Reflexiones a partir del informe Dando vida a una idea. Herramienta práctica para los procesos de viabilidad integral en experiencias económicas de Soberanía Alimentaria
Grupo Emaús Fundación Social
La soberanía alimentaria, como propuesta política que cuestiona y denuncia los impactos y el modus operandi del sistema hegemónico, conlleva cuestionar también nuestras formas de relacionarnos, organizarnos, de vivir, de lo que ponemos en valor, buscando una construcción colectiva de la acción local, real y transformadora. Por ello, es fundamental una reconexión colectiva, la recuperación de la noción misma de comunidad.
El capitalismo neoliberal y patriarcal aplicado al sector campesino (y al resto del ámbito agroalimentario) supone la especialización productiva y la alienación colectiva, la desaparición gradual de sistemas de propiedad común, la pérdida de acceso a los recursos productivos, el alejamiento entre personas productoras y consumidoras, la pérdida de identidad como colectivo y también la pérdida del propio concepto de comunidad, de localidad y territorio, de espacio físico donde nos movemos.
AL RESCATE DE LO COMUNITARIO
Cuando hablamos de comunidad nos referimos a todas las personas y colectivos que habitan un territorio: niños/as, jóvenes, personas adultas y mayores, centros educativos, grupos de educación no formal, asociaciones gastronómicas, culturales, de mujeres, feministas, de inmigrantes, deportivas, de tercera edad, grupos de consumo, caseríos, pequeño comercio, industria, empresas de turismo, medios de comunicación locales, asociaciones de carácter político, ludotecas, asociaciones de madres y padres, sindicatos, etc. También, desde un enfoque de gobernanza y de resignificación de lo público, incluiríamos a la Administración Pública Local.
Es cierto que cada pueblo, valle y ciudad tiene sus características y contexto. Nos gustaría que, allí donde estemos, existieran ya un tejido socioeconómico dinámico y cohesionado, otras experiencias agroecológicas con vocación de transformación social, una sociedad concienciada y responsable en su consumo y su participación. Pero raramente se unen todos los factores. Los procesos de desarrollo comunitario desde la autogestión y participación son procesos pedagógicos y culturales, largos y no lineales y desde una mirada feminista y de derechos rescatan ciertos valores y funcionamientos comunitarios. Procesos cuyo ritmo hay que compaginar con el de la propia experiencia económica y su viabilidad ya que, en cierta medida, la viabilidad y sostenibilidad de las iniciativas económicas está íntimamente relacionada con dicho proceso de fondo.
VOCES DESDE EL TERRENO
"Al ser experiencias innovadoras pueden generar rechazo, recelos, sensación de ser "perros verdes" utópicos. Pero luego suele haber un acercamiento".
"Hace falta realizar bastante trabajo hasta que el pueblo o barrio te ve con buenos ojos, luego incluso la municipalidad te consulta, apoya o integra tus iniciativas".
"Debemos ser elásticos y abiertos, no que todos los miembros tengan el mismo perfil".
"La cultura es cómo una sociedad soluciona sus problemas. La participación es un rollo pero llegas a los planteamientos óptimos, sentidos como propios por toda la comunidad. Es necesario el asesoramiento técnico en algunos aspectos, pero las decisiones últimas son de la comunidad o colectivo. Es necesaria una cultura asamblearia de los miembros. Pensar conjuntamente: qué queremos ser en 50 años, e ir construyéndolo. Las niñas y niños también participan en asambleas, se educan en la participación".
(Fragmentos de entrevistas que alimentan la publicación Dando vida a una idea. Herramienta práctica para la viabilidad integral de las experiencias económicas de Soberanía Alimentaria)
VIABILIDAD Y COMUNIDAD UNA SIMBIOSIS IMPRESCINDIBLE
Diferentes estudios y experiencias demuestran que aquellas iniciativas económicas que, en su naturaleza y en su desarrollo, integran el vínculo con la comunidad, tienen más posibilidades de superar dificultades y situaciones de crisis, reforzando así sus posibilidades de sostenibilidad. A su vez, al construir alternativas reales desde un enfoque de transformación social, corresponsabilidad y justicia social, nutren el tejido social y el desarrollo comunitario.
La reconexión de las iniciativas de soberanía alimentaria con lo comunitario y colectivo, a menudo no resulta sencilla en la práctica. Pero, sin duda, es posible trabajarla. ¿Cómo podríamos fomentar este vínculo cuando vamos a poner en marcha una iniciativa?
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- Desde la comunicación externa, haciendo llegar a la comunidad quiénes somos. Utilizando para ello recursos públicos (casas de cultura, periódicos locales...) y de los colectivos (radios comunitarias, sedes de organizaciones sociales...).
- Definiendo nuestros productos/servicios basándonos en un diagnóstico participado de necesidades locales.
- Implicándonos en los espacios municipales de participación formal o informal (foros de diversos colectivos, canales de participación directa, etc.). Fomentando aquí propuestas creativas e integrales para el desarrollo comunitario, siempre desde nuestros principios de justicia social y equidad, así como de corresponsabilidad colectiva en los cuidados y en la reproducción y sostenibilidad de la vida.-
- Solidarizándonos con las demandas y propuestas de otros colectivos y sectores. Potenciando redes horizontales de entidades sociales de base e implicándonos en ellas.
- Estableciendo un diálogo con otras personas que estén en el sector, intentando llegar a estrategias compartidas en difusión, comercialización, retención y atracción de jóvenes y talento al mundo rural...
- Fomentando vínculos emocionales con el territorio, la tierra, la casa. Sensibilizando sobre la importancia de la producción local de alimentos como elemento generador de trabajo y empleo, de salud, de patrimonio cultural –supervivencia de pueblos, culturas y agroculturas–, de control de la vida –propia, de la familia, de la comunidad y naturaleza–.
En términos generales, esta labor necesita de una visión a largo plazo y debe ser sentida como beneficiosa y necesaria por todos los miembros de la comunidad. Las visiones de alianzas instrumentales, sean de dominación por unos colectivos sobre otros, o de participación utilitaria y pasiva, no favorecen valores de construcción comunitaria. Igualmente, debería buscar superar la socialización de género, heteropatriarcal y machista, construyendo nuevas relaciones de poder en la vida cotidiana y el sistema social.
En cualquier caso, en un esfuerzo de honestidad y conciliación, en lo referente a la participación en redes –comunitarias o no– y a la articulación con otros agentes, es fundamental medir las fuerzas y priorizar. Teniendo siempre en mente el objetivo de otro modelo de desarrollo en lo local, buscar el equilibrio entre seguir aportando al desarrollo comunitario sin dejar de atender el quehacer de la propia iniciativa.
Terminamos con una cita de Cristina Carrasco en su artículo "Apuntes para una vida sostenible":
"Todas las luchas sociales conocidas a lo largo de la historia se han desarrollado a partir de la capacidad de la gente de sentirse parte de una cierta comunidad de iguales, a menudo confrontada con otros intereses o instituciones ajenas y contrarias a ella. Gracias al desarrollo de esa cooperación fundada en el principio del 'hoy por ti y mañana por mí', que siempre presupone un cierto grado de cercanía y reciprocidad, la acción colectiva ha podido invalidar tantas veces la presunción de muchos economistas según la cual, el interés puramente individual debería llevar a todo el mundo a no implicarse en acciones colectivas para rehuir el coste personal que suponen, aprovechándose en todo caso de que sean las demás personas quienes lo asuman. Desde luego, si todo el mundo se comportara así, nunca habría habido acción colectiva ni existirían luchas sociales".
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