tan dispares...

ISA: Yo lo veía como una ventanita, todos los días con tanto lío, metida en el proyecto... Esto es una oportunidad de salir y conversar. No vengo a hacer un curso pero voy a aprender y a respirar.

GEMMA:Sí, tenía muchas ganas de compartir con ellas y aprender.

REVISTA: ¿Qué encajes habéis tenido que hacer, alguien ha tenido que asumir alguna responsabilidad para que podáis venir aquí hoy?

ÁNGELES: Yo he tenido que hacer queso dos días seguidos, solemos hacer un día sí y un día no. Ahora tenemos mucha leche.

GEMMA: Nosotras es el día que tenemos más flexible, es el día que hacemos asambleas. Las hemos movido a otros días y todos hemos aprovechado para hacer otras cosas.

LETI: Para nosotros ha sido fácil porque llevamos 15 días sin parar y justo ahora parece que lo tenemos controlado, aunque mi compa se ha quedado currando y yo supongo que curraré el sábado.

ISA: Nosotras propusimos que fuera este día el encuentro porque hoy es fiesta local. En el ámbito familiar el peque se hubiera quedado con su padre, pero como está mi madre en Santiago al final se ha quedado con la abuela y él se ha ido a podar unos frutales.

REVISTA:¿Por qué elegisteis el sector primario para iniciar un proyecto?

ÁNGELES: Bueno, yo nací allí. Quería estudiar y lo hice, fuera, pero iba todos los fines de semana y ayudaba, era algo natural para mí: ordeñar, cuidar las ovejas, hacer queso. Es cierto que en el entorno la gente se estaba yendo, a mis compañeras les decían que estudiaran y se fueran, que ahí en el pueblo no estaba el futuro. Pero mis padres siempre nos han trasmitido que estaban orgullosos de lo que hacían. Yo volví porque es lo que me gusta.

ISA: Nosotras teníamos ya en marcha la parte del proyecto de participación y educación ambiental y queríamos algo que complementara y también producir algo para no depender de la administración. Teníamos contacto con muchos productores y pensamos que ese hueco podía llenarse comenzando con un vivero, que era la pieza que sumaba al engranaje.

LETI: La agricultura me viene de familia y estudiando Ambientales fui acercándome al tema de la economía ecológica y a reflexionar un montón de cosas. Pero el punto mas fuerte fue participar en el movimiento social de Córdoba y el proyecto que empezamos de trueque. Nos dimos cuenta de que no podíamos cubrir necesidades reales y que la agricultura era fundamental, surgió la oportunidad de probar y a mí me apetecía, fue un salto muy ideológico. Para mí tiene una relación directa con lo que he vivido.

GEMMA: Sí, para mí también fue algo muy ideológico. A parte, en lo personal, estuve haciendo el doctorado en investigación social, al principio quería quedarme en la universidad y estuve compaginándolo unos años. Viendo la precariedad y lo que suponía para mí, tener que irme fuera, etc., me di cuenta de que no quería eso, quería hacer comunidad en sentido amplio y así no podía hacerlo. Para mí, un punto fuerte de nuestro proyecto es que tenga dos partes, darnos estabilidad económica y que nos permita también generar y compartir conocimiento con todas las personas y agentes con las que colaboramos. Lo que me aporta este trabajo, el aire que me da el elaborar y las relaciones, es algo que valoro mucho y que antes no tenía haciendo trabajo académico.

REVISTA: ¿Notáis el aspecto de género en vuestro día a día en este entorno? ¿Cómo lo vivís?

ISA: Yo venía reflexionando esto en el viaje y en este tiempo he notado cómo me posiciono ante agricultores hombres, quizá noto que cuando estoy hablando con una mujer que me pide 100 tomates, estoy más tranquila que cuando me los pide un hombre, tengo más capacidad para empatizar. No siempre es por el trato que ellos demuestran, a veces es porque llevo la imposición patriarcal encima. Creo que si fuera un chico, no tendría ese extra de presión, de exigirme más, y que la causa está en parte en mí y en parte fuera.

ÁNGELES: En el proyecto somos mis padres, mi hermano y yo, paridad total, y no siento que haya división de trabajos por género. Es cierto que mi hermano hace habitualmente ciertas tareas, pero es porque le gusta más, no por imposición, yo también lo puedo hacer perfectamente. Donde sí noto alguna presión es en las tareas de la casa, quizá también autoimpuesta. Pero a mi trabajo esto no se traslada.

GEMMA: Yo sí que siento un trato distinto. Cuando estoy en la panadería y viene algún comercial espera que tú seas una dependienta y que haya un hombre que haga el pan. Ser tú la que reparte, hace el pan, lleva los números, descarga la furgoneta cuando llegan las harinas... ahí noto el choque. Luego, además, por el mismo hecho de haber sentido la presión de que no sea "un trabajo para chicas", noto un proceso de resistencia, por ejemplo, en mis padres, que me insisten para que me cuide, para que no haga trabajos físicos duros. Mi respuesta a esa sobreprotección es resistirme de una forma que no creo que sea muy positiva: no cuidándome, pensando que puedo con todo y me presiono... pasado un tiempo ya pienso "vale, me he demostrado que puedo hacerlo", y entonces incorporo la mirada de cómo cuidarme.

ISA: Yo tuve algún momento así en el embarazo.

LETI: Sí, se nos coloca automáticamente en un lugar, en el "no puedes" antes de ver cómo nos manejamos en la situación. Yo suscribo muchísimo de lo que has dicho. Ahora ha entrado un compañero a trabajar en un entorno en el que yo llevo moviéndome 10 años y reproduce esa sobreprotección: si hay que coger peso, me dice "no lo cojas, que lo cojo yo" y me voy a ese lugar continuamente, me coloco en el "te voy a demostrar que yo puedo", y entras en un rol de competir contigo misma, machacándote. Estoy tratando de modificar eso. Puede que venga de cuando era pequeña, querer hacer cosas y rápidamente escuchar "tú no puedes", y eso es como un cuchillo. Sin embargo, es curioso que en el entorno en el que estoy con agricultores mayores, lo que percibo habitualmente es una sobrevaloración por ser mujer y hacer lo que hago. A día de hoy es curioso, he estado mucho tiempo en entornos con agricultores hombres y he sentido lo contrario, una sobrevaloración de mi capacidad, "es que Leti es especial y sí que puede".

GEMMA: Antes de estar en l'Aresta estuve viviendo un año rehabilitando una masía en un proyecto colectivo. Había una parte de obra, una actividad en la que para mí es difícil tener iniciativa porque no te has movido ahí antes, no tienes control de tu fuerza, de tu capacidad. No había un "apártate que ya lo hago yo", pero, por ejemplo, si había que descargar vigas, llega un momento en que te llegas a sentir excluida y a decir "a ver, paramos un momento porque queremos participar y nos estamos quedando fuera, la cadena estáis siendo vosotros cuatro". No estás fluyendo con el grupo, el ritmo es una palanca que frena. No es cuestión de incapacidades, sino de ritmos.

LETI: Eso yo con la maquinaria lo veo claramente, a mí nunca me ha dado miedo ponerme con una máquina, lo he estado haciendo cada vez que lo he necesitado y, de repente, me encuentro que la actitud del otro es más de ir hacia la máquina y la mía de dejar que vaya... cuando igual yo controlo más de esa máquina.

ÁNGELES: En mi zona ha pasado eso, las mujeres han estado en el campo siempre, hasta la llegada de la mecanización, cuando ya se asignó a los hombres, y ellas se quedaron más en casa o se fueron porque en el pueblo solo había "trabajos de chicos" la construcción o la agricultura convencional con el tractor. A mí la gente del pueblo, noto que me mira diferente cuando me han visto conduciendo o con máquinas, siento que eso llama la atención allí.

ISA: Y eso que teóricamente no es tan duro ¿no? Que si es por rollo de esfuerzo... ¡a mí lo de las máquinas siempre me ha sorprendido!

(risas)

REVISTA: ¿Observáis una manera diferente de trabajar respecto a los hombres? Quizá existe la idea, por ejemplo, de que las mujeres son más detallistas.

LETI: Yo no me siento muy detallista, sin embargo, mi compa ha trabajado en carpintería y es "de trabajo bien hecho". Pero de cara a cómo hacemos la cesta, yo le pongo mucha más importancia al detalle de que la cesta esté bien presentada, de que a la gente, cuando le llegue, le llegue bonita. A él, de hecho, le cabrea, dice que mucho de lo que yo cuido es una cuestión de estética y que no debería valorarse la cesta por eso, que el valor de la cesta va por otro lado. Para mí es básica esa necesidad de que me agrade y que al otro le agrade, creo que es una tarea de cuidado, siempre lo ha sido, y lo que me ha trasladado la gente es que lo valoran.

GEMMA: Nosotras ahora mismo somos 2 chicas y un chico, y las tres somos muy autoexigentes. Lo que he observado es que a todas nos cuesta poner en valor lo que hemos elaborado, y en vez de eso, es como que pedimos disculpas: el cereal es así, lo hemos trabajado así, el pan es más espeso, advirtiendo en vez de decirlo con orgullo. Vives con ansiedad el presentar lo que has hecho, no cumple los estándares... también puede que tenga que ver con ser un proyecto nuevo.

ISA: Yo me lo achaco a eso, a ser la primera vez, a la inseguridad. Necesito tener mucha confianza en lo que estoy ofreciendo y tener respuestas cuando la gente pregunta o dice, y las voy elaborando. Es un aprendizaje.

ÁNGELES: Yo sí que lo digo con orgullo, aunque tengo la experiencia heredada de mis padres, y eso influye aunque sea la primera vez que lo explique... y los premios que hemos ganado ayudan a que tú misma reconozcas tu trabajo, porque la gente está muy sugestionada por eso.

REVISTA: ¿Se contradice la necesidad de tener beneficios con el discurso de la economía feminista que pone la vida en el centro? ¿Condiciona esta necesidad de viabilidad los objetivos del proyecto?

ÁNGELES: No se contradice porque se trata de un beneficio necesario para vivir, de una supervivencia, de que sea viable en la sociedad de hoy.

GEMMA: Pero sí que condiciona, hay unas cosas que nos gustaría que no fueran así: lo que acabas pagando a final de mes, gastos fijos por burocracia, gestión. Si no estuviera esto, tendríamos fuerzas para hacer otras cosas. Aunque no creo que nos estemos alejando tanto de la filosofía del proyecto por eso, porque todo es impuro, no hay un espacio donde podamos desarrollar los proyectos que cumpla con todo. Estamos en un espacio estratégico, hay precios que pagar simbólica y literalmente, pero hay potencialidades que, si no lo hacemos así, no se desarrollan, como el contacto con las personas que cada lunes vienen a comprar el pan porque tenemos la tienda abierta, eso también es incidencia. Me lo plantearía más como un reto en el sentido de que nos condiciona porque no estamos siendo capaces de establecer los mecanismos adecuados, por ejemplo, marcar márgenes que te permitan una estabilidad económica y poder trabajar otras cosas porque no tengas que estar preocupada por que cuadren los números.

LETI: Yo veo la imposición que llevamos de haber estado mucho tiempo con un aparato ideológico muy fuerte que te lo traes aquí y te pesa como una carga y de repente empieza a limitarte. Lo que más me cuesta es ponerle un valor económico a esto, que para mí tiene muchos más valores y si por mi fuera, estaría trabajando sin tener que hacerlo por dinero, porque lo quiero hacer por otros muchos motivos. Tengo que hablar de dinero cuando para mí no está en el centro, pero tengo que hacerlo. Ahí engancho con lo de justificar todo el rato lo que hacemos y el precio que le ponemos, no puedo poner por delante un valor económico, esté bien o esté mal hecho. Para mí el precio tiene que ver con qué es lo que necesito para vivir, qué capacidad de trabajo tengo y entonces eso comunicarlo a la gente. Mi compañero se lo lleva a una cuestión de dignidad de trabajador, como si el estar preocupándose por cómo llega la verdura y pedir precios bajos fuera colocarse en un lugar indigno, de inferioridad ante el consumidor y a mí eso me ha chocado un montón. Mi dignidad no va por el valor o por el precio, lo que yo hago lo hago con mucha dignidad. En este caso me ha llamado la atención que un hombre haya puesto en el centro el valor económico, la sostenibilidad del proyecto en términos económicos, siendo esto lo que a mí más me cuesta. Creo que ni una cosa ni la otra, pero sí me ha chocado bastante y ha sido motivo de muchas reflexiones entorno a nuestro trabajo y el valor de lo que hacemos. De todas formas, lo veo más como algo ideológico que como algo de género.

REVISTA: En los ambientes más alternativos o transformadores ¿sentís que las cosas son diferentes? ¿Cómo os sentís en ellos?

LETI: A mí me sale automáticamente decir que sí, que no hay diferencias en el trato por género, pero si me voy al detalle, sí que las encuentro. Lo que más he recibido no es tanto desde lo negativo sino desde la sobrevaloración: "eres mujer y haces esto... guau". Eso genera un tipo de relaciones diferentes con hombres y con mujeres, yo sí noto diferencia. He notado sobre todo diferencia de cómo se me trata desde el ser agricultora. Con las mujeres hay siempre una relación de enganche con algo, que hace más fácil y equilibrada la relación: con las semillas, la alimentación... con los hombres se genera cierta distancia, a veces me es difícil entrar en una relación de igualdad. No lo tengo muy elaborado, pero percibo algo como "tú me descolocas".

ISA: Creo que en los movimientos sociales el discurso feminista por lo menos se comparte más, se ha interiorizado que la igualdad no es solo lucha de mujeres. No es tan fácil encontrarse actitudes machistas marcadas en estos espacios, aunque queden algunas por ahí (risas). Creo que eso se ha cambiado, pero afinando en lo sutil lo llevamos muy marcado. En el discurso está claro, pero en el funcionamiento no tanto.

GEMMA: Mi sensación es que en el caso de los movimientos neorurales, veo que ha sido como una palanca de empoderamiento que en chicos no es tan evidente. Es muy vivencial, en mi caso haber hecho siempre tareas académicas y salir de ese ámbito, romper con moldes, limitaciones, con lo que puedo esperar de mí misma. Hay momentos en los que hay una complicidad más grande entre nosotras.

ÁNGELES: Yo pienso en mi trabajo en la ciudad y ahí tenia jefe, horarios, muchísima menos libertad. Ahora yo decido todo, me organizo, voy por objetivos, trabajo para mí. Es un planteamiento totalmente diferente.

GEMMA: Cuando pienso en los grupos en los que me he movido, la incidencia sobre feminismo venía de parte de algún chico especialmente sensible, pero sobre todo de parte de las chicas, porque lo estás viviendo directamente. Nosotras en L'Aresta, cuando empezamos, sentíamos la presión de la mirada de los movimientos sociales, había que decidir si adaptarnos a normativas, si legalizarnos. ¿Seguiríamos siendo un espacio de resistencia o qué seríamos? Y un día hablando de esto, una compañera dijo que quería darse de alta de autónoma por una cuestión de dignidad y no podía por precariedad, y eso lo noté como un cambio. ¿Dónde creemos que está la fuerza de nuestros proyectos? ¿Dignidad? ¿Resistencia? Hay que reconocer cuándo algo que inicialmente estaba fuera de nuestras prácticas puede servir para cuidarnos a nosotras. Hubo en Barcelona una feria de economías feministas y en la mesa en la que participamos de soberanía alimentaria salió este tema, comentamos que va ligado a los procesos personales: cuando inicias un proyecto, estás dispuesta a asumir unas vulnerabilidades, una precariedad, y el tiempo pasa y las expectativas que tenías de estabilidad no se cumplen, entonces empiezas a incorporar nuevas estrategias y eso obliga a los proyectos a cambiar para cubrir las necesidades y deseos del momento.

REVISTA: Hay más mujeres en proyectos agroecológicos que en agricultura convencional. ¿Por qué pensáis que pasa esto? ¿Tiene algo que ver con la manera de relacionarse con la naturaleza?

LETI: Hay muchas más mujeres en agroecología, por supuesto. Yo creo que el motivo tiene algo que ver con la esencia misma de cómo entendemos la agricultura. Yo sí que conecto con un discurso que tiene que ver con necesidades básicas, la autonomía, la interdependencia, los cuidados de los ciclos, las semillas, la integralidad y complejidad de los proyectos, la necesidad de cooperación y no de competición, las muchas interrelaciones con que nos encontramos en el proceso de crear y criar alimentos. Quizá he visto una mirada más sesgada en proyectos de hombres, en una agricultura intensiva que es fundamentalmente de hombres cuya intención es producir riqueza monetaria.

ÁNGELES: A mí que se justifique que no haya mujeres diciendo que el trabajo en el campo es muy duro me parece muy frívolo. Lo rural creo que no limita tanto por el trabajo físico que supone, sino por los servicios, por las necesidades sociales diferentes de mujeres y hombres, los espacios donde relacionarse. En mi pueblo ahora hay una asociación de mujeres y hacen cosas en horarios diferentes, se van a fiestas de otros pueblos y vuelven por la noche para hacer la cena. Y ahora las jóvenes sí que vamos al bar. También han abierto una residencia de ancianos donde están trabajando muchas mujeres y se crean otras relaciones. Lo peor es la dependencia del coche, cuando las mujeres no conducían, esa dependencia se notaba mucho.

ISA: Que no haya muchas mujeres en agricultura convencional puede tener que ver con que las personas que se dedican a la agricultura convencional en los pueblos arrastran toda esa carga de años de funcionar de una manera, donde se ha ido asumiendo que eran los hombres quienes tenían que hacer ciertas cosas y se han ido haciendo cargo de ello. Las que nos incorporamos quizá nos ponemos a diseñar nuestro proyectos desde otro lugar, porque aunque quisiéramos incorporarnos a lo convencional, no podríamos o sería muy difícil, no se espera que lo hagamos.

REVISTA: ¿Feminizar el campo es importante para la transformación en general? ¿Pensáis que estáis abriendo caminos?

LETI: Yo al principio sí, pensaba que era muy importante lo que estaba haciendo, que era la revolución, pero no por mí, sino por el empuje colectivo. Ahora ya no, ni creo que seamos solo las mujeres. A veces me cuesta llevarlo a la cuestión de género, aunque creo que está y hay que verlo directamente, pero sobre todo yo quiero hablar de las relaciones de poder (que están presentes en todo lo que hacemos), de cómo las gestionamos: en el mercado, en relación con las consumidoras, en la propia esencia de la agricultura. No me vale ya solo la búsqueda de la igualdad, quiero hablar de economía feminista con lo que eso conlleva de darle la vuelta a la economía y poner en el centro la reproducción de la vida.

GEMMA: Sí, totalmente de acuerdo con Leti. El tema es qué practicas vamos a usar. La mirada colectiva y comunitaria es lo que genera un cambio. La parte de autocupación de nuestro proyecto la veo como otra reformulación de como generar lo colectivo, de cómo apoyarnos, cubrir necesidades. Compartimos otras cosas, no solo el trabajo. Para mi lo más importante son las redes sociales, los apoyos, actividades culturales, puntos de encuentro, poder desarrollar tus intereses y sensibilidades políticas. Siempre pienso en cosas que están pasando en Barcelona y en que hay que trasladarlas al pueblo, irlo generando.

REVISTA: ¿Sería importante tener redes de economía feminista entre proyectos como los vuestros?

GEMMA: ¡De proyectos como los nuestros y más allá! Hay que salirse del ámbito puramente agroecológico, estamos en un momento muy creativo en que coges experiencias de otros ámbitos y las pones en el nuestro y dices "cómo no lo habíamos pensado antes!!" Hay cosas que en un sitio son un hábito y en otro una rareza. Es muy importante compartir fórmulas. Las redes son fundamentales por la pertenencia, el apoyo y reconocimiento mutuo, la visibilización. En Barcelona siento que se están tejiendo ya esas redes.

ISA: Sí, las redes de afinidad es algo que no podemos delegar, tenemos que hacerlo nosotras porque es una necesidad.

ÁNGELES: Por mi experiencia en mis redes, para mi nosotras compartimos de forma diferente, noto que trasladamos más que los chicos los sentimientos, las inquietudes.

LETI: En los proyectos productivos donde estamos se nos va la vida y veo que hay cierta pereza en salir afuera y limita la participación en espacios donde se dan las relaciones. Aquí veo contradicciones porque al final quienes se están dedicando a asistir a espacios y visibilizarse son quienes están trabajando en la universidad o están liberadas para eso... pero no tanto quienes estamos en la economía real. Claro que las mujeres deben encontrarse y compartir, pero es que veo dificultades para conectar hasta con percibir esas necesidades porque lo cotidiano no da para más.

REVISTA: Esta manera de tener el tiempo tan ocupado ¿tiene que ver con esas dobles y triples tareas tradicionalmente asociadas a mujeres o con el proyecto?

LETI: En mi caso yo ni siquiera introduzco conscientemente en mis tareas lo que habitualmente se asocia a las mujeres, los cuidados, lo voy haciendo y ni me doy cuenta de que lo hago, a mi nadie me lo hace. Creo que el trabajo físico es bastante pero también lo que no es físico, la cabeza todo el rato funcionando, cuentas, proyecto, pedidos... y no te sientas delante de un escritorio para este trabajo. Estás siempre conectando cosas que son necesarias.

ISA: Me da la sensación de que dentro de los proyectos el trabajo entre mujeres y hombres es similar, pero creo que sumándole lo de fuera no. Mientras trabajas piensas en lo que está pasando fuera, los cuidados, la casa... Creo que el trabajo que iba a darnos conciliación es como la jornada flexible que solo se estira ¿Ir a regar con el peque es conciliar? Yo lo achaco a que estamos empezando y hay que ajustar cosas.

GEMMA: Nosotros dedicamos mucho espacio a las asambleas en el proyecto, hablamos de lo que hacemos, del uso del tiempo, de intentar visibilizar todo lo que se mueve en el proyecto. Así te vas conociendo, qué necesitas, qué te funciona, qué no te funciona y lo vas incorporando. El reto es cómo encajar lo externo al proyecto: quien te hace la comida en casa, como lo hacemos posible. Puedo solidarizarme con si mi compañera tiene que cuidar a su madre. Intentamos incorporarlo pero es un reto.

REVISTA: ¿Pensáis que puede hacerse algo para acelerar este proceso de cambio, para ir eliminando el patriarcado del ámbito rural desde las organizaciones agrarias?

ÁNGELES: En mi zona todas las mujeres van a ordeñar y solo el 10% o así estarán dadas de alta y eso conlleva dependencia económica e invisibilización. En los sindicatos agrarios piensan que con la ley de titularidad compartida ya esta todo hecho. Para mi son espacios desde los que puede incidirse, pero antes hay mucho que cambiar en ellos. No se valoran, las diferentes necesidades ni puntos de vista de las mujeres, por ejemplo no se facilita algo tan obvio como que estén en las reuniones, que sean los hombres quien hagan la cena y las mujeres vayan a la reunión.

ISA: Nosotras estamos en el Sindicato Labrego Galego. Quizá desde los sindicatos se puede hacer un esfuerzo por cambiar estos hábitos, se podrían utilizar herramientas de las asambleas de los movimientos sociales, para rebajar la presencia masculina. Esto sería una buena práctica.

LETI: Hay movimientos de mujeres en el campo, pero es verdad que debería haber muchos más o quizás diferentes. Yo cuando me he encontrado con ellas, sobre todo con las mujeres que están en la COAG de Andalucía, valorando muchísimo lo que hacen, me he dado cuenta que para estar ahí necesitaría otro trabajo porque no hablamos el mismo lenguaje, es otra historia, venimos de lugares diferentes. Yo no quiero preguntarme ¿y las mujeres qué? para ponernos en los mismos lugares que los hombres, quiero hablar de economía feminista, quisiera hablar de un sistema económico patriarcal que no beneficia nadie, ir a las raíces, a los roles que asumimos y al sistema agrícola que reproducimos. Me he encontrado actitudes de mucha confrontación con eso dentro de mujeres del campo o de la ciudad, muy feministas por un lado pero sin haber asimilado ese discurso.

Patricia Dopazo Gallego

Revista Soberanía Alimentaria
Associació Perifèries

 

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