Fanny GARCÍA FORÉS
En el número 19 de esta revista, Ana Moragues presentó cómo, en muchos municipios del mundo, se están llevando a cabo experiencias para articular políticas alimentarias con la participación ciudadana como elemento central para la transformación del sistema alimentario local. En este artículo, vamos a seguir profundizando en este tema, a través de las experiencias de los Consejos Alimentarios, teniendo en cuenta que en algunas ciudades del Estado español se están dando algunos pasos para su puesta en marcha.
En la lógica capitalista, el fin último del sistema agroalimentario, alimentar a las personas, es solo un medio para la acumulación de capital. En esta perversión intrínseca del sistema agroalimentario actual está la base de lo que la economía feminista llama el conflicto vida-capital. De esta manera, para el sistema agroalimentario hay vidas enteras que no resultan rentables, por lo que, a pesar de producirse más del doble de los alimentos necesarios para alimentar a la población mundial, el hambre sigue aumentando. Los impactos medioambientales (destrucción de la naturaleza), sociales (violación de los derechos humanos) y sobre la salud humana (alimentos tóxicos) son tan elevados que, sin duda, podemos afirmar que el balance final es más destructivo que regenerador.
Así las cosas, no es de extrañar que con visiones más o menos radicales, se estén dando múltiples y diversas experiencias en todo el mundo para transformar el sistema agroalimentario. Aquí queremos rescatar una de estas experiencias: los consejos alimentarios (Food Policy Councils, en inglés) como espacios de concertación entre la administración pública y la sociedad civil.
Se trata de una aventura por la que ya han transitado muchos municipios fuera del Estado español, logrando democratizar el sistema agroalimentario local, dando poder a las voces silenciadas y cambiando las políticas agroalimentarias basándose en criterios de justicia social y medioambiental. En su mayoría, son experiencias que tienen su origen en países anglosajones (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido) aunque poco a poco se van extendiendo a Latinoamérica, con el caso emblemático de Bello Horizonte (Brasil), y a la Europa continental. Generalmente, tienen su ámbito de acción a nivel subnacional (regional, provincial, municipal). Sin duda, pueden ser una buena oportunidad para construir soberanía alimentaria.
Ocho ciudades del Estado español ya se han comprometido a generar sistemas alimentarios sostenibles.
¿QUIÉNES PARTICIPAN EN LOS CONSEJOS ALIMENTARIOS?
Normalmente participan representantes de la administración vinculadas a temas alimentarios; representantes de toda la cadena agroalimentaria (producción, transformación, distribución y venta) junto con la sociedad civil organizada con vínculos a estas temáticas (comedores escolares, asociaciones de vecinos, etc.) y, en algunos casos, personas de la academia y personas de renombre en temas de justicia social y lucha contra el hambre.
Los consejos alimentarios pueden organizarse de múltiples maneras, siendo lo más habitual que estén integrados en las estructuras del gobierno. Existen desde consejos informales en forma de foros de debate hasta espacios formales con derecho a voto y órgano de dirección. En estos casos, incluyen comisiones especializadas por temáticas que investigan y hacen recomendaciones al consejo.
TORONTO: UN CONSEJO CIUDADANO
El Consejo Alimentario de Toronto fue el primero en constituirse en Canadá, en 1991, bajo la idea de que la alimentación y la salud están entrelazadas. Funciona como un subcomité del Consejo de Salud de la municipalidad de Toronto y cuenta con un coordinador que está contratado a tiempo completo por parte de Salud Pública de Toronto. Está formado por 30 personas, entre las que se incluyen concejales/as y ciudadanos/as expertas que provienen de la academia, la agricultura, la restauración, la promoción de la salud, la venta minorista de alimentos y el marketing, así como de diversas organizaciones comunitarias. La selección se realiza por solicitud y aprobación del Consejo de Salud una vez al año. Las personas que participan en el consejo contribuyen con su experiencia y su conocimiento en políticas alimentarias, y no representan a su organización ni a su sector.
Sin contar con ninguna competencia legislativa y con un presupuesto modesto, el consejo ha logrado tener una gran influencia en las políticas alimentarias de Toronto y además está jugando un papel clave en la sensibilización e incidencia política de la ciudadanía. Por ejemplo, ha sido asesor de la municipalidad de Toronto en la elaboración de su estrategia alimentaria así como del plan de acción de promoción de la agricultura urbana, y ha participado en la elaboración de una estrategia alimentaria regional para Ontario.
ALGUNAS LECCIONES APRENDIDAS
No existe una sola receta válida para que un consejo alimentario funcione, y tal vez la recomendación básica es que la decisión está enraizada en el contexto concreto en términos de democracia y participación social. Sin embargo, hay algunas lecciones aprendidas de experiencias previas que nos pueden dar algunas claves para el éxito.
En primer lugar, es vital que el consejo sea tomado en serio por las instituciones públicas a las que quiere influenciar. Por tanto, adopte la estructura que adopte, el consejo debe tener algún tipo de vinculación permanente con el personal del gobierno con competencias en materia alimentaria. También es importante que se gane la legitimidad de la sociedad civil y cuente con estrategias potentes de difusión y participación así como que logre un equilibrio entre acciones y políticas locales a corto plazo y aspectos más estructurales que tienen que ver con la transformación a largo plazo del sistema alimentario local y estatal. Por último, una razón por la que algunos consejos alimentarios han desaparecido ha sido la falta de financiación, por lo que este es otro de los aspectos que hay que tener en cuenta si queremos adentrarnos en esta aventura.
EL PACTO DE POLÍTICA ALIMENTARIA URBANA DE MILÁN APUESTA POR LOS CONSEJOS ALIMENTARIOS
El pasado 15 de octubre, representantes de más de 100 ciudades de todo el mundo, entre las que se encuentran ocho ciudades del Estado español (Barcelona, Bilbao, Córdoba, Madrid, Málaga, Valencia, Villanueva de la Cañada y Zaragoza), firmaron el Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán, con el que se comprometieron a generar sistemas alimentarios más sostenibles. En el bloque de propuestas estratégicas de acción, se contempla específicamente promover la participación de las partes interesadas a nivel municipal a través de la creación de consejos para la alimentación.
En el marco de este compromiso, el Ayuntamiento de Barcelona, junto con la Revista SABC, organizaron una jornada de trabajo para el 30 de octubre, en la que participaron representantes de la administración pública y del movimiento agroecológico de Catalunya para reflexionar sobre qué tipo de consejo alimentario queremos para la ciudad de Barcelona.
En los Consejos Alimentarios la voz campesina debe ser central.
Jornada sobre Consejos Alimentarios Municipales en Barcelona.
A partir de lo aprendido en la jornada y desde las propias reflexiones de la Revista Soberanía Alimentaria, pensamos que hay que defender consejos alimentarios que cumplan los siguientes puntos:
- Deben nacer con el objetivo político claro de ser motor de transformación del sistema alimentario municipal hacia la soberanía alimentaria y desde esa base deben ir articulando cuál será su ámbito territorial de actuación.
- Su composición debe incluir la presencia de las personas de la administración vinculadas a temáticas alimentarias junto con una amplia y diversa representación de los agentes de la cadena alimentaria y organizaciones de la sociedad civil entre cuyos principios destaque defender la soberanía alimentaria.
- Es necesaria la presencia central de los colectivos campesinos.
- Han de tener carácter vinculante.
- En su estrategia se debe combinar, por un lado, proponer medidas concretas, prácticas y sencillas de implementar que puedan generar impactos positivos en el corto plazo. Y, por otro, desarrollar con profundidad las políticas alimentarias que requiere el municipio en cuestión.
Barcelona ha hecho un primer debate, en otras ciudades la propuesta de los consejos alimentarios ya está en las mesas y en las asambleas de los movimientos. Encontremos fórmulas de intercambio de experiencia, estemos conectadas para que el empuje de estos consejos cobre la dimensión política que desde la soberanía alimentaria esperamos.