Cómo se crea una enfermedad
Alessandra Cecchi
Zona cero de la infección, cerca de Gallipoli. Foto: Nello Schisano
Hay un ejército desplegado en el campo de la península salentina, en el extremo sur de Italia. Un ejército de grandes y poderosos guerreros que luchan día a día contra la especulación. Son once millones de olivos, herederos de una historia milenaria, incomprensible para quienes miden el tiempo con los ritmos estrechos de los mandatos electorales.
Guardan la cultura de esos lugares, el conocimiento transmitido por generaciones. Son el oxígeno que diluye los venenos de los desastres químicos de la planta siderúrgica de Ilva o la de carbón de Cerano, legado del modelo industrial que durante un tiempo prometía magníficos destinos en el sur de Italia.
Desde hace años, el ámbito académico ha denunciado su obsolescencia tecnológica, su baja productividad y su insuficiencia competitiva, poniendo en peligro su existencia de forma más preocupante que la enfermedad provocada por el síndrome del decaimiento rápido del olivo (CoDiRO por su acrónimo en italiano), y por la llamada emergencia de la Xylella.
NEOLIBERALISMO AGRÍCOLA
Todo comenzó en Barcelona en noviembre de 1995, cuando los representantes de la Unión Europea y de diez estados del Magreb y de Oriente Próximo se reunieron con el objetivo de crear una zona de libre mercado que eliminara los obstáculos al comercio y a las inversiones, como los aranceles aduaneros. El resultado final fue la European Union-Mediterranean Free Trade Area (EMFTA) que nació el 1 de enero de 2010, previendo —entre otras cosas— la liberalización gradual de las importaciones en los países de la UE de aceites de oliva virgen extra a bajo coste procedentes del sur del Mediterráneo.
Por entonces en Italia, desde el ámbito académico se empezó a señalar que los olivares tradicionales necesitaban demasiada mano de obra y a un elevado coste en relación con la de los países competidores. Propusieron «modificar el modelo existente con cultivos alternativos, lo que permitiría una bajada real de los costes de producción, especialmente a través de la reducción de la necesidad de mano de obra, que sigue representando más del 80 % del coste total de la producción de aceitunas».
La receta que se proporcionaba consistía en instalar en su lugar sistemas de olivares superintensivos de elevado rendimiento, compuestos de densas hileras de arbustos bajos, plantas especialmente seleccionadas, patentadas, sin ramas laterales para no obstaculizar el paso de las cosechadoras; un monocultivo de pocas variedades y de alta mecanización que ahorra mano de obra: la tecnología labour saving.
EL NACIMIENTO DE LOS SUPEROLIVOS
La inspiración para desarrollar el olivar intensivo en Italia nació en 1999, durante la visita a Catalunya de Angelo Godini, por entonces director del Departamento de Ciencias de las Producciones Vegetales de la Universidad de Bari. En 1994, se habían realizado las primeras plantaciones de olivar de alta densidad, por parte de la empresa de viveros Agromillora Catalana S.A., propiedad del Grupo Sumarroca, una familia empresaria con mucho peso en la zona.
Para este modelo de cultivo no todas las variedades de olivos son adecuadas, se necesitan variedades con bajo vigor, crecimiento contenido y rápida entrada en producción. En el caso de Catalunya, se produjeron y patentaron clones y variedades como la Arbequina i-18® y la Koroneiki I-38®, desarrolladas por el IRTA (Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de la Generalitat de Catalunya), la SikititaP, producida en el programa de mejora genética UCO-IFAPA (Universidad de Córdoba e Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de Andalucía) y la Oliana®, obtenida por la misma empresa Agromillora. En Italia, se desarrollaron la FS-17®, llamada también «favolosa», y la Don Carlo®, ambas producidas por el CNR de Perugia. En los dos territorios estas variedades fueron, en muchos casos, resultado de investigaciones públicas realizadas en colaboración con empresas privadas.
Agromillora tiene colaboraciones activas con varias universidades españolas y americanas; con la Universidad de Bolonia; con EMBRAPA (Empresa Brasileña de Investigación Agrícola), del gobierno brasileño; con el Departamento de Agricultura de EE. UU., con el CRA (Consejo de Investigación y Experimentación en Agricultura), de Italia, etc. También trabaja con el Departamento de Ciencias Agroambientales y Territoriales de la Universidad de Bari, con base en un acuerdo para desarrollar un estudio de «Evaluación, patente y comercialización de nuevas selecciones de olivos de bajo vigor». Este acuerdo prevé a favor de la Universidad «el 70 % de las regalías sobre los ingresos anuales de la explotación de las patentes». . En este ámbito se desarrolló la variedad lecciana, como evolución superintensiva del leccino. En este tipo de intercambios, el interés privado se aprovecha de la investigación pública para sus propias actividades y, por su parte, la investigación pública toma prestada la propensión al lucro del sector privado.
LA EXPANSIÓN DE LOS SUPEROLIVOS EN LA OTRA ORILLA
Agromillora hoy en día es la multinacional líder en tecnología agrícola, especializada en la producción y comercialización de especies leñosas de alto rendimiento (no solamente olivos, sino también cítricos, viñas y frutales en general). Está presente con viveros y laboratorios de investigación en 9 países y 5 continentes; y en 2016 vendió 65 millones de plantas en todo el mundo.
Poco antes de la puesta en marcha de la EMFTA, Agromillora ya había comenzado a deslocalizar viveros y laboratorios de investigación en Marruecos, Túnez y Turquía, para promover también en la otra orilla del Mediterráneo los cultivos superintensivos destinados a la exportación hacia Europa.
Podría parecer paradójico que la empresa de los Sumarroca trabajara promoviendo cultivos de alto rendimiento en los países competidores, si no fuera porque hoy Agromillora ya no es de los Sumarroca. El 49 % de la empresa fue adquirida por el fondo especulativo español NAZCA, que en 2016 vendió las acciones a Investcorp, otro fondo especulativo de Baréin, que en la actualidad posee la mayoría de la empresa.
En general, dondequiera que se extienda este sistema, las variedades patentadas tienden a suplantar a las nativas, con una pérdida neta de biodiversidad y una estandarización de las producciones destinadas al consumo masivo. Progresivamente, las variedades locales adaptables van escaseando en toda el área del sur mediterráneo donde en pocos años podría estar produciéndose un aceite de oliva uniforme en términos de calidad y sabor, cuya única diferenciación sería el precio, que iría a la baja a costa de la fuerza de trabajo.
Es un modelo para emprendedores e inversionistas, ya que necesita capital inicial y grandes cantidades de tierra, por lo que tiende a concentrar las propiedades, como en Marruecos, donde la Olea Capital, un fondo de inversión creado por el Crédit Agricole du Maroc y por la Societé Générale, ha plantado miles de hectáreas de olivos de alta densidad.
SÍNDROME DEL DECAIMIENTO RÁPIDO DEL OLIVO
El síndrome del decaimiento rápido del olivo (CoDiRO) es una fitopatología que trae la complejidad ya descrita en su nombre. La ciencia parecía haber tomado nota de este síndrome en los primeros años de desarrollo de la enfermedad y lo consideraba resultado del ataque de una serie de patógenos interconectados en un contexto de disminución de las defensas inmunitarias de las plantas, de degradación del suelo y de contaminación por pesticidas. Numerosos análisis señalaban una presencia solo esporádica de la bacteria Xylella fastidiosa en las plantas enfermas y, a menudo, se detectaba la existencia de hongos lignícolas capaces de imposibilitar la circulación linfática, así como de síntomas de larvas xilófagas, que facilitan las infecciones fúngicas. Esto sugería que la bacteria no era la única responsable de la patología.
Con esta consideración holística del CoDiRO, Pietro Perrino, exdirector del Instituto de Germoplasma del Consejo Nacional de Investigación de Bari, puso en relación el uso generalizado de glifosato, utilizado durante décadas para el deshierbe de los olivares, con la mayor vulnerabilidad de las plantas, el empobrecimiento de los suelos, la destrucción del equilibrio microbiológico y la virulencia de la infección fúngica. Cristos Xiloyannis, profesor de la Universidad de Basilicata, también demostró la importancia de fortalecer las defensas inmunológicas de los olivos nutriéndolos a partir del restablecimiento de la capa de materia orgánica destruida por décadas de manejo químico de los suelos.
Pero esta visión, que entra en conflicto con los intereses del mercado de plaguicidas, está en las antípodas de la impuesta por la Comisión Europea, cuyo planteamiento ante el CoDiRO se ha basado exclusivamente en la erradicación.
ITALIA, UNA EXCEPCIÓN Y UNA INSPIRACIÓN
Mientras tanto, en Italia, a pesar de todos los esfuerzos académicos y científicos, la olivicultura superintensiva ha tenido poca suerte hasta ahora, solo ocupa 1200 hectáreas de una superficie total de 1 185 000 hectáreas dedicadas al cultivo del olivo.
En la zona del Bajo Salento, la mayoría de los agricultores y las agricultoras no cuentan con el capital suficiente para instalar estas plantaciones ni tampoco con la extensión de tierra necesaria para hacerlas rentables. Pero incluso las empresas agrícolas que cuidan con atención la relación gasto-beneficio, se preguntan por qué deberían plantar miles de pequeños arbustos, esperar tres años para comenzar a verlos producir y arrancarlos al decimoquinto año (lo que dura su periodo productivo), cuando tienen olivos de siglos o de varias décadas que dan sus frutos regularmente cada otoño sin tantas complicaciones.
¿Por qué deberían plantar arbustos que necesitan tanta irrigación en una tierra escasamente lluviosa y sin ríos cuando los olivos tradicionales se la arreglan muy bien sin agua? ¿Por qué deberían gastar más en herbicidas y pesticidas o pagar viveros y regalías para comprar las plantas de nuevo cada 15 años? Y todo eso para producir un aceite de calidad significativamente inferior. El aceite de la tradicional cellina di Nardò contiene un promedio de 350 mg/kg de polifenoles, mientras que el aceite de arbequina, arbosana, y koroneiki varía de 123 a 187 mg/kg.
A menos que la Unión Europea imponga la destrucción de los olivos seculares para combatir la «emergencia de la Xylella», y se permita replantar estas áreas solamente con variedades superintensivas, este modelo no encontraría respaldo.
Como ya se explicó en otro artículo de esta revista, durante más de dos años se ha desarrollado en Italia un movimiento en contra de la tala de miles de olivos. Muchas personas campesinas se oponen al método militar e intimidante de las erradicaciones, a la obligación de acabar con todas las plantas sanas situadas a menos de 100 metros de la enferma y al envenenamiento de la tierra con grandes cantidades de insecticidas. Son conscientes de que la erradicación de los árboles no detiene la enfermedad, que no solo depende de la Xylella, y que la creación de un desierto dejará espacio a la especulación económica. Por eso piden el apoyo solidario del campesinado del Mediterráneo que ahora está pasando por las mismas situaciones y problemas, como el del País Valencià y las Islas Baleares. Para construir lazos entre trabajadores y trabajadoras de la tierra, para construir soluciones desde abajo y caminos independientes de los apetitos de la agroindustria y de las finanzas especulativas.
PARA SABER MÁS
Este artículo es una adaptación de los publicados en Carmilaonline.com: Guerra agli ulivi y Guerra agli ulivi 2, en septiembre de 2017; donde se pueden encontrar las referencias completas de las investigaciones.