Juan CLEMENTE ABAD
Juntas caminamos preguntando
Venía de lejos. Desde hace un tiempo, nos rondaba por la cabeza la necesidad de crear espacios formativos basados en nuevos paradigmas y metodologías. La dinámica imperante en la academia es generar destrezas, instruir a quienes se forman en habilidades concretas para que puedan desempeñar un preciso papel, ser un engranaje en la máquina a cuya palanca de mando solo una parte privilegiada tiene acceso, orientando su dirección hacia intereses poco compartidos. Sin embargo, la Escuela de Acción Campesina (EAC), arrancó su primer año con la idea de formar políticamente, como una práctica de libertad, un espacio de empoderamiento ciudadano para la creación de nuevos liderazgos. No transmitir destrezas, sino formar personas.
Se han trabajado técnicas y herramientas para la dinamización de grupos y espacios de participación con valores de horizontalidad, reconociendo y poniendo en valor los saberes campesinos.
Con la propuesta de EAC que trabaja e impulsa la Universidad Rural Paulo Freire y que se desarrolla gracias al convencimiento y apoyo de organizaciones como Mundubat, COAG, Amigos de la Tierra, Veterinarios Sin Fronteras, Colectivos de Acción Solidaria y EHNE Bizkaia, 2014 ha sido el año en que este sueño colectivo, esta necesidad de abrir las aulas a la realidad, ha comenzado a andar buscando un reencuentro con lo campesino que trate de revitalizar el medio rural. Todo ello con paso lento, pues el camino, aunque complejo, necesita ir construyéndose poco a poco, pero con firmeza. La de quienes saben que transgreden la comodidad para encontrar lugares inexplorados que puedan darnos claves, salidas, a los callejones que aboca un mundo que ha convertido el interés económico, en la más perversa de las pasiones y en el combustible que mueve el mundo.
Doce han sido las personas que, de la mano de siete acompañantes tutoras y tutores, han dado este valiente primer paso. Las organizaciones agrarias ligadas a Plataforma Rural, COAG, SOC y la Escuela de Pastores de Cataluña, seleccionaron al alumnado pionero, proveniente de contextos y realidades diferentes pero ligadas, que desde el primer momento han comenzado a tener más voz y peso en sus organizaciones. La dehesa onubense, la horticultura almeriense, el pastoreo montañés, el secano murciano, el cereal y ganadería castellanas, diferentes formas y modelos para micorrizar y extender redes.
En esa diversidad solo hay riqueza. Aquellas personas que dedican su esfuerzo a cultivar una huerta ecológica para grupos de consumo locales, compartieron y se vieron entendidas por quienes producen bajo hectáreas de plástico. Una sufre por estar atada a paquetes tecnológicos impuestos y reglas de comercio venidas de “arriba”, y la otra lucha por abrir camino hacia formas de distribución que poco apoyo tienen por parte de la administración, que mucho tienen de autoorganización y a las que les cae encima la maza de la gran distribución. Ambas campesinas, ambas jóvenes, en realidades totalmente diferentes, se ven, se reconocen e identifican juntas en un mismo objetivo: dignificar el oficio de alimentar, de crear vida. El mejor de los aprendizajes.
Los contenidos formativos han tratado de visibilizar los impactos del modelo agroindustrial imperante, resaltando la necesidad de cambiar su marcha decadente hacia la concepción de la Tierra como una morada compleja y común en la que incluirnos, y no como una simple ubre a exprimir. Se han trabajado técnicas y herramientas para la dinamización de grupos y espacios de participación con valores de horizontalidad, reconociendo y poniendo en valor los saberes campesinos para transitar hacia la Soberanía Alimentaria en todo su amplio marco. Se trataba de poner la vida en el centro, gracias a las propuestas de los feminismos. Se trataba de visibilizar la necesaria alianza entre quienes cuidan por producir alimentos y quienes los consumen. Se trata de empoderar y luchar por nuestros derechos.
Los módulos formativos perseguían conformar una base desde la que comenzar a construir, sin embargo, los espacios de construcción verdaderos fueron los encuentros presenciales. Cuatro fines de semana de convivencia, de trabajo y aprendizaje: del 27 al 29 de enero, en Cerezo de Abajo (Segovia), del 9 al 12 de mayo, en Durango (Bizkaia), del 19 al 21 septiembre, en Almería y del 12 al 14 de diciembre de 2014, en Miranda del Castañar (Salamanca). Líderes sindicalistas, personas con un largo trasiego en las luchas agrarias, se acercaron en diferentes ocasiones a compartir su experiencia. Un privilegio para quienes pudimos tenerles delante y ver que en su discurso confluían el afán por transmitir los éxitos conseguidos, pero también los fracasos y sus razones, con tal de aprender de los errores y prevenir para el futuro. También quienes se acercaron a participar puntualmente tenían el interés por aprender y ayudar a vislumbrar unas nuevas formas de liderar, horizontalizar y extender el movimiento campesino.
Tras cada encuentro las mochilas regresaban a casa cargadas de ropa sucia, pero también de ideas nuevas y un proyecto a realizar en cada territorio. El Plan de Acción Campesina es el trabajo que cada estudiante había de realizar en su territorio, identificando, junto al tutor o tutora y a su organización local, las necesidades prioritarias y los recursos con que se contaba, estructurando el itinerario para desarrollar dicha acción. Algunos de estos planes priorizaron la organización y el empoderamiento de jóvenes en sus territorios, otros han trabajado por la visibilización y participación de las mujeres en sus organizaciones locales y también algunos se dedicaron a la creación de canales de comercialización bajo principios agroecológicos, o a traducir la ininteligible legislación a un lenguaje cercano, para poder usar algunas de sus dinámicas de comunicación y también hacer frente a sus barreras.
Los logros de la Escuela de Acción Campesina son muchos. Sin duda, uno de ellos es ver que personas tan diferentes comparten un mismo horizonte, se comprenden y se apoyan. Seguro que las relaciones iniciadas en la Escuela darán sinergias provechosas en el futuro. Ya comienzan a hacerlo. Algunas de las personas participantes han entrado de lleno en el trabajo de ejecutivas locales y nacionales aportando aire fresco y energías renovadas. Se perdieron miedos, sí. Puede que cuando eres consciente de que no estás en soledad, que tienes a muchas personas iguales a tu lado, te hagas más fuerte. Loli, de Coag-Murcia, lo decía: “Normalmente eludo presentar en público, pero la Escuela me ha dado el valor para presentar las conclusiones del congreso de CERES (Confederación de Mujeres del Mundo Rural)” y así lo demostró al encararse a la Ministra de Agricultura para reprocharle la poca atención a la situación de la mujer en el agro.
Hasta surgieron resultados inesperados. Todo el mundo vibró con el teatro del Foro de Mondoñedo organizado por la Plataforma Rural. Allí, parte de las alumnas y alumnos de la Escuela y algunas de las personas que hacemos de “tutores y tutoras” generamos un espacio innovador, una obra de teatro para trasladar las propuestas de la juventud rural y agraria. Un espacio en el que “artistas” y “público” interactuaron. Una suerte de escenificación que demuestra que cuando un grupo humano se une de esta manera, las personas no solo suman, sino que elevan a la máxima potencia sus habilidades y contagian. ¿Será el germen del teatro campesino?
Y yo como tutor, aprendí que había una falsedad... Yo no era tutor sino aprendiz, o al menos éramos tan aprendices como tutoras. Quienes se presuponían estudiantes me enseñaron que no es bueno tener ciertos prejuicios. Y me mostraron el convencimiento. La militancia. La defensa de un modo de vida, o mejor dicho una “vía”: que los miedos se quitan y te haces más valiente.
La Escuela no ha hecho más que comenzar a andar. La primera experiencia nos ha servido para ver muchas cosas a corregir, pero sobre todo, para ser conscientes de la gran potencialidad que tiene. Este año nos esperan nuevos aprendizajes.