Helen Groome
Las últimas y controvertidas decisiones de la Unión Europea, que dejan el mercado de la leche totalmente desregulado, están provocando que el precio que paga la industria que recoge y procesa la leche a quien la produce esté en caída libre, muy por debajo de los costes de producción. En este contexto, las organizaciones de La Vía Campesina están llevando a cabo movilizaciones en toda Europa contra estas políticas. Este texto reflexiona sobre la importancia de transitar hacia modelos de pequeñas producciones, sostenibles y conectadas con la población.
Las vacas dan leche, pero la leche no da, necesariamente, un salario digno. La crisis que se vive en el sector lácteo no es nueva. También a las vacas y a las personas que viven de ellas se les impone el dogma de «primar el mercado» como en casi todas las esferas de nuestras vidas. Pero además, la creciente concentración del control de dicho mercado en manos de cada vez menos empresas, significa que lo que empezó con la destrucción de los mecanismos de precios base, más o menos justos, ahora supone el claro arrinconamiento de las familias ganaderas que no tienen peso en dicho mercado, a pesar de contarse aún por miles.
La incapacidad, inhabilidad e incluso falta de ganas de las administraciones para garantizar un salario digno para las familias ganaderas refleja lo que pasa en otros sectores: las personas e instituciones que deben proteger los intereses de todas las personas, con o sin querer, hacen todo lo contrario.
¿Por qué luchar por permanecer donde claramente no nos quieren ni, puestos a pensarlo, estamos a gusto?
Pero las vacas, decía, siguen dando leche y hay personas y organizaciones que siguen pensando que la leche puede ser un medio de vida. Por eso no hay que dejar de luchar en manifestaciones, concentraciones, ciberacciones y demás. Pero sí, quizás hay que darle más vueltas a cómo alcanzar la viabilidad de nuestras fincas abstrayéndonos de la trampa de la continuada intensificación, reconociendo que, primero, la productividad de los recursos que usamos (tierra, plantas forrajeras, vacas...) tiene límites y tarde o temprano se alcanzarán a pesar de las nuevas tecnologías que nos animan a seguir intensificando y, segundo, que ante el control total que ejercen las empresas en su esfera, una opción es, precisamente, salir de dicha esfera. ¿Por qué luchar por permanecer donde claramente no nos quieren ni, puestos a pensarlo, estamos a gusto?
Tratar de exponer ante familias ganaderas caminos distintos como reducir el número de vacas en ordeño, reducir la leche producida por vaca y día o reducir la cuantía de piensos que come cada vaca cada día suele ser una labor ingrata, sobre todo teniendo en cuenta que las empresas y sus acólitos siempre tratan de burlarse de dichas propuestas. Comprensible, pierden perspectivas de ganancias. Sin embargo, cuando se logra explicar bien los distintos proyectos que están recorriendo precisamente ese camino, la cosa cambia. ¿Se gana más con menos vacas? Si se cuida la calidad de la leche y se elaboran lácteos para venta local, se puede ganar más. ¿Pueden vivir las mismas personas de menos vacas? No... ¡pueden vivir más! Hay ejemplos de personas y familias cuyas vacas dan leche y dicha leche da suficiente para vivir bien. Tener menos de algo, anatema para el sistema en que vivimos, puede aportar más de otras cosas. Menos cantidad de leche, pero de más calidad. Menos producción de leche por vaca, pero mejor salud y bienestar para las vacas. Menos animales en ordeño, pero más valor en el producto final. Menos movimiento total de dinero, pero más margen para casa.
No son caminos fáciles. Hay obstáculos económicos, legales, psicológicos y demás. Hay que pensar en reaprender a manejar el ganado con criterios distintos. Hay que pensar en reciclarse para producir leche de otra manera, pero también, quizás, elaborar lácteos y comercializarlos. Hay que volver a aprender a tratar directamente con las personas consumidoras. Hay que recuperar mecanismos y valores del trabajo en equipo.
Pero son caminos que dan una gran satisfacción. Se ha infravalorado el carácter saludable de la autoestima. Se han marginado los beneficios derivados de un contacto directo con las personas que consumen nuestra leche o nuestros lácteos. Se ha estigmatizado y despreciado la producción de leche primando pautas naturales. Recuperemos el buen nombre de estos elementos e indaguemos en otros caminos que nos permitan seguir produciendo leche que, a su vez, nos garantice nuestro jornal.
Helen Groome
Ganadera en Bizkaia. Consejo editorial
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