María Celis García
Cómo hemos vivimos el estado de alarma en un proyecto agroecológico
El 17 de abril, Día Internacional de las Luchas Campesinas, en la Finca El Cabillón, hacíamos un hueco para intentar plasmar todo lo vivido, pensado, leído y debatido desde que la pandemia irrumpía en nuestras vidas alterando de golpe cualquier plan previamente diseñado. Aunque sin saber muy bien por dónde empezar ni cómo ordenarlo, queríamos reflexionar sobre esa adaptación constante a imprevistos, sobre ese reorganizar y observar que forma parte de nuestro día a día en la tierra y al que estamos acostumbradas las agricultoras, siempre mirando al cielo, tocando la tierra, descubriendo nuevos insectos… Todo eso que nos hace aprender a ser flexibles, pacientes, resilientes.
Muy señalado cada año en nuestras agendas, el 17 de abril es un día de homenaje y reivindicación para seguir recordando la necesidad de un nuevo modelo agroalimentario, agroecológico, local, respetuoso con las personas y el planeta, la necesidad de una transición ecológica y social justa.
Finca El Cabillón
Finca El Cabillón
La unión hace la fuerza
En marzo, desde que comenzó a complicarse la situación, ya entre las propias personas productoras de Asturias empezábamos a tejer redes de apoyo, compartiendo dificultades, preocupaciones, necesidades, intercambiando información, complementando producciones, interesándonos por dar salida a posibles excedentes, repartiendo ánimos… ¡la unión hace la fuerza!
Para nosotras, el cierre de coles y restaurantes suponía un duro golpe, pero, sobre todo y para todas, más dura era la cancelación de los mercados de calle, donde se realiza una comercialización directa y sin apenas desplazamientos de alimentos frescos, de temporada, libres de productos químicos y, por tanto, con mayor valor nutricional. Paradójicamente, fue lo primero en suspenderse. Lo leíamos en los bandos de todos los ayuntamientos sin entender muy bien la razón. El Gobierno, como no podía ser de otra manera, declaraba servicio esencial el abastecimiento de alimentos, permitía la apertura de comercios minoristas de alimentación y la asistencia a ellos con una serie de medidas higiénico-sanitarias de contención frente a contagios. Los mercados de calle están ubicados mayoritariamente en espacios abiertos, donde se realiza una comercialización sin intermediarios. ¿No son esas medidas de contención del contagio más fáciles de adoptar en espacios así?
Con el objetivo de despenalizar el abastecimiento de proximidad —el que tiene más sentido en nuestro modelo de producción— durante este tiempo, cada proyecto ha ido adaptando sus líneas de venta, gestionando envíos a domicilio, facilitando la recepción de encargos con antelación para recogida en finca y tratando de minimizar tiempos de exposición y dificultades de desplazamiento. Paralelamente, los grupos de consumo —siempre fieles y pilar fundamental de este modelo agroalimentario sostenible y saludable— han ido reorganizándose para mantener el acceso a sus alimentos, procedentes de las huertas de su comarca.
Trabajar para que el sector agroecológico siga adelante
En algún momento se nos volvió todo bastante cuesta arriba. A fin de velar por la salud de las personas, potenciar las medidas de confinamiento y el cumplimiento de las normas higiénico-sanitarias (distancias de seguridad, número de personas trabajando de forma simultánea, tiempos de exposición, etc.) hubo que reducir personal y horas de jornada laboral en el campo en un momento muy delicado de la campaña en el que lógicamente el trabajo en la tierra (laboreos, siembras, plantaciones…) debía continuar, pues lo contrario supondría la falta de cultivos de verano y echar al traste la viabilidad del proyecto. Estas reducciones también repercutían en la planificación, hubo que reorganizar y priorizar tareas, dejando nuevos proyectos e iniciativas a un lado.
Aparte de la preocupación generalizada por la situación —que en algún momento hacía flaquear los ánimos— en nuestro caso particular, las nuevas normas comportaban dificultades extra de logística en cuanto a los desplazamientos al trabajo de algunos empleados, al tratarse de personas con necesidades de apoyo. Estas limitaciones logísticas también empezaban a afectarnos en lo referente al transporte y entrega de pedidos, junto con las subidas de precios en diversos aprovisionamientos. Pero había que seguir cuidando de que las personas que sacan el trabajo adelante cada día en la Finca El Cabillón pudieran seguir haciéndolo para que la producción agroecológica de alimentos siguiera adelante, por el bien de todas.
Así que fuimos habituándonos a la situación y rescatando la motivación y la ilusión, pues las consumidoras seguían respondiendo, apoyándonos y también esforzándose e ingeniándoselas para ello. Al mismo tiempo que vemos cómo el trabajo va dando sus frutos, la primavera continúa su curso (ya toca podar tomates, los calabacines van enseñándonos su flor, la hierba acelera su crecimiento…), y las agujetas y algún nuevo músculo dolorido pasan a formar parte del día a día como algo que entre todas las productoras compartimos ya entre risas.
Reforzar las redes de producción local
Algo no tan compartido son las subidas de precio (en ocasiones excesivas) en varios de los productos que traemos de distribuidoras ecológicas para complementar la cesta básica de nuestras frutas y verduras de temporada. La única respuesta a nuestra sorpresa se queda en “la repentina y descontrolada demanda”. Hay un llamativo incremento de los pedidos de alimentos ecológicos que no hemos repercutido en el precio final y que también hemos comentado entre las compañeras asturianas. ¡Se está trayendo y consumiendo demasiado producto de fuera!
Por ello, hay que repetir de nuevo: ¡qué importante es reforzar los sistemas agroalimentarios agroecológicos y territorializados! Hay que priorizarlos en la compra pública para comedores colectivos (colegios, residencias, hospitales…) y también en nuestro carro de la compra, escogiendo salud para nosotras, para las personas que los producen, para el medio ambiente y para el sistema económico local. En el modelo agroecológico, los precios de los alimentos resultan del acuerdo entre productoras y consumidoras y son justos para ambas partes. En ello estamos trabajando desde la Fundación EDES y COCEDER estos últimos años, mediante proyectos de investigación participativa para el estudio de costes de producción de diversos cultivos, con modelos agroecológicos de producción y comercialización.
Reflexionábamos sobre todo esto el 17 de abril, y concluimos que en Asturias, como ocurre seguramente en otros muchos territorios, a pesar del gran potencial de nuestro campo, todavía hay pocas personas y tierras produciendo en ecológico. Con todo lo que esta situación ha dejado patente, la necesidad de emprendimiento rural y de conexión entre campo y ciudad… , ¿por qué no hacer de ello una oportunidad?
María Celis García