El acceso a la tierra es el principal problema para emprender un proceso de instalación en el medio rural

En este número con especial atención a los cambios en la concentración de la propiedad de la tierra, entrevistamos a Unai, en proceso agroecológico de incorporación al campo, responsable del área de formación y de instalación de jóvenes en el campo de EHNE-BIZKAIA y representante del comité internacional de La Via Campesina. Su visión nos parece muy relevante: una mirada desde el territorio complementada con una visión global.

unai


     No disponemos de leyes efectivas ni herramientas que protejan la tierra agraria.  
 

¿Cómo te introduces en el movimiento por la Soberanía Alimentaria? ¿Cuál ha sido tu trayectoria?

Mis abuelos eran de caserío, pero mis padres, como otros muchos de su generación, se fueron a trabajar a la ciudad. Yo he vivido gran parte de mi vida en un pueblo de unos 4.000 habitantes pero siempre he desarrollado actividades relacionadas con el medio rural. Después de estudiar y trabajar en la rama forestal, estuve unos años llevando una finca de frutales, recolectando y transformando frutos silvestres, practicando con un huerto familiar para autoconsumo y buscando tierra para poder desarrollar nuevas ideas y proyectos. Hace un par de años conseguí, junto con mi compañera, 3 hectáreas en un pequeño pueblo de Álava y hemos puesto en marcha una plantación agroecológica de frutales y una huerta extensiva al aire libre. 

Por otra parte, llevo ya 14 años en Ehne-Bizkaia como dinamizador del área de formación y el de instalación de jóvenes mediante procesos agroecológicos. Yo al principio no era consciente pero fue ese el momento en que EHNE-Bizkaia toma la decisión estratégica de apostar firmemente por un modelo de agricultura ligado a la tierra, una agricultura duradera y autónoma como camino hacia una nueva propuesta transformadora que empezaba a llamarse soberanía alimentaria. Lo que más me sedujo de esa decisión es la apuesta política que se hizo, una apuesta arriesgada, porque pocas organizaciones más lo estaban planteando o viendo en ese momento, así que pasamos de tener el “área de agricultura ecológica”, a que toda la organización se volcara en favor de la agroecología y la soberanía alimentaria. 

Es importante recordar también que en todo este proceso ha sido clave la influencia de la Vía Campesina, ya que hemos podido aprender y crecer con el intercambio de otras experiencias y realidades.

En este momento, desde tu óptica más global ¿qué diagnóstico haces de la situación de nuestro movimiento por la Soberanía Alimentaria? ¿Hacia dónde va? 

Como decía, en 1996, la Vía Campesina propone como alternativa al sistema agrario capitalista el término Soberanía Alimentaria y aunque han pasado ya unos años, todavía hoy seguimos desarrollando ese concepto, en la parte teórica y en la práctica, dotándole cada vez de más contenido ideológico. Nuestros retos para los próximos años, además de seguir luchando contra las multinacionales, el acaparamiento de bienes, los transgénicos etc…es la construcción de nuestra propuesta de soberanía alimentaria desde nuestros barrios, pueblos o comunidades. Esa construcción necesita de las alianzas con otras organizaciones, de cambio en las políticas públicas y también de un cambio de valores en nosotros y nosotras mismas y en nuestros procesos y movimientos. Y aunque a veces se nos olvida, el mayor reto para avanzar en el desarrollo de la soberanía alimentaria, sobretodo en regiones como Europa, es la incorporación de más jóvenes (o no tan jóvenes) al campo para aumentar el número de campesinos y campesinas que producen alimentos sanos y que viven de la tierra que respetan. 

Tengo la sensación de que en cada rincón del mundo se habla de soberanía alimentaria y aunque en cada lugar la realidad y las herramientas para llegar a ella sean diferentes, hemos conseguido entre muchas organizaciones trasladar nuestra propuesta a gran parte de la sociedad, y ésta empieza a preocuparse de nuevo no solo por la alimentación, sino por la tierra, las semillas etc. Un gran logro.

Dices que es importante preocuparse de nuevo por la tierra, y justamente en este número hablamos del problema del acaparamiento. En tus viajes, experiencias, ¿hay alguna vivencia que sobre el tema te haya impactado?

La verdad es que he tenido la suerte de poder visitar y compartir realidades muy diversas en diferentes lugares del mundo y en muchas de ellas, el acaparamiento de tierras es un problema común y dramático. He podido ver como empresas vascas y españolas privatizan el agua de los ríos en el sur de Chile, construyendo represas y desplazando comunidades mapuches que llevan miles de años viviendo en armonía con su entorno. Me chocó muchísimo que algunas comunidades de Centroamérica repartan “folletos” para aconsejar a los campesinos y campesinas qué hacer ante las presiones, amenazas y violencia de los latifundistas o las transnacionales. Escuchar a las familias contar como han asesinado a sus compañeros/as para robarles su tierra con el beneplácito de los gobiernos, es algo que no sabes muy bien como digerir. Es impactante también ver el saqueo que están haciendo en el continente africano, en todos los sectores, en agricultura, en pesca, en recursos minerales y energéticos, sobre todo por empresas europeas, multinacionales sin escrúpulos y gobiernos neo-colonizadores de todos los colores, destruyendo y desplazando comunidades para plantar palmeras o cualquier otro cultivo que luego transforman en los mal llamados “biocombustibles”. Y en Europa no nos libramos, porque además de los problemas de especulación, artificialización etc., cada vez son mayores y más diversos los casos de acaparamiento. Entidades que sin tener ninguna relación con la agricultura o ganadería (inmobiliarias, casa de seguros, etc.) compran tierras para especular o poder aumentar sus “activos”. La lucha del campesinado contra las empresas energéticas en Rumanía, contra el fracking en el Estado español o la lucha histórica contra el latifundio en Andalucía son otros casos. También están apareciendo voces contra el acaparamiento en algunas regiones frente al monocultivo del pino, del olivo...

Por último quería comentar que el mismo sector agrario y ganadero está generando acaparamientos, debido sobre todo al desarrollo de modelos intensivos, ya que por ejemplo, muchas granjas europeas son totalmente dependientes de la soja que se está produciendo en los cada vez mayores latifundios de América del Sur.

¿Os consta al sindicato que estos fenómenos se convierten en un problema para la gente jóven que quiere dedicarse al sector primario?

Sí, el acceso a la tierra es el principal problema para las personas que quieren emprender un proceso de instalación en el medio rural. En muchas regiones, la presión por la tierra es cada vez más alta. Durante los últimos años la especulación urbanística ha disparado los precios de la tierra, sobre todo en zonas periurbanas, llegándose a pedir más de 120.000€ por una hectárea. Además, no disponemos de leyes efectivas ni herramientas que protejan la tierra agraria de esa especulación o de cualquier tipo de infraestructuras que nos imponen “por interés general”, como trenes de alta velocidad, autovías, autopistas, fracking, etc. Esto nos lleva a que cada año se hormigoneen o asfalten miles de hectáreas de tierra que son irrecuperables para la actividad agraria. En el Estado francés son cerca de 60.000 las hectáreas que se artificializan cada año. En el Estado español la cifra puede ser aún mucho mayor.

Otro aspecto que muchas veces pasa desapercibido, pero que en el fondo está hipotecando el acceso a la tierra, son las ayudas de la PAC, que al estar en gran parte vinculadas a la superficie, está dificultando el traspaso de esas tierras a nuevos jóvenes.

En esta situación, ¿qué medidas deberíamos exigir a nuestras administraciones?

La verdad es que con muchas administraciones la sensación es de impotencia, porque la visión desarrollista y cortoplacista que practican choca frontalmente con muchas de nuestras propuestas y reivindicaciones. Aunque también es verdad que habría que diferenciar administraciones regionales o nacionales con administraciones locales como ayuntamientos, o personas o colectivos que trabajan en esas administraciones, ya que en los casos en los que hemos podido trabajar conjuntamente, comienzan a redescubrir cómo el sector agrario puede ser una alternativa viable para la creación de nuevos puestos de trabajo, impulsando la revitalización y el desarrollo económico y social de sus pueblos.

Dicho esto, necesitamos leyes efectivas que protejan la tierra agraria de otro tipo de actividades especulativas y que en los planes de Ordenación Territorial, por ejemplo, se garantice la protección real del medio rural. También pedimos la puesta en marcha de un paquete de políticas públicas que aseguren el acceso, el traspaso y el uso de la tierra. Pueden ser fondos de tierra, provinciales, municipales, colectivos u otro tipo de herramientas o iniciativas concretas para fomentar, por ejemplo, el relevo generacional, el traspaso de granjas o actividades, etc. Y más allá de las medidas, igual de importante es que entiendan que el acceso a la tierra y a los bienes (semillas, agua...) no es un problema solamente del sector agrario, es un problema de toda la sociedad, ya que si no hay tierra cada vez será más difícil acceder a alimentos sanos y locales.

¿Puedes ponernos ejemplos del trabajo de EHNE Bizkaia para superar estas trabas? ¿Cómo apoyáis, con qué fórmulas, que la gente joven pueda acceder a la tierra?

Hemos trabajado el tema en varios frentes y de diferentes maneras durante estos últimos 15 años pero la verdad es que el acceso a la tierra sigue siendo uno de nuestros mayores retos, aunque es verdad también que muchos de los jóvenes que se nos acercan ya disponen de un pedazo de tierra que han conseguido gracias a la familia o a personas conocidas. Al principio comenzamos con una pequeña bolsa de tierra, para entrelazar gente que cedía tierra y gente que quería acceder a ella. También hemos intentado el traspaso o relevo de fincas o granjas, sobretodo en el sector ganadero, donde el acceso a la tierra y a las granjas es más complicado. En estos casos, la falta de vivienda o el choque cultural entre diferentes generaciones y visiones del sector han dificultado esta labor. A nivel simbólico o reivindicativo también hemos ocupado algunas parcelas o fincas, pero sin poder darle demasiado seguimiento. 

Y quizás, el frente que más hemos trabajado durante estos últimos años es el institucional, ya que siempre hemos creído en la gestión pública de la tierra y por eso queríamos conseguir el compromiso de las administraciones públicas en este tema. Hemos logrado con mucho esfuerzo que desde algunas administraciones provinciales se pongan en marcha fondos de tierra para posibilitar el acceso de jóvenes a tierras públicas. En los últimos 3 años, en la provincia de Bizkaia por ejemplo, se han incorporado más de 20 personas, en las más de 50 hectáreas que se han repartido. Estos fondos de tierras, además de priorizar las nuevas incorporaciones, están ayudando a que se regulen de alguna manera los precios de la tierra, ya que hemos interferido para que los alquileres o rentas sean bastante accesibles económicamente. 

Además de ayudar a poner en marcha y de hacer seguimiento a todas estas iniciativas, como organización, seguimos alerta y denunciando cualquier tipo de agresión hacia la tierra.

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