Andrea Menéndez Arboleya
En Sariego, a 19 de agosto de 2023
Queridas lectoras de la revista Soberanía Alimentaria:
Por razones de distancia, me es imposible veros en persona. Es por ese motivo que os escribo estas letras, esperando que, al recibo de estas, os encontréis todas gozando de buena salud como yo deseo. Por aquí, estamos todas bien, gracias a Dios, muy ilusionadas con la estación en la que entramos, ya que para nosotras implica llevar a cabo un proceso de reflexión y evaluación de las actividades realizadas a lo largo del año natural que ya se acerca a su fin, pero también de volver a convocar nuestra asamblea anual, lo que supone una excusa para abrazar a esas personas amigas que luchan día a día por la defensa de los territorios más vulnerabilizados y la dignificación de los pensares, saberes y haceres de sus gentes. Unidas, disfrutaremos de un agradable rato discutiendo asuntos importantes y diseñando nuestra hoja de ruta por la defensa de la filosofía rural para el 2024.
Os escribo porque parece que fue ayer cuando surgió la idea de formar un colectivo para la defensa de la filosofía en el mundo rural asturiano, pero ya han pasado casi dos años desde aquella asamblea anual de la Sociedad de Filosofía Asturiana. Allí plantamos la semilla de FiloPueblos y, seguidamente, tras abonar los fértiles terrenos de nuestras vegas con una buena carga de ilusión e inocencia campesina durante todo el 2022 y, gracias al regadío de agasajos por parte de una generosa y receptiva audiencia local, logramos verla germinada a principios de este año 2023, mostrando así, a ras de tierra, dos hermosos cotiledones epigeos, símbolo de la validación y la continuidad de su propia existencia. Gracias al compromiso fotosintético de dos personas muy especiales, Álvaro Matallana y Paz Biempica, ambos estudiantes de grado de Filosofía por la Universidad de Oviedo, y al apoyo nutricional de la comunidad filosófica en Asturias, i.e. Filósofas en la Historia, la Libre Paisaneta, La Ponte Ecomuséu, Faustino Loy, Sofía Nevado, Colectivu Manflorites, pero también de más allá del Negrón, i.e. Red Española de Filosofía y Revista Soberanía Alimentaria, a la Red de Filosofía en el Mundo Rural (o FiloPueblos), le han salido ya sus primeras ramitas categóricas, además de haberle brotado sus primeras floraciones ontológicas, logrando, de esta manera, ofrecer a la población rural asturiana los primeros visos de esta formación (geo)biológica perenne de naturaleza rizomática en forma de un variado programa de actividades a lo largo, ancho y profundo del espectro territorial regional.
El objetivo de nuestra humilde iniciativa filosófica es la gestión del conocimiento colectivo descentralizado. Es decir, aspiramos a (co)producir, intercambiar y promover el conocimiento filosófico fundamentado sobre dos principios esenciales: la diversidad y la justicia epistémica. Aunque pueda parecer sensato pensar que todo conocimiento, independientemente de donde provenga, quien lo tenga o de cómo lo haya adquirido, es digno y valioso, en la práctica cotidiana no es así. De hecho, las (meta)narrativas hegemónicas están bastante sesgadas y, a su vez, a la gente de los pueblos les cuesta afirmarse como interlocutores filosóficos válidos, como consecuencia de la cronificada marginación social y la exclusión intelectual a la que han estado sometidas históricamente las personas del campo en general, pero en particular las de nuestro contexto sociocultural hispánico. Es por ello por lo que metodológicamente recurrimos a la utilización de las llamadas herramientas de empoderamiento, con la intención de lograr colocar en el centro de nuestro pensar a quienes nunca antes lo han estado, es decir, a aquellos colectivos que sostienen la reproducción de la vida en la tierra, invitándoles a que sus voces formen parte del discurso filosófico de la realidad intelectual que nos (auto)define.
Pero ¿cómo conseguimos hacer filosofía en el mundo rural?, te preguntarás. A lo cual, estimada lectora, me temo que no puedo ofrecerte una receta mágica. Eso de hacer filosofía en el mundo rural, en primer lugar, y aunque parezca paradójico, depende mucho de quien seas tú, de eso que las entendidas llaman posicionalidad, tanto individual como (anti)académica. Por un lado, depende de lo que la filosofía sea para ti, i. e. una pasión o una aversión, o incluso, de quién sea la filosofía para ti, i. e. desde ese viejo con barba que te obligaban a estudiar para el examen en el instituto, hasta ese paisano del pueblo que sabía más por viejo que por diablo. Por otro lado, hacer filosofía en los pueblos también depende de lo que un pueblo sea para ti y de donde provengan tus vínculos territoriales primarios. Para mí, por ejemplo, un pueblo es una aldea, y una villa, una ciudad; pero para alguien de ciudad, es posible que una villa sea (tal vez, despectivamente) entendida como un pueblo. En pocas palabras, querido lector, no existe una definición única, ni de filosofía ni de pueblo, y es por ello por lo que, a la hora de organizar actividades filosóficas itinerantes por las zonas rurales de Asturias, nuestras propuestas varían siempre, tanto en temática como en formato y, huelga decir, en variedad lingüística (y dialectal). Ya hemos organizado charlas sobre feminismo rural, sobre ética medioambiental, coloquios, cinefórums y rutas de filosofía política. Las ideas emergen de nuestra imaginación (colectiva) y la creatividad es nuestro medio para materializarlas. Hacemos un poco como nuestra abuela guisandera quien, con maestría, combinaba los ingredientes que le ofrecía el terruño para poder ofrecer un plato de alimento a quien lo necesitara. Bien es cierto que ahora en los pueblos no hay tanta inseguridad alimentaria como antaño (especialmente durante la posguerra española) y que actualmente gozamos de un grado de confort vital (y material) mucho mayor que el que tuvieron nuestros antepasados. Pero, desafortunadamente, nuestra(s) (nuevas) generación(es), está(n) famélica(s) de memoria biocultural y sedienta(s) de saber sobre lo que de verdad importa, e. g. los cuidados, la igualdad, la simplicidad.
Me gustaría puntualizar que FiloPueblos no surge como una oposición reaccionaria al (meta)paradigma filosófico existente, a pesar de su carácter cleptocrático y discriminatorio que nos aboca a abandonar nuestros propios posicionamientos de origen y a descartar cantidad de saberes de tradición ancestral, básicos para la supervivencia de nuestra especie humana, tan solo porque no provienen del (abstracto) pensamiento académico, tan distanciado tanto física como simbólicamente de todo aquello que rezume asilvestraje. FiloPueblos emerge como una alternativa, históricamente situada y silenciada, pero sostenible y sostenida durante miles de años, que no solo tenemos que luchar por preservar, sino contextualizar, actualizar y consolidar. El camino hacia el progreso siempre ha sido un camino embarrado, tanto literal como simbólicamente. Sabemos de la complejidad intrínseca de esta nuestra labor, pero esta es directamente proporcional a nuestro empeño. Y, a pesar de su naturaleza, diversa y heterogénea, la Red de Filosofía en el Mundo Rural tiene una aspiración clara: su continuidad en el tiempo. Porque, como ya decían las de antes, es solo con tiempo y paciencia como se adquiere (eso de) la ciencia.
Afortunadamente, las (nuevas) tecnologías nos están facilitando mucho la vida en el campo, especialmente a las mujeres, aunque nuestros quehaceres actuales poco (o nada) tengan que ver con la realidad agropecuaria y mucho con la realidad urbanita. Pero, gracias a la revolución industrial (y a las sucesivas revoluciones posteriores) de alguna manera, las mujeres nos hemos podido liberar del yugo de la esclavitud que amenazaba sobre nuestros hombros y, en mayor o menor medida, hacer de nuestra capa un sayo, a costa de renunciar, eso sí, a nuestra identidad feudal en aras de la adopción de un (nuevo) rol normativo dentro del (actual) régimen consumista y capitalista a cambio de un (aparente) vestigio de dignidad.
Estimadas lectoras, vuela el tiempo de corrida, y tras él va nuestra vida. Pero ¿quién nos iba a decir a nosotras, que esta pequeña semilla que plantamos en una fría noche invernal llegaría a prender tan hondo y que, ahora, estemos afrontando, juntas, la maravillosa aventura del pensamiento libre y colectivo sobre nuestras propias identidades rurales y los cooperativos imaginarios futuros con los que esperamos dar continuidad a quienes elijan vivir la vida en la tierra? Nos hace muy felices ver como cada día que pasa hay más gente interesada en formar parte activa de esta familia filosófica con raíces asturianas. Una familia intergeneracional como las de antes, pero con la mirada puesta en un futuro (no tan lejano) feminista e igualitario, porque aspiramos a que la violencia y el abuso, en todas sus formas, sean erradicados. Una familia abierta desde la cual esperamos poder dar la bienvenida a cualquier persona que lo desee, independientemente de su origen geográfico; que la vida en la aldea, déla Dios a quien la desea.
Y, sin más por el momento, os enviamos un afectuoso saludo (colectivo) desde la cornisa cantábrica peninsular. Muchísimas gracias y mucha suerte.